El misterio del hombre del traje oscuro
De Isidoro Álvarez se sabe que revolucionó el consumo español en sus 25 años al frente de El Corte Inglés... y muy poco más
En una época en que los grandes empresarios han adquirido el aura mediática de auténticos gurús, sorprende el reducido número de imágenes disponibles de Isidoro Álvarez. Y las que sí hay caen en un esquema muy similar: en ellas, Álvarez mira a la cámara siempre vestido del mismo modo, con camisa blanca, traje oscuro y corbata a juego. Son las fotografías que llegaban a la prensa cada año tras la junta de accionistas de El Corte Inglés, el gigante empresarial que Álvarez dirigió desde 1989 hasta su repentino fallecimiento ayer domingo.
Comenzó descargando mercancía en los almacenes y pronto pasó a trabajar en la sección de zapatos. Cuando terminó la carrera, asumió su primer puesto directivo en la empresa y, en 1959, fue nombrado consejero delegado de la firma
Isidoro Álvarez rara vez permitió que le fotografiaran en público. Cuando accedió a ello, fue ante una de sus tiendas o en la entrada de la Fundación Ramón Areces. Del mismo modo, rara vez se pronunció acerca de cuestiones ajenas a las empresariales. Extraordinariamente reservado, todo lo que sabemos hoy de él se refiere a su trayectoria profesional. Quizás sea porque, desde los 19 años, su figura es indistinguible de la de la empresa a la que dedicó todos sus esfuerzos.
Cuando cruzó por primera vez las puertas de El Corte Inglés, en la madrileña Calle de Preciados, Isidoro Álvarez acababa de llegar a Madrid desde su aldea asturiana natal con el objetivo de estudiar Económicas. Por aquel entonces, El Corte Inglés había dejado ya de ser la sastrería especializada de la que había tomado el nombre para convertirse en la competencia directa de Galerías Preciados bajo el mando de Ramón Areces, familiar de Isidoro Álvarez. Fue así como el recién llegado entró a trabajar en la empresa familiar. Siempre recalcó que lo hizo desde la base: comenzó descargando mercancía en los almacenes y pronto pasó a trabajar en la sección de zapatos. Cuando terminó la carrera, asumió su primer puesto directivo en la empresa y, en 1959, fue nombrado consejero delegado de la firma.
En 1989, cuando asumió la presidencia de los grandes almacenes, la Tarjeta de El Corte Inglés tenía más usuarios que cualquier otra tarjeta de crédito en España
Desde luego, fue un ascenso meteórico en un momento estratégico. A principios de los años 60, la competencia directa entre El Corte Inglés y Galerías Preciados desencadenó una revolución sin precedentes en el modo en que se vendía en España. Si anteriormente ambos habían sido pioneros a la hora de eliminar los mostradores para ubicar la mercancía en mesas al alcance de los clientes, la década de los sesenta traería la consolidación, en El Corte Inglés, de fenómenos como las rebajas de temporada o la implementación de nuevas fórmulas de publicidad.
Isidoro Álvarez vivió estos cambios desde una posición privilegiada. En 1989, cuando asumió la presidencia de El Corte Inglés tras el fallecimiento de Areces, la tarjeta de El Corte Inglés tenía más usuarios que cualquier otra tarjeta de crédito en España. Puede parecer un dato anecdótico, pero el boom del consumo de los 90 fue también el boom de la venta a crédito, de la llegada de nuevas marcas a España y de la generación de un clima de confianza que cristalizó en una frase repetida por doquier: “Si El Corte Inglés va bien, el país va bien”.
Álvarez visitaba frecuentemente tanto sus tiendas como las de la competencia para detectar ventajas competitivas y posibles puntos débiles
En 1995, Álvarez firmó la compra de Galerías Preciados y acabó con una rivalidad casi legendaria en cuya virulencia muchos vieron asuntos familiares no resueltos. Las versiones a este respecto son contradictorias. Lo que sí sabemos es que, desde entonces, Isidoro Álvarez intensificó la diversificación del negocio mediante la apertura de hipermercados y líneas más especializadas como Hipercor o Sfera. En estas dos décadas, El Corte Inglés ha pasado a ser una empresa que comercializa productos tan dispares como viajes, seguros y obras de arte. Obsesionado con no perderle el hilo a la actualidad –un riesgo muy factible en una empresa que, fiel a su política de ascensos, apenas contrata directivos procedentes de fuera–, se dice que Álvarez visitaba frecuentemente tanto sus tiendas como las de la competencia para detectar ventajas competitivas y posibles puntos débiles.
En estos últimos tiempos, y una vez capeada la crisis de consumo, había afianzado la posición de su sucesor natural, Dimas Gimeno, y establecido alianzas estratégicas con el Banco Santander, además de una red de patrocinios de todo tipo –incluido un acuerdo con la Asociación de Creadores de Moda de España. Más allá de los informes económicos, su hermetismo mediático sólo se veía roto por la curiosa tradición de firmar el original de las felicitaciones que los usuarios de la tarjeta de El Corte Inglés recibían cada Navidad. Sin duda, es un toque de calidez que añade aún más complejidad a la figura de un empresario que definía su compañía como una familia y que, sin embargo, contribuyó a forjar un imperio comercial que, de tan cotidiano, resulta todavía enormemente enigmático.
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