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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Audacia dentro de la ley

El presidente del Gobierno acierta al reconocer “un problema” y fijar un encuentro con Mas

Mariano Rajoy ha tenido un gesto de audacia al admitir que es preciso hablar con la máxima autoridad de la autonomía catalana para buscar salidas al problema planteado. Lo ha hecho tras reiterar la línea roja del referéndum de autodeterminación pretendido por nacionalistas y republicanos de izquierda, como advertencia de lo que nadie debe esperar de su próximo encuentro con Artur Mas. Pero el presidente del Gobierno se ha dado cuenta de que debe tomar la iniciativa: “Sé que hay un problema y sé que hay que afrontar el problema”, dijo ayer en la escuela de verano del PP.

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Es positivo poner fin al inmovilismo observado por ambas partes. Mas y sus aliados de Esquerra han dado pasos unilaterales que pueden conducir a una crisis constitucional, convocando un referéndum, decidiendo por su cuenta la fecha y las preguntas que deben plantearse y manejando la ingenua idea de que la separación en nada afecta a su posición en Europa. Por su parte, el partido que gobierna España ha perdido demasiados meses refugiado en la Constitución como frontón contra el que se estrellan todas las reclamaciones. El reconocimiento de “un problema” indica que esos enroques han dejado de ser eficientes, lo cual abre paso a la posibilidad de un diálogo sereno y respetuoso.

Posponer el asunto sería una falsa salida, porque el paso del tiempo no disuelve el empuje independentista y debilita a ambas partes. No es cierto que los catalanes sean más fuertes si se separan, ni que el conjunto de los españoles vivirán mejor dando la espalda al problema catalán. Cataluña representa alrededor del 20% de la riqueza del conjunto de España y nadie puede sostener seriamente que es mejor vivir ignorando a la quinta parte del cuerpo. Tampoco debe concederse a unos cuantos visionarios el poder de cortar los lazos sociales y emocionales creados por una unión de cientos de años, por más agravios y reproches a los que se crean autorizados.

No hay otra solución que abrir un diálogo político y entre políticos, que sin duda exigirá algo más que una conversación en la cumbre. Es verdad que de ese primer paso puede nacer una esperanza o el certificado de un fracaso. Empresarios, intelectuales, medios de comunicación y demás entidades de la sociedad civil deberían colaborar para balizar los terrenos de encuentro y ayudar en lo posible a crear un clima de entendimiento.

No será fácil reconstruir la confianza deteriorada. Rajoy está en ello. Además, el presidente del Gobierno debería tomar la iniciativa para explorar una modificación del Estado constitucional acorde con las necesidades actuales. Hay varias razones que lo aconsejan, no solo el encaje de Cataluña. Rajoy hace bien al evocar la abundancia de agoreros y de pesimistas que pululan por España. El jefe del Gobierno tiene que ignorarles, ser valiente y atreverse a emprender una reforma seria, por supuesto con arreglo a la ley.

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