Mentiras
Según una reciente encuesta del CIS, el 32% de las chicas españolas entre 15 y 29 años consideran aceptable que su pareja las controle
Hoy voy a hacer algo que siempre he condenado: criticar un libro que no he leído y una película que no he visto. Pero así son las cosas: la contradicción es consustancial al ser humano. Se trata de Las cincuenta sombras de Grey. Dice gente de la que me fío que la obra es muy mala, por eso me he abstenido (quizá erróneamente). Lo cierto es que han vendido 40 millones de ejemplares en el mundo y 180.000 entradas anticipadamente tan sólo en España. ¿Y qué es lo que ofrece? La historia de una jovencita panoli virginal y pobre que se enamora de un millonario guapo de corazón duro, al cual ella termina salvando de sí mismo; el millonario, que en el fondo era buenísimo, se rinde a los pies de la pureza y se casa con la chica pobre, que se transmuta en rica y come perdices. Mientras tanto, eso sí, el joven la maltrata un poco, la controla un poco, la asusta un poco. Nada importante, nena: si te maltrata y te asusta es porque te quiere. Puro amor recóndito; aguanta y llegará la boda, la conversión en ángel. En fin, es muy cierto que, por un lado, las relaciones pueden ser tóxicas, y, por otro, que el sadomasoquismo consentido es una opción sexual. El problema de Las cincuenta sombras de Grey no está en nada de eso, sino en su mentira. Lo verdaderamente obsceno no es que el rico le pegue, sino que convierta eso en un bobalicón, reaccionario cuento de hadas que fomenta la sumisión, el abuso, la dañina y arraigada creencia de que podemos cambiar al amado. El otro día, la hija de 18 años de una amiga se topó con un jovenzuelo en una disco que intentó ligar con ella maltratándola a lo Grey. Se creen que mola. Según una reciente encuesta del CIS, el 32% de las chicas españolas entre 15 y 29 años considera aceptable que su pareja las controle. Lo peor que tiene el arte malo, es decir, el embustero, es que es peligroso.
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