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No hay honor alguno en el asesinato

Ángeles Espinosa
Mohammad Iqbal, viudo de Fanzana Parveen, con la foto de su esposa asesinada (A. Qureshi / AFP)
Mohammad Iqbal, viudo de Fanzana Parveen, con la foto de su esposa asesinada (A. Qureshi / AFP)

Hace unos días saltó a la prensa internacional un nuevo caso en Pakistán de los mal llamados “crímenes de honor”. Farzana Parveen, una mujer de 25 años y embarazada de su primer hijo, fue asesinada a pedradas por varios familiares nada menos que a las puertas de la Audiencia de Lahore, la capital de la provincia de Punjab. A plena luz del día y sin que los policías que custodiaban el tribunal intervinieran para protegerla.

¿Cómo iban a intervenir en un asunto privado? Si su familia decidía acabar con su vida, algo habría hecho. Al fin y al cabo, en la retrógrada mentalidad predominante en la sociedad paquistaní, las mujeres son una propiedad más del páter familias. La explicación difundida por los medios locales vino a confirmar ese argumento: Farzana había osado casarse con un hombre de su elección en contra de la opinión de los suyos.

De ahí, la etiqueta de “crimen de honor”. Una mujer que cuestione la autoridad paterna, no sólo en Pakistán sino en muchos países del suroeste asiático y de Oriente Próximo, mancilla el honor familiar, algo que sólo puede restaurarse con su muerte. Pero semejante argumento no sólo es insostenible, sino que se ha revelado una grosera coartada para esconder burdos ajustes de cuentas por dinero, tierras o interés político, en los que las mujeres son apenas moneda de cambio.

Tal como se ha conocido en los días posteriores al asesinato, el matrimonio de Farzana no se celebró contra los deseos de su padre. Al contrario, su marido, Mohamed Iqbal, era un visitante habitual de la familia que, agárrense a la silla, asesinó a su anterior esposa (algo que apenas le costó unos meses de cárcel) para casarse con la más joven Farzana, con quien estaba obsesionado desde que ésta era una niña. El problema en este caso, según ha revelado la prensa local, fue el dinero.

Cuando el padre de la chica se gastó las 50.000 rupias (unos 370 euros) que cobró por entregarla, pidió más al marido y como éste no soltaba la pasta, exigió a la muchacha que le abandonara. Ante su negativa, presentó una denuncia (falsa) de secuestro. Farzana pidió entonces la protección del tribunal, con las consecuencias que conocemos.

Protesta en Islamabad por el asesinato de Farzana Parveen (A. Qureshi / AFP)

Su caso ha trascendido porque sucedió en Lahore, la segunda ciudad de Pakistán. El alboroto internacional ha obligado al primer ministro, Nawaf Sharif, a mostrar interés por el caso y tal vez por ello se lleve a cabo una investigación y un juicio. Ante esa posibilidad, los implicados ya están tratando de encontrar excusas que manchen el buen nombre de Farzana (como que estaba embarazada de cinco meses y no de tres, dando a entender que habría concebido antes de casarse). Pero la mayoría de los casos ni siquiera llegan a ese estadio.

Cualquiera que se moleste en seguir la prensa paquistaní en inglés, se sorprenderá de lo frecuentes que son ese tipo de noticias. Durante uno de mis últimos viajes, conté una media de tres a la semana. Se trata de informaciones breves, que rara vez superan el párrafo o párrafo y medio. La mayor parte de esos feminicidios suceden en remotas zonas rurales donde la ignorancia, la pobreza y el caciquismo facilitan la impunidad de los asesinos.

Sólo el año pasado, los periódicos recogieron 869 asesinatos de mujeres a manos de sus familias, según la Comisión de Derechos Humanos de Pakistán, que sospecha que la cifra es más alta. “A menudo, son víctimas de la violencia simplemente por salir de sus casas”, asegura el último informe de esa organización.

Apenas dos días después de la muerte de Farzana, otra joven, Saba Maqsood, de 18 años, logró sobrevivir al intento de asesinato por parte de su familia, ofendida porque se hubiera casado con un hombre de su elección. Tras dispararle, su padre, su hermano, un tío y su mujer la arrojaron a un canal, donde al contacto con el agua recuperó la consciencia y pudo pedir ayuda. Ahora, la mujer, que está ingresada en un hospital de Hafizabad (Punjab), teme por su vida y ha pedido protección para ella y su marido, quien ni siquiera se atreve a ir a visitarla.

Saba Maqsood, en el hospital de Hafizabad. / REUTERS

A la vista de lo sucedido a Farzana, la presencia de un par de agentes de policía a las puertas de la habitación no parece suficiente. De momento, los agresores de Saba han puesto pies en polvorosa y, como es habitual, no hay ningún detenido. Sólo la presión internacional puede lograr que las autoridades paquistaníes garanticen en serio la seguridad de Saba. Pero la situación no cambiará mientras no eduquen a la población para entender que no hay ningún honor en asesinar a una mujer.

Comentarios

Hechos como este me producen rabia, estupor, horror, e impotencia.
Debo ser una temeraria, pues hasta hace escasos años nunca me senti descriminada por ser mujer, esto despues de haber pasado parte de mì vida con franco. Puede que la razòn sea por mi familia y en el medio dònde me he criado. Me niego a reconocer a los machistas, me niego a que ninguno de ellos se crean ni unj centimetro + que yo. ¡Enteraros!
La solución para reducir los crímenes de honor, que son un síntoma de la desvalorización de la mujer en la sociedad, depende de multiples estrategias, que lleven a empoderar a la mujer en la sociedad. Es decir no basta con educar si la mujer sigue estando apartada de los procesos productivos u ocupando los peores trabajos, siendo discriminada salarialmente, en las herencias, a nivel judicial etc etc.
Naciones asi merecen mas el embargo internacional ( al menos de las llamadas naciones adelantadas y educadas del mundo) que las tan comunes manupulaciones politicas de estas mismas naciones retrogradas en foums internacionales. Basta a la ignorancia, la violencia de genero y a la hipocrecia de los politicos!
Esa costumbre ancestral de sociedades retrógradas es un indicio claro de la putrefacción mental que padece ese tipo de machismo. Lo detestable es que se disfracen de creyentes... entienden lo divino al estilo criminal. O sea, su dios los bendice por el amor que profesan a sus respectivos penes.
Esta bien pero esto no lo leen nunca los deshonrados. Yo creo que es mejor convencerlos de que la deshonra exige que se la corten los deshonrados, y en su defecto que los cape cualquiera.
Después de reconocer en la comunidad de naciones los derechos humanos que amparan por igual a hombres y mujeres, ya sean ancianos o niños.Debería ser normal que las naciones reconocieran los fallos en la aplicación de la ley, y que se les pudiera forzar a cumplirla impulsando políticas sociales de cultura y verdadero respeto.Desbrozando la ignorancia, y devolviendo a las personas su dignidad sean del sexo que sean, y tengan la condición que tengan.Igual que se les fuerza con presiones políticas u económicas.Desde el concepto inalienable de defender al ser humano por encima de fanatismos y atrasos.Manejados desde intereses particulares.
Candorosos, seráficos comentarios los de los indignados.Pues bien: a los paquistaníes, aliados de Estados Unidos y de los talibán al mismo tiempo y poseedores de la bomba atómica, creo que no les importa lo más mínimo lo que los españoles opinan de ellos.

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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