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Coordinado por Gonzalo Fanjul y Patricia Páez

La "guerra biológica" de Liberia contra el ébola

Esta entrada ha sido escrita porSarah Crowe,Jefe de Comunicaciones de Crisis de UNICEF, que se encuentra actualmente en Liberia informando sobre la epidemia.

Una trabajadora de UNICEF explica a un grupo de personas cuáles son los síntomas del ébola y cómo se puede prevenir la enfermedad. © UNICEF/Jallanzo

Los vuelos hacia zonas de desastre suelen estar llenos de trabajadores humanitarios y periodistas. Esta vez no. El avión era uno de los primeros que despegaba después de que 10 aerolíneas dejaran de volar a Liberia a causa del ébola y, aun así, estaba vacío.

La última vez que estuve en Liberia en 2006, era para trabajar en la reintegración de niños reclutados por grupos armados. Eran tiempos de paz. Ahora el país está librando una "guerra biológica" contra un enemigo invisible y sin soldados de a pie.

Al llegar al aeropuerto te encuentras con un espectáculo desconcertante - un equipo de trabajadores sanitarios equipado con máscaras y guantes nos pide que nos lavemos las manos con una solución de cloro y toma nuestra temperatura.

Iba a ser el comienzo de una nueva rutina – casi a cada hora todos los días desde entonces, han tomado mi temperatura y he tenido que lavarme las manos con cloro a la entrada de cada edificio, cada oficina, cada tienda, y cada hotel. Incluso en pequeñas aldeas.

A la mañana siguiente, en la sala del hotel donde desayunamos hay muchísima actividad - un gran grupo de científicos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades se apiña alrededor de varios ordenadores y habla animadamente comparando gráficos y datos.

La capital de Liberia, Monrovia, se revela como una ciudad marcada por los carteles informativos sobre el ébola. Explican en grandes letras lo que la gente ya sabe muy bien ahora – el ébola es mortal, hay que protegerse y lavarse las manos. Las charlas en el coche, en la calle y, sobre todo, en la radio son sólo sobre el ébola – llaman personas que quieren saber qué hacer cuando su hijo enferma o que tienen miedo a acudir a los centros de salud y hospitales y no se tratan.

Un compañero me explica que acaba de perder a una familiar a punto de dar a luz. Era un embarazo normal, pero tuvo que recorrer todos los hospitales y nadie la quiso atender, al personal le daba miedo contagiarse de ébola durante el parto. Ella no tenía el virus, pero murió a causa de complicaciones en el parto. Su bebé sí que sobrevivió.

La noticia del obstetra estadounidense que contrajo la mortal enfermedad en Liberia mientras asistía en un parto ha aumentado las preocupaciones entre el personal sanitario. Hasta ahora 169 trabajadores sanitarios de Liberia se han visto afectados por el ébola y 80 han muerto – es un durísimo golpe para un sistema de salud tan frágil.

Al siguiente día de mi viaje me preparo para visitar el condado de Lofa, donde se necesita encontrar más espacio de almacenamiento - UNICEF ha entregado toneladas de equipamiento, incluyendo trajes de protección personal, cloro y sales de rehidratación oral para Liberia – y poner en marcha más sistemas de vigilancia y tratamiento para otras causas de mortalidad infantil que ahora están quedando olvidadas-como el sarampión, la diarrea y el cólera.

El ébola ha convertido a los sobrevivientes en trampas humanas, en municiones sin explotar – la gente piensa que si los tocas, te mueres. El ébola extiende una psicosis paralizante en el país.

Las fuertes lluvias arrecian todo el fin de semana - me estremezco al pensar en los trabajadores sanitarios y en los pacientes que luchan sólo protegidos por unas débiles láminas de plástico bajo estas lluvias. Por suerte, los cielos de Monrovia clarean para el viaje en helicóptero de hora y media hasta la problemática frontera entre Sierra Leona, Guinea y Liberia.

En Voinjama me voy con un equipo de movilizadores sociales que interactúan y educan a las comunidades. Cantan la canción que los compañeros de UNICEF Liberia inventaron “El ébola está aquí” con un megáfono mientras recorren el pueblo.

A muchos liberianos se les ha pegado el estribillo y el mensaje está salvando vidas. Hablamos con las familias sobre cómo protegerse del ébola. Nos cuentan la trágica historia de un superviviente en su comunidad. Regresó desde el centro de tratamiento, pero a pesar de los resultados negativos de las pruebas infectó a su novia, que murió. El semen de los hombres supervivientes al ébola sigue siendo contagioso durante un mínimo de siete semanas después de la infección.

Los vecinos preguntan si se puede aislar a los sobrevivientes

El médico del vacío hospital que visitamos explica que sospechan de cualquier paciente que viene con fiebre, diarrea o dolores de estómago, síntomas típicos del ébola. "Culpable hasta que se demuestre lo contrario" es el lema - y el personal sanitario acaba abandonando su trabajo y dejando al centro sin recursos para hacer frente al virus.

En los terrenos del centro de salud del distrito, aparece un equipo de enterradores cargados con pulverizadores, trajes protectores y sprays de cloro. Han enterrado a tres personas que fallecieron separadas por 10 kilómetros una de otra. Hay que mantener una distancia segura. La muerte no tiene dignidad aquí. Los muertos se toman y se queman rápidamente con los trajes de plástico. Los funerales, que una vez fueron rituales, ahora son excepciones raras.

Una de las trabajadoras psicosociales nos dice que está tratando con 100 niños y niñas afectados por el ébola en Voinjama que están solos, muchos de ellos son huérfanos. No sabe qué puede hacerse con ellos. Con las escuelas cerradas por lo menos hasta el año que viene, quizá 26.000 maestros del país podrían formarse como cuidadores capacitados.

De vuelta a Monrovia, escuchamos una noticia bomba de la Organización Mundial de la Salud - se espera un enorme aumento en el ébola. El ministro de Defensa explica al Consejo Seguridad de la ONU que el ébola pone en peligro el futuro de su país.

Los tiempos difíciles están lejos de terminar. La población de Liberia es estoica y valiente, pero cuando hablas con muchos ciudadanos liberianos dicen que se sienten abandonados y que necesitan ayuda para tratar otras enfermedades también.

En el coche, los compañeros hablan casi con nostalgia por la prolongada guerra civil que sufrieron en el país. Explicaban que al menos era un enemigo que se veía, que oían los cohetes y que podían esquivar las balas. Ahora tratan de centrarse únicamente en lo que pueden hacer – entregar más kits de higiene, reforzar los mensajes, conseguir atención sanitaria básica para niños y madres.

Este es el trabajo más inusual y surrealista que he emprendido en mi carrera. Afortunadamente, una de las alegrías de trabajar para UNICEF es tener contacto con los niños, con los bebés, jugar con ellos. Aquí nos atrevemos a tocar los bebés, pero con los demás no hay apretones de manos, ni abrazos. Es simplemente demasiado arriesgado.

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