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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Un río de lágrimas

Antes de perder por seis goles de diferencia ante Alemania y caer al nivel futbolístico de Malta, Brasil había perdido la estima del mundo del fútbol y, probablemente, la autoestima

SOLEDAD CALÉS

Parece un signo del final de los tiempos por la profusión de términos como desastre, catástrofe o aniquilación, pero lo único que ha sucedido es que Brasil perdió por 7-1 su partido con Alemania en las semifinales del Mundial. Un poeta de circunstancias diría que la camiseta verdeamarelha se tiñó el martes con el rojo de la vergüenza; y no por el resultado, que el fútbol es un deporte y todos pueden perder por seis de diferencia (poco menos recibió España de Holanda), sino por la pertinacia en el error del tortuoso Luiz Felipe Scolari, entrenador de Brasil, empecinado en envilecer el fútbol de La Canarinha. Brasil tiene una reputación futbolística que defender; la más elevada de todas. Es el país desde el cual deslumbraron Pelé, Garrincha, Tostão, Gerson, Sócrates, Falçao y Zico, genios que levitaban sobre los campos de fútbol y manejaban el balón como un punto ingrávido de luz. En su lugar, Scolari y sus ayudantes han construido un equipo de estibadores duchos en el topetazo y el blindaje. La táctica de Scolari ha sido “todos a excavar; acaso Neymar encuentre un diamante por casualidad”. Antes de perder por seis goles de diferencia ante Alemania y caer al nivel futbolístico de Zaire o Malta, Brasil había perdido la estima del mundo del fútbol y, probablemente, la autoestima.

Y la prueba es la propensión a las lágrimas y a la invocación celestial del equipo brasileño. Se está llorando mucho en este Mundial; pero nadie ha llorado tan inmoderadamente como los jugadores brasileños. Lloraban cuando ganaban, cuando empataban, cuando tiraban penaltis, cuando su portero los paraba, cuando se clasificaban para la siguiente ronda o ahora que han sido expulsados del paraíso. Un llanto torrencial e inmotivado, pero signo inequívoco de anemia psíquica, inseguridad o descontento.

No está claro que la inmisericorde mannschaft (las panzerdivisionen sólo se detienen cuando se les acaba la gasolina) haya ganado a Brasil con una franquicia del tiqui-taca (el tiqui-taquen), de patente española. De momento, la única conexión clara es que Joachim Löw se tiñe el pelo al estilo Rajoy. Con esta Alemania exultante, a ver quién convence ahora a Angela Merkel de que hay que mutualizar la deuda en Europa.

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