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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Deriva autoritaria

La detención masiva de policías revela la erosión del Estado de derecho en Turquía

La reciente detención de decenas de mandos policiales supone una nueva escalada en el proceso de demolición del Estado de derecho en Turquía. Erdogan trata de impedir así que sectores de los servicios de seguridad críticos con su deriva autoritaria intenten frenar su elección como presidente de la República en los comicios de agosto. Los detenidos, entre ellos altos jefes policiales y de la lucha antiterrorista, habían participado en las investigaciones llevadas a cabo las pasadas Navidades sobre presuntas corrupciones en el entorno político y empresarial del partido del Gobierno. Las revelaciones forzaron la dimisión de cuatro ministros y estuvieron a punto de alcanzar al propio primer ministro.

Tras sus arrolladoras victorias electorales en 2007 y 2011, Erdogan prometió impulsar una Constitución Civil, en contraposición a la Constitución militar heredada del golpe de Estado de 1980. Pero en ambas ocasiones incumplió su palabra de convocar a la sociedad civil a procesos constituyentes y ha proseguido una evolución cada vez más autoritaria, que se ha exacerbado tras las revueltas juveniles del verano de 2013 en Estambul. El espíritu de la protesta del parque de Gezi ha supuesto una ruptura entre el primer ministro islamista y las generaciones que más se han beneficiado del crecimiento económico de Turquía durante su mandato de más de una década.

Los espacios de libertad que Erdogan logró para las nuevas clases medias religiosas que él representa —con el resurgimiento del uso del velo en la vida política y la Administración, antes prohibido por el Estado laico pese a que el 60% de las mujeres lo usan— chocan con los recortes a la libertad de expresión. Turquía encabeza la lista mundial de la represión por el número de periodistas encarcelados.

Editoriales anteriores

La situación se complica además con la pretensión de la minoría kurda, que representa a una quinta parte de los 75 millones de habitantes de Turquía, de medir su fuerza en estas elecciones de agosto, presentando un candidato propio. Erdogan se juega su futuro político en estas presidenciales. Difícilmente logrará sumar mayoría absoluta en la primera vuelta; previsiblemente tendrá que esperar a la segunda, prevista para el día 27, para alcanzar una jefatura del Estado que quiere ejercer con plenos poderes ejecutivos, y no solo ceremoniales, como sus predecesores en la Presidencia.

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