Hambre, aquí y ahora

No resulta sencillo, pese al enorme intento, lograr olvidar todas aquellas historias de posguerra que parecían abocadas al cajón de recuerdos en blanco y negro, donde abundan penurias y desilusiones por igual. Donde una parte de España trató de aniquilar a su otra parte hermana en quizás la más sangrienta y cruel batalla de toda nuestra historia. Contaba mi padre, cargado de emoción en cada gesto, con aquellos ojos que se llevaron consigo todo el drama contemplado, cómo deberíamos darle la gratitud a cada uno de los alimentos que logramos llevarnos a la boca, valorar la inmensa fortuna de poseerlos, y cómo eran las inacabables noches de insomnio debido a su estómago vacío que reclamaba su atención allá por los años cuarenta.

Pero ahora, no contentos con las graves dificultades actuales, de una sociedad cansada de engaños, de hipotecas pesadas como losas, corrupción y despotismo por parte de nuestros dirigentes, desempleo, desigualdad y demás miserias que dinamitan la base de cualquier intento de una leve sonrisa, resulta que no todo se limita a problemas de mayores. Los niños, esos locos bajitos que tan solo deberían preocuparse por acertar si balón o bicicleta que llevar al parque para jugar con sus amigos, se deben a elucubraciones de cómo conseguir explicar por qué no rinden en clase, el porqué de su apatía, por qué en su casa ayer no se cenó y hoy no se pudo desayunar. Sí, porque hay hambre en nuestros niños, aquí en España, ahora en este instante.— Óscar Camiño Santos.