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TORMENTAS PERFECTAS
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Un lugar en el mundo

Rusia y China arriman el hombro para incluir a Irán dentro de la economía mundial

Lluís Bassets

Estamos tan habituados al derrotismo, que apenas captamos los perfiles positivos de los acontecimientos políticos. Sucede en el ámbito de las naciones pero también en la escena internacional. Y no sobran razones para la depresión cuando ya son tópicos el desgobierno del mundo y los conflictos incontrolados, de los que la guerra sigilosa de Ucrania y el Estado Islámico son las últimas y más preocupantes pruebas.

También podría incorporarse a la lista el fracaso de las negociaciones del grupo llamado P5+1 con Irán que debía evitar la aparición de una nueva potencia con el arma atómica. Durante un año han estado negociando los cinco países del Consejo de Seguridad más Alemania con el nuevo Gobierno instalado en Teherán sin que hayan conseguido el acuerdo definitivo que hubiera permitido a los iraníes proseguir con su fabricación de energía civil y gozar de una economía sin sanciones internacionales y al resto del planeta respirar con alivio ante la desaparición del actual peligro de proliferación nuclear, que constituye un estímulo para que países como Egipto o Arabia Saudí se doten también de este tipo de armas.

El dilema al que Irán se enfrenta: negociar intereses o levantar una bandera

El perfil positivo del fracaso, más que la buena noticia, es que las negociaciones se han prorrogado siete meses, y que prácticamente todos los implicados, incluidos los que no están en la mesa, como es Israel, han preferido el mantenimiento del acuerdo provisional antes que la ruptura o incluso el acuerdo definitivo que consideraban perjudicial. Esto significa que proseguirá el régimen acordado provisionalmente de sanciones aligeradas a cambio de limitaciones en la fabricación y enriquecimiento de uranio con la presión de un nuevo plazo. El estímulo para el acuerdo definitivo es tan fuerte como el temor a la situación amenazante que puede tejer un fracaso ya sin prórroga, puesto que dentro de medio año las circunstancias pueden empeorar por causa de los halcones de ambos bandos.

La negociación va más allá del programa nuclear iraní. Rusia y China están implicadas desde sus peculiares y bien distintas relaciones con Washington, y arriman el hombro porque se trata de encontrar un lugar en el mundo global para Irán, el último gran país, por demografía, recursos energéticos y peso geopolítico, que se halla fuera de la economía mundial en la que Moscú y Pekín llevan tanto tiempo integrados. De las dos, China es la que ofrece un modelo más acabado de relaciones equilibradas, entre una intensa cooperación económica y una no menos intensa competencia geoestratégica. Rusia, crucial para avanzar en todos los frentes en Oriente Próximo, intenta mantener los lazos cooperativos sin renunciar a su agresivo roce en Ucrania. Kissinger estableció hace más de una década el dilema al que Irán se enfrenta ahora, como Rusia y China en su día, “entre ser una nación o una causa”, negociar intereses o levantar una bandera.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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