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EL ACENTO
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Un prodigio tan cercano

‘La isla mínima’ triunfa en los Goya y confirma el buen momento del cine español

SOLEDAD CALÉS

La isla mínima,la película del sevillano Alberto Rodríguez, se llevó el sábado 10 premios en la ceremonia de los Goya. Cuenta la abominable historia de un brutal crimen y el afán de dos policías por descubrir a los asesinos. Pero refleja también la dura convivencia de unas gentes con un paisaje. Y se sumerge en una época de cambios profundos, donde el nuevo país que va a traer la democracia todavía está demasiado hundido en las viejas herencias de la dictadura franquista. Las huellas del pasado siguen marcando el presente, como también marca a las gentes de la zona la agreste desnudez del margen izquierdo del Guadalquivir: el agua, las carreteras de tierra, el contraste entre los cortijos y las míseras cabañas de los que, como pueden, van peleando por la supervivencia.

La isla mínima es una historia de supervivencia. Contiene los sueños de los que quieren salir de pobres (esas adolescentes) y los desmanes de los que sacan provecho de los más débiles. La película muestra desde las alturas la imponente belleza del lugar, pero cuando la cámara baja a tierra sabe atrapar, sin ningún tipo de aspaviento, cuán duro les resulta salir adelante a los que les ha tocado vivir en esas marismas.

El triunfo de La isla mínima podría leerse, puede leerse ahora, como la metáfora de otra larga batalla por la supervivencia, la del cine español en tiempos difíciles. No es momento de fijarse en los problemas que arrastra esta industria. Ahora toca apuntar a otro sitio: al coraje de todos los que han peleado, y a su talento.

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Hubo quienes escribieron un guion, estuvieron los que buscaron la manera de que se hiciera real. Luego alguien tomó las riendas del asunto y los actores fueron haciéndose poco a poco con sus personajes hasta clavarlos. Hay un despliegue tal de virtuosismo en los intérpretes que nadie desafina ni una sola nota. La contención es uno de los secretos. Otro: el saber combinar los distintos lenguajes que conviven en una película: música, fotografía, movimiento... Si el cine es el resultado de un trabajo colectivo, habrá que celebrar que todos estuvieron a la altura. En esta, la película más premiada, como en Ocho apellidos vascos (por citar solo otra) y todas las demás. Esta vez el prodigio resulta cercano: hacer aquí buen cine. ¡Felicidades!

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