Bocina o terraza
El Ayuntamiento de Madrid restringe al tráfico gran parte del centro de la ciudad
Alberto Ruiz-Gallardón, alcalde de Madrid entre 2003 y 2011, fue el primero en dar el paso: peatonalizó y restringió el tráfico en el cogollo de la ciudad (unas 160 hectáreas en torno a la céntrica Puerta del Sol), pero no se atrevió, o no le dio tiempo, a ampliar los cortes a la almendra central de la capital. Unas pocas calles —hasta entonces atestadas de coches, ruido y humos— se convirtieron así en imanes para turistas, comercios especializados y terrazas.
A Ana Botella, sustituta de Gallardón en el Ayuntamiento y que ya ha anunciado que no se presentará a las elecciones municipales de 2015, no le ha temblado la mano al ampliar a más de 350 hectáreas las zonas por donde los coches de los no residentes no podrán circular. La polémica ha saltado a la calle: ¿qué debe prevalecer?, ¿la libertad de movimiento de los ciudadanos o la calidad de vida de los barrios? Botella lo tiene claro: la calidad de vida. Por eso, ha decidido que, a partir del 1 de enero, todo el casco histórico quede vedado a los coches de los que allí no viven. Pero el presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, también del PP como Botella y Gallardón, disiente: es una “limitación a la movilidad de los ciudadanos”. “Hay un montón de medidas [para reducir la contaminación] que no son limitativas de la capacidad de circular de la gente”, añadió ayer.
La izquierda aplaude, en líneas generales, la decisión de Botella, pero alguna derecha la mira de reojo. ¿Y los vecinos y comerciantes? Pues también están de acuerdo con la alcaldesa. Para ellos las ventajas son múltiples: aparcar en la puerta de casa, menos ruido, menos contaminación, más vida en la calle…
Pero el debate no está cerrado: ¿de quién es el centro de una ciudad? ¿De los residentes o de los que acuden a él cada día en automóvil? Un lector, que vive en un barrio próximo a la zona acotada, dejó ayer un comentario en la web de EL PAÍS donde clamaba contra la decisión de Botella. “Ahora nuestros barrios se llenarán de los coches que no pueden acceder al centro y será mucho más difícil aparcar”.
El pulso entre detractores y partidarios de la medida, que no es nueva en Europa, ya ha acabado en ciudades como Berlín, Estocolmo, Londres y Atenas: sus regidores decidieron que debían prevalecer las terrazas sobre las bocinas.
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