"Cataluña y el resto de España"
Esa expresión arregla un problema pero abre otro, y oculta una realidad más compleja
Algunos políticos, periodistas y ciudadanos piensan a menudo en “el conflicto entre Cataluña y España” pero no desean poner ambas palabras en igualdad de condiciones porque entienden que la primera está incluida en la segunda; que no hay dos entidades separadas sino una relación de ambas equivalente a la de un brazo con el cuerpo del que forma parte, sabiendo que la eventual rotura del húmero afectaría al brazo pero le dolería al cuerpo.
Por eso hablan de “el conflicto entre Cataluña y el resto de España”.
Ya sabemos que las sinécdoques (tomar la parte por el todo, o una cosa por su materia) acarrean problemas cuando el todo está tan fragmentado que ninguna de sus partes lo representa en su conjunto.
Si oímos decir “España es alegre” o “Cataluña es bilingüe”, entendemos cabalmente “los españoles son alegres” y “los catalanes son bilingües”. De ese mismo modo, la sinécdoque “el conflicto entre Cataluña y el resto España” representaría “el conflicto entre los catalanes y el resto de los españoles”. Pero no parece que unos y otros sufran conflicto alguno, porque viajan, conversan o hacen negocios entre sí con toda normalidad. De igual forma, ningún español no catalán se siente acusado personalmente por la frase “España nos roba”, que no verá equivalente de ninguna manera a “los españoles nos roban”, incluido él. Por tanto, a veces “España” no es igual a “los españoles”. ¿A qué equivale “España” entonces en esa sinécdoque sobre el conflicto? Evidentemente, al Gobierno español.
Ningún español no catalán
Sin embargo, en el caso de “Cataluña” puede suceder al revés. Leemos que “Cataluña paga más impuestos que Extremadura”. Pero los impuestos no los paga “Cataluña” (la Generalitat), sino sus ciudadanos. Y pagan más al Estado porque los ingresos de los catalanes en su conjunto son superiores a los que consiguen los extremeños.
Así pues, en “España nos roba” la palabra “España” significa “el Gobierno”, y no “los españoles”. Y en la frase “Cataluña paga más”, “Cataluña” no equivale a “la Generalitat”, sino a “los catalanes”. Y en la oración “los catalanes son los que más pagan a España”, la palabra “España” engloba también al sujeto de la oración (“los catalanes”) porque ellos se están pagando a sí mismos como destinatarios de una parte del gasto público, por pequeña que fuere.
Entonces, hablar de las relaciones entre “Cataluña y el resto de España” arregla un problema pero abre otro, pues eso dibuja dos entes separados por una grieta que los deja divididos; y oculta una realidad mucho más compleja. Veamos por qué.
En Cataluña viven unos ciudadanos que apoyan a su Gobierno y otros que no. Así, el Gobierno catalán es respaldado en el “conflicto” por un sector de su población. Lo mismo que el Gobierno español. En lo que llamamos “España” habrá electores que preferirían otra actitud de su Gobierno respecto a Cataluña, y en lo que llamamos “Cataluña” habrá catalanes que hasta apoyen la postura del Gobierno central o al menos vivirían más tranquilos si la Generalitat desarrollara otra política. En esa conjetura, bastante verosímil, Cataluña (Gobierno catalán) tendría un conflicto también con algunos de sus ciudadanos. Y España (Gobierno español), con otra parte de los suyos, algunos de los cuales viven en Cataluña y otros no.
De este modo, “el conflicto entre Cataluña y el resto de España” podría referirse también al conflicto entre Cataluña (Gobierno catalán) y una fracción de los catalanes, que a su vez forman parte de “España” (aunque no del “resto de España”). Estos últimos catalanes serían paradójicamente “el resto de Cataluña” en relación con la “Cataluña” que representa la Generalitat.
¿Cómo resolver todo esto? Podríamos decir “las relaciones de Cataluña con el conjunto de España” (en el que se incluye Cataluña), pero aún nos parecería mejor desechar aquí las sinécdoques para llamar a las cosas por su nombre: “el conflicto entre el Gobierno catalán y el Gobierno español”. Son ellos los que se pelean o se pasan años sin hablarse, y no los ciudadanos a los que parcialmente representan.
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