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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Suecia avisa

La caída del Gobierno a manos de un partido xenófobo lleva la incertidumbre al país nórdico

Que Suecia vaya en marzo a unas elecciones legislativas anticipadas por primera vez en más de medio siglo debería ser motivo de reflexión. El colapso en menos de tres meses del Gobierno de centroizquierda de Stefan Löfven ha venido de manos de un partido populista y xenófobo, Demócratas Suecos, que apoyó a la oposición de centroderecha contra los Presupuestos de 2015. Los sondeos sugieren que los Demócratas, cuya identidad determinante es su oposición radical a la generosa política inmigratoria sueca, se convertirán en árbitros del próximo Ejecutivo.

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Lo ocurrido en Suecia no solo lleva la incertidumbre a un país instalado en la estabilidad, con un rápido crecimiento económico y un modelo social consolidado. Representa además un nuevo aviso para otras democracias europeas donde partidos extremistas —generalmente de derecha, pero no solo— avanzan imparablemente con políticas divisivas y promesas temerarias, en la mayoría de los casos con la inmigración como eje. Sucede en Francia y Reino Unido, pero también en Noruega, Dinamarca u Holanda, donde formaciones populistas han multiplicado su voto y se han asociado a labores de Gobierno a cambio de limitar la acogida de extranjeros. En la aparentemente inmune Alemania, más de 10.000 personas se han concentrado esta semana en Dresde contra la inmigración musulmana.

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El mapa electoral de Europa está cambiando aceleradamente, sin que los partidos tradicionales hayan prestado suficiente atención a la irrupción de otros que ya no se conforman con dar cauce marginal a la protesta. El auge de estas formaciones exige la rápida adopción de políticas nuevas e ideas diferentes de las meramente reactivas o descalificadoras.

Socialdemócratas y conservadores han pasado en Suecia de puntillas sobre la cuestión inmigratoria, pese a los serios disturbios de Estocolmo el año pasado y a que las encuestas señalan que, incluso en una sociedad tan integradora, más del 40% de los ciudadanos desean limitar la immigración, la más alta del mundo proporcionalmente. Sería grave que los Demócratas, que obtuvieron casi el 13% en los comicios de septiembre —después de llegar al Parlamento en 2010 con menos del 6%—, se catapultasen al 17% que les otorgan sondeos recientes. Semejante escenario daría a un partido xenófobo la llave del poder en una de las democracias más avanzadas del mundo.

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