La ruta del taquillazo del año
'Ocho apellidos vascos’ pone de moda los escenarios en los que se rodó la película
El paisaje de los escenarios en los que se rodó Ocho apellidos vascos, récord de taquilla del cine español en sus fronteras, se ha transformado. También lo ha hecho el de Leitza (Navarra), donde la película tiene parte de sus localizaciones. “Hace bien poco vinieron cuatro autobuses, dos de Pamplona y otros dos de San Sebastián. Tratar con la gente es agradable”. Lo cuenta María Ángeles Intxaurrondo, propietaria del caserío Aspain-Txiki, en el que se sitúan secuencias clave del filme, dirigido por Emilio Martínez Lázaro y escrito por Borja Cobeaga y Diego San José. La película, fenómeno en la historia del cine español, ha traído consigo otro relacionado con el turismo: la búsqueda de los hermosos lugares que se muestran en ella.
“Me propusieron rodar aquí Ocho apellidos vascos, y acepté, a condición de que no fuera una película de tiros o de terror…”, relata Intxaurrondo. “Los visitantes se interesan por el sofá en el que Koldo [Karra Elejalde] y Merche [Anne en su papel ocasional de mujer vasca, interpretada por Carmen Machi] charlan con un vaso de txakoli en la mano, la chimenea en la que Amaia prende fuego a su vestido de novia, la ventana por la que salta para deslizarse por una tubería o la mesa alrededor de la cual todos cenan un bonito capturado por el arrantzale. Intxaurrondo y su familia se turnan para recibir a los visitantes, y hasta han impreso postales a un euro. “Nos las piden como recuerdo”, apunta.
La oficina de Turismo de Euskadi abrió una web inspirada en las localizaciones
La historia de amor entre Amaia, vasca de pura cepa (Clara Lago), y Rafa, sevillano de pro (Dani Rovira), transcurre en el pueblo ficticio de Argoitia, recreado a partir de localizaciones de Zumaia, Leitza y Getaria para las secuencias costeras. El bar sevillano de Los Muelles se encuentra en realidad en el centro Al Andalus de Mondragón.
“Diego San José y yo pensamos en un pueblo vasco idealizado, porque la película trata de tópicos, no se anda con sutilezas”, relata el coguionista Borja Cobeaga (San Sebastián, 1977), mago de comedias como esta, Pagafantas o el programa de humor Vaya semanita de EITB, que rompió parámetros en la televisión vasca. Aquel lugar que imaginaron los escritores del filme debía combinar mar y montaña, aunque no tenían claro si iba a pertenecer a Guipúzcoa o a Vizcaya. Cobeaga piensa que el puzle geográfico del filme es “lógico y bonito”, como coherente la divertida secuencia en la que Rafa llega por primera vez en autobús a un País Vasco bañado por una cortina de lluvia y tormenta, “a Mordor”.
Cobeaga ve que el traslado de los espectadores a los escenarios reales subraya el poder del cine. Un precedente célebre lo marca Nueva Zelanda como destino turístico después de El señor de los anillos. “Es una de las herramientas más potentes para difundir la cultura o el turismo, pero se subestima su empuje económico. El cine puede ser rentable en sí y además de manera colateral”, apostilla el guionista. El realizador Emilio Martínez Lázaro (Madrid, 1945) también apunta en esta dirección: “Lo más importante es que Ocho apellidos vascos ha hecho que la gente regrese a las salas de cine”. El Gobierno vasco tuvo claro que el magnetismo de la película daba para mucho: abrió la web Ocho destinos vascos a través de Euskadi Turismo y el éxito fue fulgurante. Con esta campaña de guiño al filme se propone conocer Zumaia, Getaria, Zarautz, Donostia-San Sebastián, rutas de naturaleza, reserva de la biosfera de Urdaibai, Bilbao y La Rioja alavesa.
A las pocas horas de su lanzamiento, según las cifras que ofrece el Ejecutivo vasco, fue vista en Facebook por 227.000 personas. Asimismo, la presencia en esta red social de Euskadi Turismo ha crecido un 22% en lo que va de año, superando los 41.000 seguidores, mientras que la audiencia del portal de turismo dobló sus visitas medias, con cerca de 24.000 páginas vistas. Las vacaciones de Semana Santa supusieron un auténtico aluvión de curiosos que deseaban ver, por ejemplo, el espléndido paisaje que rodea la ermita de San Telmo, en Zumaia. Y allí, como evocan en el Ayuntamiento de este municipio guipuzcoano, han acudido turistas que preguntan por la fuente de San Juan, localización de la secuencia de la manifestación en la que Rafa se viene arriba megáfono en mano.
“Todo es alucinante”, dice el director, Emilio Martínez Lázaro
“En los comercios alrededor lo han notado mucho”, explican en el Consistorio. En la oficina de Turismo de San Sebastián describen que el número de visitantes a la ermita de San Telmo se asemeja en algunos momentos “a una peregrinación a Lourdes”.
En el Ayuntamiento de Getaria, lugar del famoso ratón —el monte San Antón— muy visitado tradicionalmente, han abierto un archivo bajo el epígrafe Ocho apellidos vascos en el que se recoge las procedencias de los turistas. Una lista interminable: Madrid, Barcelona, Valencia, Albacete, Zaragoza, Murcia, Lleida, Cuenca… Pero cifras oficiales del número de turistas no hay.
Karra Elejalde (Vitoria, 1960), que da vida al padre de la novia, deja traslucir orgullo por su tierra cuando rememora los escenarios de la película y confiesa que en su carrera, de casi 40 películas, nunca había visto nada semejante. “Me parece flipante”.
Elejalde resalta la ruta del Flysch (ocho kilómetros de costa que separan Deba y Zumaia), lugar “que todos los geólogos del mundo van a estudiar” y sobre el que se erige la ermita de San Telmo. O esos caserones de igual color en Leitza “de las canteras próximas a un valle donde parece que la montaña se va a caer…”. “Esta es una película con cuyos personajes se puede empatizar, nos hemos reído de los tópicos con todo el cariño…”. Y Elejalde lo tiene claro; lleva 15 años en Barcelona (Molins de Rei) y hay “catalanes muy generosos, andaluces sin gracia, vascos que no comen chuletones o madrileños que no son echaos p’alante”.
“Todo esto es alucinante”, indica Martínez Lázaro y añade: “¡Han sucedido cosas muy raras!”. El director espera que su retorno a Zarautz, base de operaciones del rodaje, “sea en olor de multitudes”. Martínez Lázaro encontró en Leitza su pueblo ideal “pintoresco y cuidado” para el filme, si bien era necesario el mar. “En la película está respetada la transición entre costa y montaña, una geografía que no es real”.
Este municipio navarro también ha comprobado cómo el panorama de sus visitantes se ha transformado desde el estreno de la película. Allí se encuentra el caserío de Amaia, las calles por las que corre vestida de novia, la plaza a la que llega el minibús de Rafa, donde el contenedor arde. El concejal Juan Mari Barriola recuerda que antes ya existía una ruta muy transitada por los amantes de la naturaleza gracias a la rehabilitación de los tramos de vía ferroviaria que se inundaron en 1953 y que son parte de la Vía Verde del Plazaola repartida entre Navarra y Guipúzcoa con el nombre del popular ferrocarril. Pero el perfil de los que llegan al pueblo ahora es diferente.
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