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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

A pintar al campo

El Gobierno chino envía a intelectuales y artistas a zonas rurales remotas para que sus obras "no acarreen el hedor del dinero"

Marcos Balfagón

El Gobierno de China ha emprendido una campaña para que creadores y artistas pasen temporadas en “áreas remotas montañosas, campos, escuelas comunitarias, cuarteles y minas” del país. El objetivo es ayudarles a “formarse un punto de vista correcto y crear más obras maestras”. La medida no se presenta con las formas conminatorias de la Revolución Cultural, pero el discurso que la acompaña se le parece mucho. Tanto, que sus argumentos parecen una trasposición edulcorada de las consideraciones que sobre el arte hizo Mao Zedong poco antes de que se pusiera en marcha, en 1966.

El Gran Timonel dijo entonces que “el arte por el arte no existe”, que “no hay un arte que esté por encima de las clases, separado o independiente de la política”. Con esta idea —por decir algo— como telón de fondo, el actual presidente chino, Xi Jinping, invitó en octubre a los artistas a no ser esclavos del mercado y a crear obras que no “acarreen el hedor del dinero”. Curiosas las carambolas de la historia. La Revolución Cultural fue lanzada por Mao y la Banda de los Cuatro —en horas bajas después de que el Gran Salto Adelante saliera rana— contra el sector del partido encabezado por Deng Xiaoping, al que acusaban de traidor y de promover la “vía capitalista”.

Miles y miles de intelectuales y cuadros del partido fueron enviados por la fuerza a trabajar en granjas y zonas remotas del campo para que se “reeducaran” en los principios de la revolución y dejaran atrás los “antiguos hábitos burgueses”. Diez años después, tras la muerte de Mao, Deng Xiaoping volvió al poder, abolió la Revolución Cultural y la “década catastrófica” dio paso al modelo de un país, dos sistemas: capitalismo en lo económico, dictadura de partido único en lo político.

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El extraordinario boom de la economía china ha permitido acumular riqueza, pero el presidente Xi Jinping no quiere que se note demasiado. Una forma de lograrlo es volver al viejo esquema de demonizar el dinero y rescatar la retórica de la Revolución. De esta campaña se desprende que el peligro puede anidar en las mentes de los artistas. Y por eso ya no basta con controlar Internet y prohibir películas y series; hay que volver a reeducar a intelectuales y artistas.

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