Presos que imponen la ley
Un programa de reinserción a través del fútbol se practica ya en 21 cárceles españolas El modelo, implementado por la RFEF y basado en la autogestión, interesa a la Unión Europea
”Me haces un favor si me cambias el nombre. Más que nada, porque quiero dedicarme a esto. Luego ven de dónde vengo y todo son pegas”. Alberto Muñoz (nombre ficticio) está volviendo a empezar su vida a los 31 años, después de pasar los últimos once encerrado en la cárcel de Logroño por homicidio. Hace cuatro meses consiguió el tercer grado —ya solo entra para dormir— y, a punto de liquidar su condena, quiere desempeñarse como árbitro de fútbol profesional. No tiene claro que la sociedad vaya a olvidar tan fácilmente su pasado y hacerle ese hueco, aunque ha pitado ya más de 100 partidos no oficiales. “Y me dicen que no lo hago mal del todo”, asegura con tono modesto.
Alberto es uno de los 1.500 presos que, en los últimos seis años, han salido de prisión con un título oficial de árbitro o de monitor deportivo. Lo ha permitido un programa de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) para la reinserción de penados. Auspiciado por un convenio de 2007 con la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias, el proyecto ha dado desde entonces un espacio de evasión (mental), esperanza y futuro a más de 50.000 reclusos, según datos de la federación. Alberto asegura que le sirvió para sentirse más libre entre rejas y que fue una manera de superarse a sí mismo.
El plan, asentado en 21 centros penitenciarios españoles —de Andalucía, Murcia, Castilla-La Mancha, Extremadura, Cantabria, La Rioja y Melilla—, consiste en combinar los beneficios físicos y mentales del deporte con los del respeto a una competición reglada. En cada cárcel se ha creado una minuciosa estructura deportiva que cuenta con un cuerpo de árbitros y otro de entrenadores, todos titulados, y un comité de competición y otro de apelación. Luego se constituyen los equipos. Todos, jugadores o administradores, son presos, organizados de manera autónoma y con la supervisión de técnicos federativos.
Mapa de los presidios en los que se ha implantado el programa. / Fuente: RFEF
Marino Maqueda es uno de ellos. Director y profesor del instituto Leonor de Guzmán, en el municipio de Villa de Don Fadrique (Toledo), todos los sábados recorre los 61 kilómetros que le separan del penal de Ocaña I para presenciar los encuentros entre internos. Cuenta que se suelen agrupar por lugar de procedencia, con nombres como Sporting África, Maroc United o Los Celtíberos. Maqueda recuerda perfectamente el primer día que entró en el patio de la cárcel: “Fue un atardecer de marzo. Había mucha actividad, como en las películas: tipos yendo en todas direcciones, haciendo pesas, jugando a las cartas, a la pelota… Le pedí a un funcionario que me acompañara hasta el otro lado. Me preguntó: ‘¿Tienes miedo?’. ‘Miedo no, respeto’, le dije yo. Hoy estoy orgulloso de pasar adentro y que en medio minuto se me hayan acercado cinco o seis chavales que me dicen: ‘¿Qué pasa, Marino? ¿Vamos ya? ¿Qué hacemos?”.
El Comité Económico y Social Europeo ha dado luz verde a la ampliación del programa siguiendo el modelo utilizado en España
Según Jorge Carretero, vocal portavoz de la federación española e ideólogo del proyecto, la clave del valor reeducativo está en la autogestión. “Es un preso quien les entrena y les dice: ‘A jugar’. Otro de ellos arbitra los partidos. Los mismos que luego se cruzan en el patio les imponen las sanciones. Así conseguimos motivarles para que empiecen a respetar las normas”. Carretero no oculta una leve sonrisa de satisfacción mientras habla.
Aunque en sus seis años de vida el proyecto no se ha extendido aún a todos los centros españoles, sus responsables llevan desde octubre de 2013 reuniéndose con federativos y responsables de prisiones de otros países. El presidente del Comité Económico y Social Europeo, Henry Malosse, ha dado el visto bueno para extender el programa, para lo que habrá una presentación el próximo mes de septiembre ante la Comisión Europea. El objetivo es tejer una red a nivel europeo a la que se vayan adscribiendo los distintos países. Mientras tanto, en España se prepara la incorporación de cuatro penales gallegos este año.
Marino Maqueda cumple también la función de seleccionador de Ocaña I. Toma nota de los jugadores con mejores aptitudes y hace su lista de convocados, en la que solo figuran presos de segundo y tercer grado (los que pueden acceder a permisos). Es el siguiente nivel del programa, salir a representar a los compañeros de presidio fuera de los muros de su centro. La Junta de Tratamiento (organismo encargado de la evaluación de los internos) analiza cada caso y premia con la ansiada salida solamente a los que han mantenido un comportamiento ejemplar. Los respectivos vencedores de cada Liga Intercentros (regional) pasan al Trofeo de Instituciones Penitenciarias, cuya final se ha disputado hasta ahora en la Ciudad del Fútbol de Las Rozas (Madrid). Huelva se ha hecho con la copa en las últimas tres ediciones.
Alberto fue el árbitro en las dos últimas. Este año tuvo que trasladarse con sus linieres en el coche del director de la cárcel de Logroño, “un poco apretados, pero dio igual”. Asegura que ha sido de los partidos más limpios de su incipiente carrera, que reinaba un ambiente de camaradería. “Yo he arbitrado un partido de policías contra guardias civiles. ¡Esos sí que se daban patadas en la cabeza!”, exclama.
Ahora está federándose para poder pitar en partidos oficiales cuanto antes. “Nunca, cuando iba a los campos a insultar y echar algún escupitajo a los árbitros, me habría imaginado que acabaría siendo uno de ellos”, afirma entre risas.
Crónica de la final del V Trofeo de Instituciones Penitenciarias. / Fuente: RFEF
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