"Una de las claves de toda crisis es la falta de impacto penal"
Daniel Lacalle, uno de los economistas más mediáticos de España, cuestiona la autoridad moral de quienes han dejado 1.500 millones en facturas sin pagar Cada lunes, ICON publicará una charla un economista sobre sus ideas, sus circunstancias y el auge mediático de su profesión
Cuenta Daniel Lacalle (Madrid, 1967) que lo que más le pregunta la gente hoy es por qué aparece menos en televisión. Y después ya le interrogan sobre cuándo se verá en España esa mejora que algunos políticos y expertos perciben y anuncian. Economista y gestor de fondos en Londres, y reciente autor del exitoso Viaje a la libertad económica (Deusto), es uno de los economistas españoles más mediáticos. Se declara admirador de Meter Schiff, Edmund Phelps y Joseph Salermo, y detractor del influyente Paul Krugman (“que sabe mucho de comercio internacional pero habla de todo”). Lacalle es a quien los medios llaman cuando buscan un perfil liberal para hablar de una economía que, en España, se ha convertido en estrella de las tertulias de café.
¿Por qué es economista?
Fue casi por casualidad. Mi padre es ingeniero náutico y siempre se decía en casa que yo tenía que hacer lo mismo. Pero, mirando las oportunidades que había en las distintas carreras, opté por Económicas y Empresariales, porque era lo que más me gustaba. Y cuando me dieron la plaza le di la mala noticia a mi padre…
¿Se ha arrepentido alguna vez?
No, nunca.
¿Hablamos hoy de economía como ayer hablábamos de fútbol?
Es verdad. Decía Paco Umbral que la gran aspiración del español era ser árbitro de fútbol. Y nos pasa lo mismo con la economía. Una vez que hemos adquirido un conocimiento de las reglas básicas y de la historia, le tomamos ese ánimo casi futbolístico, y ese apoyo casi de Barça o Real Madrid, a la economía. A mí eso me parece maravilloso. Veo que la gente ya no se sienta y dice: bueno, de eso se ocupa Bruselas o el ministro. Porque no es cuestión de ser economista, sino de que nos va la vida en ello.
De Barça o Real Madrid, de un bando o de otro, porque parece que la economía en España se ha politizado…
Sí, pero es que es cierto. La economía es una ciencia social. El que la analiza parte de una percepción de cómo debe vertebrarse la sociedad y la política para llegar a la mejora de la situación económica de todos. Efectivamente siempre hay un trasfondo ideológico. Así, quien dice “yo hablo de economía, no de política”, miente.
Pero aquí, se diga lo que se diga, parece que uno es del PP o del PSOE.
Eso sí que es un problema. La diferencia no es que partas de una opinión económica desde una posición ideológica, sino equipararlo a un partido. Ese es el análisis de Barça-Madrid. Tú puedes tener una visión de la economía liberal o socialdemócrata, pero eso no significa que defiendas como si fuera la camiseta de tu equipo al PP o el PSOE. Lo que hacen no tienen nada que ver con lo que algunos defendemos.
¿Cómo se ve hoy la economía española, y su debate económico, fuera del país?
Muy positiva. En Londres, la percepción general sobre la recuperación a lo mejor es un poco optimista, pues es frágil. Aunque eso no es malo. En cuanto al debate, me parece muy crispado. Se ha instaurado un tipo de discusión económica que parece sacada de Sálvame deluxe, donde unos señores, que igual que los tertulianos económicos, se llevan estupendamente fuera del plató, dentro se dicen las mayores salvajadas personales.
Usted además lo ha vivido en primera persona.
Sí. A mí me atacan hablando de familiares míos, como mi abuelo [José Daniel Lacalle], que fue ministro con Franco, pero se ignora, para encasillarme, a mi padre, que ha sido un intelectual de izquierdas y miembro del Partido Comunista. No se trata de atacar una idea o unos datos, sino a una persona.
¿Cuál es la política económica peor explicada desde el Gobierno y que considera que estaba en cambio bien ejecutada?
Zapatero hizo bien la reforma de la Constitución y el plan de ajuste cuando la crisis era inevitable, pero lo comunicó fatal. Por parte del gabinete de Rajoy, lo peor fue pensar que era todo una cuestión de confianza y que el mercado iba a reaccionar de una manera positiva solo por el cambio de Gobierno. Pero en general hay un problema en la comunicación de los ejecutivos en España, que es el utilizar los globos sondas. Que un ministro diga algo que genera un gran revuelvo; que luego llegue otro y lo desdiga; y que, al final, aparezca el Presidente e intente solucionarlo. Esa política es extremadamente dañina para la imagen de España y se debería evitar a toda costa.
¿Debería haber más responsables, judicialmente hablando, de esta crisis?
Totalmente. Una de las claves de todas las crisis es la falta de impacto penal, en el despilfarro y en la malversación de fondos. El problema de los rescates o de los salvamentos de sectores ultraendeudados es que generan el incentivo perverso de que no se ve la responsabilidad por una mala acción. Pero es muy importante que esa penalización exista. Siempre digo que el principio de la solución en España está en que aparezca en el Código Penal el concepto de despilfarro de fondos públicos. Porque cuando haya un riesgo personal se reducirá el riesgo a que eso suceda. No puede ser que en España haya personas que hayan dejado 1.500 millones en facturas sin pagar y estén dando lecciones.
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