Basura que paga la factura del médico
Es un sistema que funciona en Indonesia desde 2010 gracias a la iniciativa de un joven médico, Gamal Albinsaid, quien quiso llegar allí donde no alcanza el Estado. Y es que los servicios médicos de su país cubrían en 2010 a tan sólo el 33% de la población. En Indonesia además la mitad de la población sobrevive con menos de 2 dólares al día. En concreto, el “doctor basura”, que es como se le conoce, quedó muy impresionado el día que se enteró de la muerte de un menor de 3 años a causa de una diarrea y porque sus padres no pudieron permitirse pagarle el médico. Albinsaid pensó en poner fin a estos dramas en su país porque para él el acceso a la salud es -y debe ser- un derecho humano reconocido y respetado.
Así que decidió crear en su ciudad natal (Malang, Este de Java) el Garbage Clinical Insurance (GCI), un programa de seguro médico que permite a los más pobres pagar la consulta con la “moneda de cambio” con la que cuentan: su basura. Indonesia produce unas 80.000 toneladas de residuos cada día y se calcula que esta cifra se multiplicará por cinco hacia el 2050. La economía circular hace ya tiempo que nos habla de la “riqueza de nuestros desechos”. Y en este caso la ecuación es fácil: basura = dinero = servicios médicos. Y es igualmente cierto que la basura, sin ser procesada, se convierte en una amenaza para el medio ambiente.
Los usuarios deben separar la basura que generan en su casa y llevarla cada fin de semana a una de las clínicas GCI. Lo orgánico se convertirá en fertilizante y lo no orgánico será revendido. La basura de un mes de una persona puede llegar a valer unas 10.000 rupias indonesias (0,60 €), lo que financia el tratamiento de un paciente. Los 15 médicos y las 12 enfermeras que trabajan en las clínicas CGI reciben su salario gracias a los desechos que llegan al centro médico. También colaboran con el proyecto casi un centenar de voluntarios. Hoy en día el programa alcanza a unos 2.000 beneficiarios y se ha extendido a otras ciudades como Bandung (en el Oeste de Java) y Yogyakarta.
Lo que me parece fascinante de la iniciativa es que busca atacar dos problemas de un solo batacazo: no sólo permitir el acceso a los servicios médicos a los más pobres sino también ayudar a la protección del medio ambiente. Consigue empoderar a los ciudadanos para que se ocupen activamente de gestionar sus residuos y a la vez los convierte en agentes activos para que vean cubiertas sus necesidades médicas.
Y me fascina por igual el hecho de que la idea y la puesta en práctica no vengan de la mano de una administración ni de una ONG sino de un joven médico de 24 años, sensibilizado por la situación precaria de sus conciudadanos y también por la contaminación del medio ambiente. Para él resultó casi natural embarcarse en esta aventura que considera apasionante: “Si hacemos algo que nos gusta es como ser futbolista profesional; te sientes como si estuvieras de vacaciones 365 días al año”.
Dentro y fuera de su país le están lloviendo los galardones y los parabienes. A principios de este año recibió de manos del mismísimo príncipe Carlos de Inglaterra el “Prince of Wales Young Sustainability Entrepreneur Prize” en una recepción celebrada en Buckingham Palace. El premio, dotado con 50.000 €, será utilizado por Albinsaid para exportar la iniciativa del “seguro médico de la basura” por toda Indonesia y más allá de sus fronteras. ¿Y por qué no, quizá, replicar la experiencia en el ámbito educativo?
Y yo me pregunto: ¿dónde están entre nosotros los jóvenes “emprendedores”, en el sentido más etimológico y menos empresarial del término? ¿dónde están esas personas capaces de ver otra ecuación igualmente fácil y exitosa como esta, donde los demás sólo distinguimos objetos inconexos sin aparente relación?
Fotografías: GCI
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