Vivir sencillo salva vidas
Eso es lo que pone en la fachada del estudio de arquitectos Al borde. Ellos explican que apuestan por la colaboración, los restos, los experimentos y las necesidades reales. Y su apuesta también es real: su currículo de obra construida lo corrobora.
David Barragán, Pascual Gangotena, Marialuisa Borja y Esteban Benavides formaron, hace siete años, el estudio Al borde en Quito (Ecuador). Los unía una misma manera desprejuiciada de entender su profesión y la voluntad de reparar más que la obsesión por innovar. Ellos hablan de “recombinar lo existente” para resolver necesidades reales. Y así es como trabajan y cómo enseñan las claves de su arquitectura para multiplicarla. Lo hacen en talleres desarrollados en pueblos y también en universidades de todo el mundo, de Austin a París.
En estos pocos años, han firmado muchos tipos de proyectos: desde viviendas hasta escuelas, montajes temporales o fiestas de barrio. Eso sí, siempre han empleado lo que había en cada sitio, mucho ingenio y bajísimos presupuestos. Con obras como la Escuela Nueva Esperanza, de 2009, la Segunda Escuela, de hace tres años, o la Casa Entremuros –nominada al Premio de las Américas Mies Crown Halll que concede el IIT- han acumulado un buen número de premios internacionales. Entre ellos, el de la Bienal Iberoamericana de Arquitectura y Urbanismo, que destacó, en 2010, esa escuela, uno de esos proyectos levantados apenas sin presupuesto que, sin embargo, logró transformar un lugar.
Recombinando lo preexistente y pensando sin prejuicios. Colaborando con profesionales de otras disciplinas (educadores, músicos, artistas o diseñadores), la fuerza de sus construcciones radica en su ingenio, en su habilidad para desarrollar sistemas constructivos y en la visión para trabajar con lo que encuentran disponible en cada lugar combinando tradición e innovación.
Los arquitectos de Al borde hacen su arquitectura hablando con los usuarios. Para saber de la arquitectura del mundo utilizan más periódicos generalistas que revistas especializadas y defienden el reciclaje por encima de las inauguraciones. Estos cuatro proyectistas demandan a la arquitectura una nueva verdad que aleje su disciplina de las obras impolutas y la lleve al mundo cotidiano, el de las remodelaciones, las reparaciones y las transformaciones. Donde importa tanto la idea brillante como su coste. Como escribió Ana María Durán en la revista ecuatoriana Clave: “viven al borde, pero no al margen”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.