Magaluf, un falso Eldorado
La localidad mallorquina recibe y fomenta un turismo de mala calidad
Cada generación piensa que ha descubierto el sexo y la fiesta. No es extraño, por tanto, que cada cierto tiempo el cine produzca alguna cinta de éxito donde un grupo de jóvenes se desmadra al experimentar sus primeras bocanadas de libertad. Desde la ochentera Porky’s a la actual Project X pasando por la ya vieja Supersalidos abundan los ejemplos. Y toda generación busca —y si hay suerte encuentra— su particular Eldorado, donde sus fantasías se hacen realidad. O al menos donde tienen más posibilidades de hacerlo. Y así, una generación actual de jóvenes, mayoritariamente británicos, ha convertido la localidad mallorquina de Magaluf en una especie de versión siglo XXI del salón de la casa de Tom Cruise en Risky Business—sí, los ochenta otra vez— donde la norma es que no hay normas. Alcohol más que barato, riesgo y sexo. Un irresistible canto de sirena cuyo efecto multiplicado por el altavoz de las redes sociales llega a oídos de cada vez más jóvenes europeos ansiosos por abandonar las aburridas —les parece— aguas de la adolescencia y adentrarse en el territorio inexplorado de la libertad adulta.
En una época donde cada joven ha recibido a lo largo de años innumerables mensajes y advertencias sobre la seguridad, por ejemplo en el coche, los daños que provoca el consumo de alcohol y drogas y la necesidad de extremar las precauciones en materia de sexo, Magaluf se ha convertido en sinónimo de borrachera continua, salto desde el balcón, ya sea para pasar de una habitación a otra como para bajar a la piscina, y oportunidad de tener sexo, por ejemplo, mientras se toma una copa. Y todo muy barato y sin consecuencias —eso creen— salvo algún comentario negativo en Facebook. Los muertos saltando siempre son otros.
Seguramente en Magaluf preferirían no ser conocidos por un campeonato de felaciones, pero lo cierto es que desde hace años se ha incentivado el turismo de baja calidad, poco dinero y menos respeto por las normas cívicas. Apelar ahora al sentido común en temas como el balconing en personas que deciden prescindir de él durante varios días es ineficaz. Pero se puede dejar de vender alcohol a precios irrisorios y buscar otro tipo de clientela. Una que no persiga su falso Eldorado.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.