Sed de agua… y de energía
Esta entrada ha sido escrita porAlberto Guijarro, Experto Sectorial de Agua y Energía de ONGAWA.
Foto: Banco Mundial.
En 2014 Naciones Unidas está prestando una especial atención al nexo agua-energía en el ámbito de la cooperación. Alguien podrá preguntar: 1) “Agua vale, pero, ¿energía?”, y 2) “En todo caso, ¿por qué nexo?”.
Respecto a la primera cuestión, y teniendo en cuenta, por ejemplo, que ninguna de las metas de los Objetivos de Desarrollo del Milenio incluía referencia alguna a la energía, o que el IV Plan Director de la Cooperación Española incluye solo 7 veces la palabra energía, en un documento de más de 150 páginas, podríamos pensar que tiene sentido cuestionar el papel de la energía en el ámbito del desarrollo humano, frente a otros temas ampliamente reconocidos como la nutrición, la salud o la educación.
Sin pretender, por supuesto, entrar a valorar la importancia relativa de estos y otros aspectos clave para el desarrollo, resulta indudable que tanto el agua como la energía son elementos indispensables para asegurar una vida digna, y ambos tienen claras relaciones con todos los Objetivos de Desarrollo del Milenio. La importancia del agua para el desarrollo y para el cumplimiento de otros derechos humanos (alimentación, salud, etc.) es sobradamente conocida, y la de la energía también ha sido señalada en los últimos años por numerosas organizaciones, como la Agencia Internacional de la Energía (AIE), el Instituto de Estudios para el Desarrollo de la Universidad de Sussex, la ONG internacional Practical Action o la propia Naciones Unidas, que impulsó a finales de 2011 la iniciativa Sustainable Energy for All, con el objetivo de promover el acceso universal a la energía, las energías renovables y la eficiencia energética.
A lo largo de los últimos años el agua y la energía han ido ganando peso en la agenda del desarrollo, hasta el punto que ambos tendrán, previsiblemente, un objetivo específico dentro de los futuros Objetivos de Desarrollo Sostenible, según la propuesta del Grupo de Trabajo Abierto de NN.UU. sobre los ODS.
La respuesta a la segunda pregunta - por qué hablar del nexo agua-energía – puede no parecer tan inmediata a simple vista, pero al profundizar en el tema las conexiones emergen.
Por un lado, el agua requiere energía y la energía requiere agua. El agua es necesaria para producir casi todas las formas de energía (a excepción de la solar y la eólica), tanto en la extracción de materias primas como en su refinado, su enfriamiento, o, por ejemplo, para el cultivo y el procesado de los agrocombustibles; según la AIE, la producción energética representa en la actualidad del orden del 15% de las extracciones mundiales de agua, y NN.UU. estima que en las condiciones de producción actuales, para producir 1 litro de agrocombustible se necesitan 2.500 litros de agua.
Por su parte, la energía es necesaria para la extracción de agua (por ejemplo, para el bombeo), la potabilización y en su distribución desde los lugares de producción a los de consumo, o en el transporte y tratamiento posterior de aguas residuales. Se necesita gran cantidad de energía en todos los usos que se da al agua, desde el consumo humano y en los hogares, hasta el destinado a la agricultura, la industria o los servicios.
A pesar de esta dependencia mutua, la mayoría de gobiernos tienen organismos separados para abordar el agua y la energía, con pocos mecanismos para establecer políticas sectoriales coordinadas y coherentes que reduzcan ineficiencias y aprovechen las sinergias entre ambos sectores para favorecer el desarrollo de la población más vulnerable.
En este punto es preciso recordar que los recursos hídricos y energéticos son limitados (las renovables no, claro). Además, las previsiones de crecimiento de la demanda de agua (un 55% entre 2000 y 2050, según la OCDE) y de energía (un 33% entre 2011 y 2035, según la AIE), ponen en riesgo a todo el planeta, aunque de manera especial a la población pobre de países emergentes y países en desarrollo. Naciones Unidas estima que 1.800 millones de personas vivirán en 2025 en países o regiones con escasez absoluta de agua y dos terceras partes de la población mundial podrían hacerlo en condiciones de estrés hídrico. Por su parte, la AIE establece que en un escenario “business as usual” en 2030 apenas existirían avances respecto a los 1.300 millones de personas sin acceso actualmente a la electricidad y los 2.800 millones de personas que dependen para cocinar de combustibles y tecnologías poco eficientes y muy contaminantes, que provocan, según la OMS, 4,3 millones de muertes al año por enfermedades respiratorias.
Y de nuevo el nexo se deja ver: los cientos de millones de personas que carecen de acceso al agua (748 millones, aunque muchos más si acceso seguro y sostenible) y a la electricidad (1.300 millones) son las mismas personas desfavorecidas (the “bottom billion”).
Existe otro elemento que relaciona el agua y la energía: el cambio climático. El sector energético genera las dos terceras partes de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, y el cambio climático que esto provoca tiene fuertes repercusiones sobre los recursos hídricos. A este respecto surge el dilema agua vs. CO2, ya que muchas soluciones energéticas destinadas a la reducción de gases de efecto invernadero requieren de grandes cantidades de agua (agrocombustibles, captura y almacenamiento de carbono, etc.). Como se ha comentado anteriormente, tecnologías renovables como la solar y la fotovoltaica, que no consumen agua de forma directa, son parte fundamental en la solución.
En definitiva, la interrelación agua-energía, como elementos esenciales en la nueva agenda de Objetivos de Desarrollo Sostenible, requiere de políticas hídricas y energéticas coordinadas, de largo plazo y al más alto nivel de las agendas de los gobiernos de todo el mundo. La hoja de ruta debería venir marcada por la disminución del consumo de agua y energía, la promoción de renovables y la mejora de la eficiencia en países desarrollados, y la promoción del acceso universal (desde enfoque de derechos) y la mejora de la eficiencia en países en desarrollo y emergentes.
En caso contrario, no se podrá romper el círculo vicioso al que se enfrentan cientos de millones de personas sedientas de agua y energía.
Si quieres acompañarnos en la reflexión sobre la relación entre agua, energía, cambio climático y desarrollo te invitamos a que visites nuestro blog o te unas a la conversación en redes sociales a través del hashtag #NexoAECC.
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