La moda musulmana es más que un burka
La diseñadora Donna Karan lanza una colección que cumple con el recato del vestir en Ramadán
La moda islámica vive un auge sin precedentes. En un mercado que está en pleno boom, alguien tenía que dar el primer paso y DKNY (Donna Karan New York) lo ha hecho a lo grande. La firma estadounidense, una de las marcas del grupo LVMH (Louis Vuitton-Moët Hennessy), ha lanzado su primera colección regional a nivel mundial bajo la etiqueta DKNYRamadan con prendas que, según la campaña, pueden colgarse la etiqueta de halal, es decir, cumplen con el precepto islámico de recato en el vestir femenino.
“Ya era hora”, han celebrado algunos de los cientos de mensajes con los que las usuarias de Twitter (#DKNYRamadan) han acompañado la presentación de la colección a través de la red social. “Es una noticia fantástica, encuentro excitante que los diseñadores abracen sus raíces orientales y los patrones islámicos”, escribía en su web Asma, hiyabista (mezcla de hiyab, el velo islámico, y fashionista) americana de origen paquistaní y una de las blogueras más seguidas en todo el mundo por esa nueva generación de mujeres musulmanas que pretenden hacer de la mezcla de moda y religión su bandera.
La colección, ideada por la editora de moda kuwaití Yalda Golsharifi y la diseñadora de Dubái Tamara al Gabbani, pone el acento en siluetas vaporosas y holgadas y prendas que cubren recatadamente todo el cuerpo, como exige la religión. No es que estas mismas formas no se hayan visto antes a pie de escaparate fuera del circuito de las grandes firmas. Las faldas largas y sueltas o los maxi-vestidos y monos que oferta la colección especial para Ramadán son, en los últimos tiempos, casi una constante en los catálogos de las firmas comerciales, como apuntaba la diseñadora londinense de origen palestino-jordano Sarah Elanani: “Otras marcas ofrecen este tipo de prendas, pero en muchas ocasiones depende de las tendencias del momento, por ejemplo, los pantalones harem que estuvieron de moda hace un par de temporadas, pero, ¿qué pasa si se llevan los leggings y no hay forma de encontrar pantalones anchos?”.
Esta es, precisamente, la clave que ha tocado DKNYRamadan, cuyas prendas solo se pondrán a la venta en las sucursales de Líbano, Jordania, Irak y los países del Golfo Pérsico. El movimiento explota un mercado que se esconde detrás de cifras arrolladoras. En 2012, los consumidores musulmanes en Oriente Medio gastaron más de 224.000 millones de dólares (unos 164.500 millones de euros) en ropa y zapatos, según el informe de Thomson-Reuters sobre el estado de la economía islámica de 2013. Solo EE UU registró un gasto superior.
Pese a que otras casas como Valentino, que dispone de un servicio personalizado para diseñar abayas —la túnica tradicional en los países del Golfo—, ya han aprovechado el tirón de un público voraz, adinerado gracias a los petrodólares y hambriento de exclusividad, esta es, sin embargo, la primera campaña anunciada por una firma de lujo no basada en un país árabe que se dirige específicamente a las mujeres musulmanas.
Sin embargo, el lanzamiento no ha escapado del todo a la polémica que rodea el relativamente nuevo mercado de la moda islámica. En primer lugar, pone en evidencia una situación cada vez más criticada conforme el Ramadán empieza a convertirse en una festividad consumista. Durante las fechas previas al inicio del ayuno, comercios en Londres, París, Dubái o Beirut se llenan de clientes que pueden incrementar las ventas hasta en un 60%, según ha publicado The Washington Post. El otro aspecto que chirría es la consideración halal de la colección, un término que no se aplica solo a la vestimenta que debe impedir mostrar las curvas del cuerpo femenino, sino a todo el proceso de fabricación que debe cumplir con unas directrices éticas de fabricación y distribución.
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