_
_
_
_

"Mi ropa da ganas de practicar sexo"

Olivier Rousteing, el joven diseñador de Balmain, quiere conquistar al hombre a base de pop, Instagram y promesas de ligue garantizado

Daniel García López
“Me encantan los campeones”. Olivier Rousteing se ha inspirado en el esquiador francés de los setenta, Jean-Claude Killy, y en los pilotos de Fórmula Uno, para la colección P/V 2015. Aquí, fotografiado en exclusiva para ICON, en París.
“Me encantan los campeones”. Olivier Rousteing se ha inspirado en el esquiador francés de los setenta, Jean-Claude Killy, y en los pilotos de Fórmula Uno, para la colección P/V 2015. Aquí, fotografiado en exclusiva para ICON, en París.Gerard Estadella

Igual que las sedes de los grandes grupos bancarios son ciudades ultramodernas, y las de las editoriales, oficinas que han vivido tiempos mejores, el número 44 de la rue François I es un digno edificio hausmanniano, en el distrito octavo de París, con molduras blancas y trampantojo de mármol travertino. Exactamente como merece el cuartel general de una respetada casa de moda. Al traspasar la puerta del primer piso, sin embargo, una falange de modelos pisotea la nostalgia napoleónica. Desfilan hasta quedarse quietos, en formación, para que los invitados puedan apreciar una colección que incluye sudaderas con coderas reforzadas y colores de competición, chaquetas bordadas con cuentas en pautas geométricas –entre indio americano y nuevo romántico– y unas botas de combate que descubren los dedos de los pies. Estamos en julio, es la presentación de la primavera 2015 de Balmain y, aunque este no sea el tipo de ropa que uno se pondría para su reunión de las diez, esa tampoco es la aspiración de su diseñador, Olivier Rousteing. “Hace tiempo que hombres como Kanye West o Prince me pedían que adaptara para nosotros lo que hago para las mujeres”, explica, mientras se acerca a un modelo que combina un poncho profusamente decorado con un pantalón suelto de motorista. “En realidad, yo mismo visto así: me puedo poner una chaqueta de 25.000 euros, pero la llevo con un chándal”. Rousteing tiene 28 años, lleva tres al frente de Balmain y quiere hacer de la casa francesa el canto generacional de una juventud que prefiere Rihanna a Jim Morrison, Sensación de vivir a Blow Up, Ralph Lauren a los diseñadores de vanguardia, y la Copa del Mundo a un club de caballeros.

Olivier Rousteing junto a Rihanna, con quien ha colaborado en su campaña de mujer de este verano, y la estilista Sara Battaglia, en la fiesta posterior a su desfile del pasado marzo, en París
Olivier Rousteing junto a Rihanna, con quien ha colaborado en su campaña de mujer de este verano, y la estilista Sara Battaglia, en la fiesta posterior a su desfile del pasado marzo, en París

Ha dicho que su ropa de hombre es como un pasaporte para el sexo.

¡Claro! Con la ropa de Balmain dan ganas de practicarlo. Mucha gente dice que no es cool jugar con el sexo, con la tentación. Para mí, lo cool es trabajar con sinceridad, y lo que yo hago es una visión de mí mismo y de mi generación.

Su última colección está inspirada en los campeones. Hay quien opina que la moda está mejor sin la influencia de los deportistas.

No estoy de acuerdo. La moda necesita lo que la gente quiere ver. La moda es el ojo de la cultura de hoy, y el deporte es parte de esa cultura, así que no sé por qué deberíamos apartarnos de ello. Mira a Neymar. Probablemente no tenga una belleza o una estética convencionales, pero ha sido portada de Vogue Brasil y Wall Street Journal. Es el tipo de tío que tiene cinco millones de seguidores, que se hace selfies, que es sexy… Hoy la gente conoce mil veces mejor a Neymar que a cualquier modelo masculino.

¿Adónde quiere llevar Balmain Homme?

Es más personal que la colección de mujer, porque me lo puedo poner. Quiero que sea cada vez más mío, y que conserve ese diálogo entre pop y hip hop, y pero sin perder lo relajado de la ropa deportiva. Es lo que intenté con esta colección.

No diremos que a Olivier Rousteing el puesto le vino antes de tiempo, pero sí de manera abrupta. Corría marzo de 2011 y, en una semana de la moda de París ya conmocionada por la caída de John Galliano, tras aquella borrachera trufada de insultos antisemitas que le valió el despido de Dior, Christophe Decarnin, el diseñador que había convertido a Balmain en uno de los platos más apetitosos de cada temporada, no apareció para saludar después de su desfile. ¿La razón? Un colapso nervioso. En abril, la firma confirmaba el divorcio de su director creativo y que su mano derecha, un desconocido de 25 años llamado Olivier Rousteing, ocuparía su lugar. Desde entonces, la mujer Balmain se ha sacudido las escuetas, carísimas piezas rockeras de la época anterior, que ya forma parte de la mitología fashion: nunca vestidos tan pequeños llevaron tantos ceros adosados. El hombre, cuyas ventas crecen a razón del 40% anual, bebe tanto de las colecciones femeninas (las chaquetas con cuentas estaban en la última colección crucero), como del hedonismo sin complicaciones de su diseñador. Alguien que se confiesa encantado de que Zara le copie; que veranea en Mykonos, acompañado de otros bronceados miembros del star system de la moda, y que piensa que no basta con llevar tus propias creaciones. Hay que poder. “Pocos tienen la edad para ponerse lo que diseñan”, explica.

Esta imagen y las siguientes corresponden a prendas de su colección de otoño/invierno 2014, llena de chaquetas estructuradas, piezas elaboradas y sus ya clásicos pantalones 'bikers'
Esta imagen y las siguientes corresponden a prendas de su colección de otoño/invierno 2014, llena de chaquetas estructuradas, piezas elaboradas y sus ya clásicos pantalones 'bikers'

Ahora que la política de su país está marcada por una Marine Le Pen que quiere una Francia y una Europa más cerradas y consevadoras, ¿cuál cree que es su papel?

Después de siete temporadas me he dado cuenta de que no solo haces ropa, sino que lanzas mensajes. Todo lo que sé es que soy un chico mestizo en una casa de lujo, donde he introducido un imaginario mixto que incluye a todo el mundo, de cualquier nacionalidad. Estoy muy orgulloso de decirle a Marine Le Pen, si quiere escucharme, que soy un diseñador francés, que soy el futuro de Francia.

¿Me contaría su propia historia?

Soy un chico mestizo en una casa de lujo. Estoy orgulloso de decirle a Marine le Pen que soy un diseñador francés, que soy el futuro de Francia

Me adoptaron cuando tenía un año y poco. Crecí en Burdeos, una ciudad acomodada, culta y con una preciosa arquitectura. Tuve la mejor infancia posible. Era el niño negro de la familia, pero solo me sentí así a los 12 años, cuando en el colegio me llamaban bastardo porque no era como mis padres; ellos siempre me habían dicho que no es cuestión de sangre, sino de cariño. A los 16 quería ser actor, así que me mudé a París, pero lo dejé porque era muy malo. Luego empecé mis estudios de moda. Tampoco me fue muy bien, porque no me gustaban los profesores y no se me daba muy bien escuchar. Después me fui a Roma, donde trabajé para un diseñador que me prometió que me llevaría a la semana de la moda de Milán. Cuando no lo cumplió, me marché. Era un jodido mentiroso.

Luego probó suerte en Milán.

Versace quería contratarme como becario si esperaba dos o tres semanas, pero obviamente no quería esperar, así que me presenté a Cavalli en Florencia y entré a los tres días.

¿Cómo fueron los últimos días de Christophe Decarnin?

Duros. Cada vez pasaba más tiempo fuera del estudio, así que yo tenía que sacar adelante la colección. Guardo con mucho cariño los mejores momentos que pasamos, pero los peores me hacen recordar que la moda es solo moda, que no te levantas cada mañana para curar el cáncer, sino para diseñar ropa. Si algún día me diera cuenta de que vivo el trabajo así, me aseguraría de dejarlo cuanto antes.

¿Mantiene contacto con él?

No.

La historia de Decarnin coincidió con la caída de Galliano. Entonces se dijo que era el fin del diseñador estrella. ¿No es usted uno de ellos?

Ellos eran reyes en sus castillos. Yo no soy una estrella del rock, sino del pop: no hay sufrimiento, creo en la felicidad. La gente se puede acercar a mí. Mi Instagram está lleno de mi realidad. El verdadero Olivier es el que se hace un selfie cuando se despierta, el mismo que se lo pasa bien con sus amigos que no son famosos en París pero luego va a la boda de Kim Kardashian.

Desde que sucedió a Decarnin, se ha convertido en el centro de atención. ¿Cómo lo lleva?

Mejor que antes. Durante demasiado tiempo intenté complacer a los demás, sin saber que la llave del éxito es complacerte a ti mismo. Ahora disfruto porque hay algo tan fuerte y tan profundo que quiero transmitirle a la gente, que puedo asumir todas sus consecuencias.

¿Qué opina sobre la portada de Vogue que protagonizaron Kardashian y Kanye West? A algunos les pareció un sacrilegio que un personaje de telerrealidad ocupara ese espacio.

A la gente le parecerá lo que quiera, pero esta es la realidad hoy. Adoro a Kim. Empezó con un reality, pero ahora su vida es mucho más que eso. Creo que es una mujer de negocios antes que cualquier otra cosa. ¡Aquel número vendió más que el de Beyoncé! Es increíble: una mujer armenia, casada con un negro y con una niña mestiza ¡en la portada de Vogue! El mundo va hacia la mezcla, hacia romper límites.

¿Cómo consiguió a Rihanna para su campaña? He oído que Givenchy también la quería...

Ah, ¿si? Mierda. Lo siento, Riccardo [Tisci, diseñador de Givenchy, otro amigo suyo de la industria y su rival en popularidad instagrámica]. No, en serio, es como te dije. Todo sale natural. Rihanna se pasó por mi estudio cuando vino a actuar a París, y se quedó horas. Se lo probó todo y lo empezó a colgar en Instagram. Nació una relación. Seguimos en contacto, y un día le mandé un mensaje: “El otro día tuve un sueño: Estabas en mi campaña”. Ella me respondió: “Dios mío. Eso sería lo puto más”.

Cuando estaba en Gucci, Tom Ford les preguntaba a sus futuros empleados si querían vivir la vida de glamour que la firma representaba. ¿Usted la ha conseguido?

Sí. Me encanta mi vida. Soy un privilegiado. Duermo en los mejores hoteles, puedo ir a Nueva York para pasar solo un día, o estar cuatro semanas en Los Ángeles. Si quisiera ir a conocer el Antártico el día después de un desfile, podría hacerlo, tengo el dinero y la juventud para ello. Soy una persona feliz, sé de dónde vengo, así que aprecio lo que tengo. Ignoro cómo seré con 35 o 40 años, pero mi vida ya es lo suficientemente increíble. Mi piso tiene 150 metros y vivo solo, no me hace falta uno de 300. Ahora lo que necesito son cosas más sencillas a mí alrededor.

¿Se marea al pensar en lo que tiene?

No. Soy muy perfeccionista. Siempre he trabajado como un psicópata, así que no me extraña que haya tenido buen resultado.

¿Qué fue lo último que tuvo que borrar de Instagram?

No suelo borrar nada, eso es lo interesante. Tengo un estupendo equipo de prensa, y respeto la visión de la casa, pero Instagram es cuestión de honestidad. Posiblemente, tenga más seguidores que otra gente porque soy una persona sincera. Al principio, no sabíamos cuáles eran los límites. ¿Poner cara de pez? ¿Salir borracho? ¿Aparecer con amigos no famosos, o con tu sobrina, o con tu abuela? En Balmain estaban confusos, pero ahora Instagram ha cobrado importancia en el plan de negocio. Yo me pongo la ropa que hago, y la instagramizo para mis 445.000 seguidores.

¿Qué es lo más destestable que le han dicho en Instagram?

El día del padre, puse una foto donde salía con el mío, dándole las gracias por haberme enseñado todo lo que sé. Algunos pusieron: “¿Te enseñó a ser gay?”, “¿te enseñó a ser una zorra?”. Pero no importa. Hay que reírse de esa gente.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Daniel García López
Es director de ICON, la revista masculina de EL PAÍS, e ICON Design, el suplemento de decoración, arte y arquitectura. Está especializado en cultura, moda y estilo de vida. Forma parte de EL PAÍS desde 2013. Antes, trabajó en Vanidad y Vanity Fair, y publicó en Elle, Marie Claire y El País Semanal. Es autor de la colección ‘Mitos de la moda’.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_