Esperando al BCE
La eurozona necesita nuevos estímulos para no caer en una década perdida
El BCE celebra hoy un Consejo de Gobierno en el que deberían tomarse decisiones para neutralizar la combinación de estancamiento y cercanía a la deflación en que se encuentra la eurozona. Su presidente fue suficientemente explícito sobre la severidad de esa situación en el foro bancario de Jackson Hole, hace pocos días: nunca antes Draghi se mostró tan directo en un diagnóstico no por amenazante menos conocido.
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Siete años después del inicio de la crisis financiera, la eurozona apenas crece, sus tres principales economías (Alemania, Francia, Italia) han vuelto a contraerse en el segundo trimestre, el endeudamiento privado es elevado, el crédito no repunta, la fragmentación financiera sigue siendo explícita; y, no menos relevante, los precios bordean la frontera de la deflación, muy alejados del objetivo de estabilidad asumido por el BCE. Un cuadro cada día más cercano al dominante durante esa larga década perdida que acaba de concluir la economía japonesa, pero con una diferencia: Japón nunca tuvo una tasa de paro cercana al 12%.
En esa reunión de banqueros centrales, Draghi admitió por primera vez la insuficiencia de la demanda agregada y la consiguiente necesidad de estímulos adicionales, no solo monetarios.
Sería muy conveniente, por tanto, que hoy se tomaran decisiones como las anunciadas antes del verano, de aumento de la masa monetaria en circulación (quantitative easing) para comprar bonos, decisiones adoptadas ya hace tiempo por sus colegas de la Reserva Federal, del Banco de Inglaterra y del Banco de Japón. Con el grado de particularización a la realidad de la eurozona que sea preciso, incluida la posibilidad de adquisición de titulizaciones de créditos bancarios.
El BCE sabe que la decepción cotiza, y no solo en los mercados financieros.
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