Imran Amed, cronista del lujo
El fundador de la web The Business of Fashion es uno de los personajes más influyentes de la industria de la moda
Suele contar el periodista, escritor y profesor Anthony Glenville, director creativo del departamento de Comunicación y Medios de la London College of Fashion, que ninguno de sus alumnos tendría la peregrina idea de abrir un blog de moda. “La tecnología moldea nuestro mundo demasiado rápido y esa burbuja ya ha reventado”, repite. Siete años atrás, sin embargo, la ocasión la pintaban calva para un fenómeno que ha conseguido hacer negocio del ocio. Los que sembraron entonces, recogen ahora, como los blogueros Diane Pernet, Scott Schuman o Susie Bubble Lau.
Apostado en el sofá de su pequeño apartamento en el barrio londinense de Notting Hill, un joven ejecutivo sobrepasado por su trabajo en una consultora multinacional también plantó una de aquellas semillas: poco más de 100 euros para registrar una cuenta en TypePad y una idea novedosa: darle una vuelta a la cara menos atractiva de una industria cimentada sobre la belleza y el glamour. The Business of Fashion (BoF), tituló. Era enero de 2007 y apenas contaba con 100 seguidores. Hoy suma 1.600.000 usuarios únicos, esos que no perdonan desayunar cada mañana sus últimas noticias y reflexiones sobre el sector.
Entre los inversores de la página está el grupo Louis Vuitton Moët Hennesy.
Tal es el alcance de la influencia del emprendedor de 38 años que destaca en las primeras filas de los desfiles, las salas de juntas de los magnos empresarios del sector, las aulas de escuelas y universidades que estudian el mercado del lujo. No solo se codea con los grandes del diseño, es que le piden su consejo. “Al principio nadie me invitaba a sus shows. Aún hoy sigo sin tener acceso a ciertos desfiles. De alguna manera, todavía soy un advenedizo. Nunca he tenido un plan. Recuerdo una noche cuando monté la oficina en que de repente me encontré pensando: ‘¿Qué diablos haré?’. Lo único que quería era darle algún sentido a lo que me interesaba”, ha explicado.
Nacido en Calgary (Canadá), de padres africanos de ascendencia india, Amed siempre fue el primero de la clase. Licenciado en Empresariales por la Universidad de McGill (Montreal) en 1997, su primer trabajo en una consultoría de la firma Deloitte & Touche lo catapultó a Londres dos años después. De allí voló a EE UU para completar su formación con un máster en gestión de empresas en Harvard y con él bajo el brazo volvió a la capital británica fichado por la superconsultora McKinsey & Company. Fueron casi siete años de duro entrenamiento, asesorando a bancos en Sudáfrica, inmobiliarias en Australia o multinacionales farmacéuticas en Holanda. Hasta que reventó. “Estaba exhausto. Entonces comprendí que quería trabajar en algo más creativo, sin perder de vista la parte empresarial. Y que tenía que hacerlo mientras fuera joven y aún tuviera hambre de riesgo”, confesaba recientemente al Financial Times.
¿Cómo alguien que vestía de Gap y nunca había ojeado Vogue acabó trabajando en la moda? Por las compañías, claro. Un amigo colocado en el British Fashion Council comenzó a pasearlo por los desfiles de la semana de la moda londinense y a presentarle jóvenes diseñadores necesitados de consejo para hacer de sus marcas empresas competitivas. De nuevo, labor de consultoría.
“Las marcas entienden que una información honesta les da credibilidad”
“Analista y cronista”, dice de sí mismo, el empresario mantiene que es su voz independiente en un sector cada vez más amordazado por la presión de los anunciantes lo que convierte en relevante su web. “Las marcas entienden que ofrecer una información honesta y no condicionada publicitariamente ayuda a darles credibilidad”, arguye. Curiosamente, en febrero de 2013, recibía por primera vez una gran inyección de capital de algunos de los poderosos grupos del ramo: dos millones vía Index Ventures (la firma de capital riesgo propietaria de populares boutiques electrónicas: Asos, Net-A-Porter y Etsy), el holding Louis Vuitton Moët Hennessy y la inversora venezolana Carmen Busquets (fundadora de Net-A-Porter y CoutureLab). Fue un momento clave para BoF, que daba el salto definitivo para pasar de mero diario online a plataforma informativa de alcance global y a hacerse con los servicios de expertos en tecnología y marketing digital.
Información, reflexión y análisis aparte, la web funciona hoy incluso como bolsa de trabajo, una especie de tablón de anuncios en el que, por una módica tarifa, las empresas de la moda cuelgan sus ofertas laborales. “Suelen preguntarme si conozco algún relaciones públicas especializado en comercio electrónico o si sé de un programador que hable mandarín, así se me ocurrió”, explica el sagaz empresario. En apenas un año, el servicio ya ha sido rentabilizado, con más de 150 firmas de 15 países involucradas en él. Para redondear la jugada, acaba de lanzar BoF China, versión orientada al gigante asiático (un mercado cifrado en casi 300.000 millones al que se dirige en inglés y mandarín), y desde 2013 publica su revista, The BoF 500, edición especial del multicanal paralelo puesto en marcha ese mismo año (businessoffashion.com/BoF500) que da cuenta de los más influyentes del negocio. Un índice del quién es quién de aparición bianual que se vende en algunas de las tiendas más reputadas del mundo como Colette en París, Opening Ceremony en Nueva York, Browns en Londres o 10 Corso Como en Milán. Demasiado modesto quizá para reconocerse él mismo en ese listado. Amed no consta. Pero debería.
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