De cruces y bruces
La polémica suscitada por la orden judicial para el derribo de la “cruz de los caídos” de Vigo, debe llevarnos a valorar una situación anómala, que, con la complicidad del PSOE, se está desarrollando en esa ciudad.
Y es que la Ley de Memoria Histórica, acordada por el Gobierno de Zapatero y aprobada por el Congreso de los Diputados el 31 de octubre del 2007, promueve la retirada de todos los símbolos que puedan testimoniar la exaltación de la Guerra Civil y posterior dictadura franquista. La cruz de Vigo es un símbolo franquista, erigido por y durante la dictadura y promovida desde la jefatura del Movimiento de esa ciudad, es decir, por la Falange.
El alcalde, Abel Caballero, no puede aducir que no la derribó antes por haberse comprometido con un obispo. Ese compromiso traiciona la filosofía de la ley y da cobertura a las más ignominiosas intenciones de perpetuar los símbolos de una época que queremos olvidar. Y no vale decir que ya no tiene las placas conmemorativas con las que fue erigida, que rezaban, nunca mejor dicho, “en memoria de los caídos por Dios y por España”. La cruz en sí significa una ofensa a la memoria de los republicanos asesinados y de sus familias. Y aún tiene su alcalde, Caballero, la desfachatez de amenazarnos con recurrir el auto del juez, para dilatar en el tiempo su derribo.
La cruz es un símbolo religioso que, como todo lo íntimo, debe ser llevado en el corazón; la Iglesia católica lo exterioriza como propaganda, pero que las autoridades civiles se empeñen en intentar saltarse la ley, acordando con la propia Iglesia que no es un símbolo represivo, es una falta de respeto a las víctimas.— Raúl Pillado Lista.
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