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Todas y todos son padres y madres

El esquema familiar de Occidente no tiene nada que ver con el que vive buena parte del mundo: hasta un 40% de los niños vive también con otros parientes como abuelos y tíos

Lola Hierro
Una familia india descansa a la salida de un templo en Bundi (India).
Una familia india descansa a la salida de un templo en Bundi (India).LOLA HIERRO

Es noche de viernes en Madrid, y Diana, de ocho años, pide permiso a su madre para quedarse a dormir en la casa de sus abuelos. Aunque hace un año que se mudó con su madre a un piso propio, la siente su hogar porque en ella vivió durante sus primeros seis años de vida, cuando su madre —soltera y menor de edad— no podía criarla sola. Ella creció y fue educada con sus abuelos, sus tíos y, claro está, su joven madre. Su caso no es tan peculiar: en España, el 34% de las familias son extensas, es decir, están formadas por padres, madres, hermanos… y también otros parientes, según el Mapa Mundial de la Familia de 2014.

El modelo familiar de Diana es, al mismo tiempo, minoritario y mayoritario. Lo primero porque en todo el mundo, los niños suelen vivir con sus dos padres salvo cuando hay un divorcio de por medio, muere uno de los progenitores o una mujer decide ser madre soltera o lo es de manera involuntaria. Lo segundo porque también son mayoría a nivel global quienes viven en las llamadas familias extensas, indica el citado estudio, elaborado cada año desde hace 15 por las organizaciones Child Trends y Social Trends Institute. Este documento estima que hasta el 40% de los niños del planeta conviven también con varios parientes.

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Todos y todas son padres y madres para los pequeños de la casa, como ocurre en el hogar de Diana. En Europa no es tan habitual, —alrededor de un 25%— pero sí en Asia, Oriente Medio, América Central y del Sur y en el África subsahariana. En Tanzania, un 60% de los niños vive con adultos diferentes a sus padres, en Colombia un 55% y en Turquía un 50%, por citar algunos ejemplos del estudio.

Otro ejemplo de familia extensa es el de Shashi y Chintu, sus dos hijas de tres y seis años… y el resto del clan. “Cuando me casé, pasé a vivir con la familia de mi marido, como manda la tradición aquí”, cuenta Shashi. El matrimonio regenta un hostal en la antiguo palacete reconvertido en hostal con encanto que poseen en Badi, una localidad ubicada en el Rajastán, en India, donde la mitad de familias son como la suya. Viven con los padres y el hermano de él, y entre todos se ocupan del negocio familiar y del cuidado y educación de las pequeñas. Cocina Shashi despreocupadamente un arroz picante en una de las plantas; mientras, sus dos hijas juegan en las escaleras al aire libre que unen las diferentes estancias de su bonita casa señorial, de paredes azules y blancas. No teme que se lastimen porque el tío de las niñas no les quita el ojo en ningún momento mientras degusta un té con especias bien caliente.

Por desgracia, un niño no siempre cuenta con dos progenitores, ya sean biológicos o adoptados. En Europa, Oriente Medio y Asia, alrededor del 80% de los menores de edad vive en hogares biparentales, sobre todo en Italia (89%) y en Jordania (94%). En América, el porcentaje baja un poco hasta el 62% de Colombia y el 78% de Canadá, y en el África subsahariana es donde encontramos mayor variedad: En Nigeria es similar a países occidentales pero en Sudáfrica solo el 36% de los niños tiene a sus dos padres en casa, debido en parte a la orfandad por la alta incidencia del VIH en el país, que provocó unas 200.000 muertes en 2013, según ONU Sida.

La monoparentalidad, en aumento

En gran parte de América Central y del Sur y del África Subsahariana, la probabilidad de que los niños vivan con uno o ninguno de sus padres es mayor que en otras regiones. Allí, entre el 13% de Nigeria y el 43% de Sudáfrica de los niños viven en familias monoparentales. Un caso paradigmático ocurre en la región del Tigray, en la frontera entre Etiopia y Eritrea. En la ciudad de Adigrat, es difícil encontrar un niño que haya conocido a su padre. “Durante los años de la guerra con Eritrea había muchos soldados por aquí. Algunas fueron violadas, otras se prostituyeron y otras tuvieron hijos fuera del matrimonio pensando, quizá, que luego harían boda”, describe el misionero salesiano Alfredo Roca, con 25 años de experiencia en el país. Allí, donde un 53% de las mayores de 15 años son analfabetas, según la organización Plan Internacional, las madres solteras muchas veces acaban viviendo en una situación de extrema pobreza.

Y no es todo: los huérfanos de ambos padres oscilan entre el 4% (Argentina) y el 20% (Sudáfrica y Uganda). En Sudamérica, el mayor porcentaje está en Colombia (11%). En América del Norte, Oceanía y Europa solo una quinta parte vive en hogares monoparentales, y menos del 7% vive en familias que carecen, al menos, de uno de los padres, pero muchos países europeos apuntan en diversos estudios a que esta proporción aumentará progresivamente hasta 2030.

La probabilidad de que niños como las hijas de Shashi y Chintu se vean afectados por las relaciones que mantienen con otros adultos que forman parte de su hogar es mayor que en aquellas otras en las que no viven con ellos. Compartir hogar con adultos distintos de los padres puede resultar beneficioso para ellos pero también puede hacer que surjan problemas como el hacinamiento, la violencia o la escasez de recursos. En Etiopía, donde el 30,7% de los ciudadanos vive con menos de 1,25 euros al día. La pobreza de muchas familias les lleva vivir muy juntos, en pequeñas chozas construidas con adobe y palos de madera. En las zonas altas donde hace más frío, y por tanto, se encienden más fogatas, prolifera el desarrollo de enfermedades respiratorias como la tuberculosis o las neumonías a causa del humo que se acumula en estas casetas pequeñas y mal ventiladas. Los accidentes domésticos también son un habitual. “Los niños se caen sobre los fuegos que se encienden en las cabañas y se hacen quemaduras terribles” asegura Francisco Reyes, director del hospital rural de Gambo a dos horas de la capital. El ejemplo viviente es Mako, de un año, ingresado por severas quemaduras en uno de sus brazos.

La de Idulah es un ejemplo de familia compuesta por una madre soltera con hijos a su cargo en Adigrat, al norte de Etiopía.
La de Idulah es un ejemplo de familia compuesta por una madre soltera con hijos a su cargo en Adigrat, al norte de Etiopía.LOLA HIERRO

Pero la crianza de los niños en familias extensas también conlleva enormes beneficios que se observan, por ejemplo, en muchas comunidades indígenas de América del Sur, donde la educación es un asunto capital en el que se involucran todos los familiares. Para los ye’kuana, una minoría indígena que vive a orillas del Orinoco venezolano, la actividad lúdica tiene tanta importancia en la transmisión de la cultura tradicional que hasta se realiza un ritual específico llamado ceremonia del acai. Este marca el momento en que los niños pueden utilizar juguetes sin peligros de orden espiritual, y en él participa toda la familia. Es la madre quien pinta la cara de los otros hijos y la suya mientras que la abuela y las tías hace lo mismo con la del protagonista. El abuelo, por otra parte, iniciará la ceremonia con unos rezos y cantos para protegerlo. En las fases siguientes, tías, padres y abuelos participan activamente, cada uno con un papel muy concreto que detalla con minuciosidad un informe del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia.

En África subsahariana, la mujer tienen una posición prevalente en la crianza de los niños independientemente de la configuración familiar. Los turkana, el segundo grupo de pastores más importante de Kenia, practican la poligamia y se organizan de tal manera que una misma familia suele dividirse en dos subgrupos que ocupan diferentes viviendas, una al lado de la otra: en la primera vive el cabeza de familia con la esposa principal y en la segunda residen las demás esposas con sus hijos, así como los hijos mayores que ya se han casado.

Entre los khoisan, que están repartidos por Angola, Namibia , Botswana, Tanzania y Sudáfrica, las madres acuerdan entre ellas el matrimonio de sus hijos y, aunque la mayoría de matrimonios son monógamos, en los casos de poligamia se intenta que entre las esposas se cree una buena relación para contribuir juntas al cuidado de los hijos. Si una mujer no quiere a su marido, puede dejarlo y volver a casa de su familia.

Otras etnias reparten la educación de los niños. Ocurre entre los mambwe, originarios de Tanzania y Uganda: El padre es quien educa a los hijos mediante proverbios y cuentos, pero no puede hablar con ellos sobre sexo. Son los abuelos quienes se encargan de esta tarea.

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Sobre la firma

Lola Hierro
Periodista de la sección de Internacional, está especializada en migraciones, derechos humanos y desarrollo. Trabaja en EL PAÍS desde 2013 y ha desempeñado la mayor parte de su trabajo en África subsahariana. Sus reportajes han recibido diversos galardones y es autora del libro ‘El tiempo detenido y otras historias de África’.

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