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Agresiones sexuales y magia negra

En algunas zonas de la República Democrática del Congo proliferan las violaciones a vírgenes para usar su sangre como fuente de gloria y poder

Nuria Gaeta
Las mujeres y niñas de Kavumu, en la provincia de Kivu del Sur (al sureste del país) viven en permanente tensión y riesgo.
Las mujeres y niñas de Kavumu, en la provincia de Kivu del Sur (al sureste del país) viven en permanente tensión y riesgo.Itsaso Vélez del Burgo Guinea

Desde hace algunos meses, la hematomancia o la magia usando sangre, se está ensañando con las niñas de Kabare en la República Democrática del Congo. Los criminales raptan a las pequeñas por las noches, las agreden sexualmente y aprovechan su sangre como fuente de riqueza, gloria y poder. La comunidad aterrada se pregunta cómo parar esta ola tan violenta de agresiones sexuales y magia negra.

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“Qué bestialidad lo que está pasando en Kavumu y Katana. No paran de violar a niñas de dos y tres años. Anoche violaron a otra”, así sonaba el mensaje que Lorena Aguirre, coordinadora de país de la ONG Coopera en la República Democrática del Congo, lanzaba a algunos periodistas con deseos de implicar a los medios de comunicación en la zona en esta triste realidad.

En esos días la periodista congoleña Caddy Adzuba, recibía el premio Príncipe Asturias a la Concordia 2014 por su trayectoria laboral dedicada a denunciar las agresiones sexuales, la pobreza y la amenaza constante de guerra con que las mujeres congoleñas conviven desde hace décadas. Las mujeres y niñas de Kavumu, en la provincia de Kivu del Sur —al sureste del país viven en permanente tensión y riesgo. La frecuencia con que son agredidas y ultrajadas ha convertido el peligro en algo normal en su día a día, ahogándose en el silencio y desinterés nacional e internacional. “¡Ya está bien!”, exclaman las madres de Kavumu, “queremos gritar para que sepan las atrocidades que están haciendo a nuestras hijas”.

Una nueva moda de escalofriantes atentados contra la integridad física y la dignidad humana está causando el terror en estas comunidades congoleñas de unos 200.000 habitantes. El modus operandi de los agresores es cada vez más sanguinario. Zahimire Rugambwa, presidente de la organización local UERPV (Intervención por la Unión y Recuperación de Personas Vulnerables) relata: “A partir de las siete de la tarde, cuando el día se pone, el peligro acecha. Los violadores buscan las casas más pobres y en peor estado constructivo, rascan un agujero en las paredes de barro o aprovechan la ausencia de madres solas, trabajadoras nocturnas, para entrar en las casas y robar a las niñas”. Se dice que adormecen a las víctimas e hipnotizan al resto de familiares pero nadie lo sabe con seguridad; dónde se las llevan es también una incógnita. Después de violarlas y agredirlas físicamente, son devueltas al hogar con graves y dolorosas heridas. Las edades de las víctimas oscilan entre los cuatro meses y los 17 años. En lo que va de año, solo en el hospital de Kavumu se han registrado 25 agresiones sexuales con las mismas características, aunque existen otros muchos casos que no acuden al centro sanitario y caen en el olvido, asegura Passy Huhogera, enfermero jefe del hospital.

Una nueva moda de escalofriantes atentados contra la integridad física y la dignidad humana está causando el terror en estas comunidades congoleñas de unos 200.000 habitantes

El doctor Mugisho Kavul, con lágrimas en el alma, narra: “Desgraciadamente las agresiones sexuales en el Congo han existido siempre, pero lo verdaderamente preocupante ahora es la corta edad de las víctimas. Tenemos un caso de un bebé de cuatro meses. Las consecuencias sobre estas niñas son inmensurables. Las más pequeñas llegan al hospital desangrándose, con intensos dolores y perforaciones que unen el conducto vaginal con el ano. Niñas que no podrán tener hijos y que serán rechazadas por posibles maridos y por la comunidad”. En el hospital local realizan la primera atención que ayuda a cortar las hemorragias, pero debido a la escasez de recursos los casos más graves deben ser trasladados al hospital de Bukavu. Esto supone el principio de una nueva espiral sangrante. Los familiares de las víctimas no pueden asistir por lo costoso que supone la estancia fuera de sus casas, la incapacidad económica de ausentarse del trabajo durante días y la falta de apoyo social para atender a sus otros hijos, según narra el personal sanitario del hospital. La problemática de la violencia sexual, la pobreza y la marginación se entrecruzan en una escabrosa y triste realidad en la región.

Las madres se sienten culpables. La comunidad está indignada. Y las autoridades impotentes, se convierten en testigos silenciosos y sospechosos. La vuelta al día a día no es sencilla, ni supone el fin de la pesadilla. Junto a las marcas físicas o la esterilidad, las huellas psicológicas, el peso del estigma social, la vergüenza y la culpabilidad son algunas otras secuelas que acompañarán a las niñas y familiares a su regreso al hogar.

Las viejas creencias y la magia negra

“Había un hombre en el pueblo que no podía tener hijos. Acudió al brujo, doctor de la comunidad, y le dijo que para curar su mal tenía que violar a una niña menor de seis años. Obedientemente, el hombre buscó una niña de cuatro y la violó”. La anécdota que relata Rugambwa de la organización congoleña UERPV ilustra el poder que todavía tienen los brujos y magos negros en algunos grupos poblacionales de África.

Escarbar en las razones que conducen a estos crímenes supone muy calladamente adentrarse en las prácticas de la magia negra, sobre las que se asientan las religiones tradicionales africanas y que todavía sobreviven en cada una de las tribus del continente. “La magia negra para los creyentes de la religiones tradicionales africanas es una práctica tan común, como lo es ir a misa para los católicos”, aclara el arquitecto ugandés y experto en cultura africana Adam Tumuwine, quien prosigue: “El conocimiento de la salud en África ha sido transmitido generación tras generación a través de ancestrales creencias místicas. El acceso, entendimiento y aceptación de las investigaciones de los blancos, cuesta dinero que la gente aquí no tiene. Es una cuestión de ignorancia y falta de educación. Mucha gente solo cree y entiende a los magos negros que, de hecho, son llamados doctores. Ellos prescriben muchas de las prácticas negras que ayudarán a aliviar sus males. En el Congo, las violaciones son prácticas comunes de la magia negra; en Uganda son frecuentes las mutilaciones de órganos y el canibalismo; y en Tanzania, los sacrificios de albinos”.

Las víctimas de entre cuatro meses y 17 años, son devueltas a su hogar tras ser violadas

Dicen que con la sangre de las víctimas hacen magia. La sangre es lo que vale, lo que da poder, estatus, dinero y salud. Pascal Bugagala, psicólogo de la ONG Coopera en Congo, explica: “Para ellos, la sangre de las vírgenes les limpia de enfermedades como el VIH y les libera de la esterilidad; la sangre provee de riqueza y trabajo o sube el rango y estatus en el caso de militares y policías; e incluso los maimais [rebeldes de la zona] la guardan en pequeños botes y se la untan en tiempos de guerra, evitando que las balas los atraviese”. Para el psicólogo, la reducción de violaciones de niñas vinculadas a la magia negra es un tema muy complejo ya que involucra profundas y arraigadas creencias religiosas. Intervenir sobre ellas es el reto que el territorio de Kabare debe asumir ahora.

La comunidad bashi

La rabia, la desconfianza y el dolor se perciben con todos los sentidos en estos pueblecitos de la tribu bashi. No obstante, ni el miedo, ni la indignación les ha paralizado. Maravilla ver cómo entre tanta necesidad, hay todavía espacio para la solidaridad y las relaciones de buena vecindad. Las pequeñas organizaciones locales (UERPV y Fundi Action, entre otras organizaciones vecinales), sin apenas recursos económicos se han organizado para apoyar a las víctimas. Voluntarias vecinas de Kavumu y Katana acompañan a las madres a los hospitales y cuando regresan a sus casas, trabajan directamente con las niñas para ayudarles a recuperar la confianza, autoestima y sociabilización. Una de las voluntarias comenta: “A través del ocio y actividades artísticas tratamos de trabajar con las niñas para hacerles reír y que sepan que pertenecen a un grupo que les quiere y les acepta. También hablamos con familiares para evitar el estigma social. Algunos discriminan a las víctimas porque dicen que ya no son puras”. La alegría y la convicción en lo que hacen son las principales herramientas con que cuentan estas voluntarias para las tareas de apoyo y reinserción de las víctimas. “Los niños deben vivir en entornos de amor, seguridad y confianza y esto es lo que tratamos que ellas recuperen”, concluye la mujer.

Dicen que con la sangre de las víctimas hacen magia. La sangre es lo que vale, lo que da poder, estatus, dinero y salud

El presidente de la organización local Fundi Action afirma que, si bien no es fácil trabajar contra las viejas creencias de las personas, tras la organización de varias reuniones vecinales se ha llegado a la conclusión de que las tres posibles soluciones pasan principalmente por la instauración de una corte popular que juzgue a los agresores, la intervención profesional de apoyo a víctimas y familiares y, por último, la creación de talleres de sensibilización ciudadana e información pública con carácter educativo y preventivo. Por su parte, el hospital de Kavumu, sin electricidad en la mayoría de sus estancias, demanda placas solares para generar luz y poder atender a las víctimas las 24 horas. La ONG Coopera, una de las pocas organizaciones internacionales que se encuentran permanentemente en la zona, solicita fondos internacionales para una atención urgente en la zona.

Y las madres de Kavumu, como no podía ser menos, reclaman justicia, seguridad y voz.

En el emotivo discurso de recogida del Premio Príncipe de Asturias a la Concordia 2014, Caddy Adzuba resaltaba la importancia que el premio tenía por ser altavoz de las voces de todas esas víctimas sigilosas del horror.

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