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LA PARADOJA Y EL ESTILO
Columna
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La sustituta de Rubalcaba

Chabelita está haciendo sus cosas bien. Ya no es la hija de Isabel Pantoja, es la verdadera esperanza latinoamericana llamada a renovar Cantora y lo que haga falta

Boris Izaguirre
Chabelita, en un acto de promoción.
Chabelita, en un acto de promoción.J. NAHARRO (GETTY)

Mientras el aparato del partido socialista se enreda en sus normas, hay una persona que está haciendo sus cosas bien. Y es Chabelita Pantoja, que a sus 18 años ya lucha por sus objetivos (ser madre), se ha alineado en la liga de las avispadas que someten su cuerpo a transformaciones (se operó, gratis, el busto esta semana) y se ha enfrentado a los más viles cronistas sin pantallas de plasma ni selección de preguntas previa. Tan solo protegida por su aparatosa masa capilar y una hilera de dientes tan blancos como claras son sus ideas. Ya no es la hija de la Pantoja, es la verdadera esperanza latinoamericana llamada a renovar Cantora y lo que haga falta.

Rubalcaba ha necesitado perder más de dos millones de votantes para darse cuenta de que su gestión política no detenía la fosilización de su partido. Sea quien sea quien le sustituya, estará obligado a observar lo que haga Chabelita. Porque ella es una regeneradora nata. Mientras el bipartidismo se atasca, Chabelita está afianzando su pisada y candidatura. Isabel Pantoja debió intuirlo cuando la vio decidida a ser madre tan joven y fue imposible disuadirla, pero Chabelita tenía claro que ese no solo iba a ser su tique al estrellato, sino también la clave de su autonomía. Ahora ya es madre, tiene una familia que sacar adelante. Y sabe muy bien que la fama de ser famosa solo por serlo es una carrera que, bien trazada, puede echar kilómetros y kilómetros, de portada en portada.

Chabelita es ideal como candidata no solo porque la mayor parte de su vida la ha vivido como andaluza (y sabemos que el voto y la audiencia andaluzas son determinantes), sino porque conoce los mecanismos y los males que acarrea la corrupción, ha visto en primera fila los padecimientos que la relación con Julián Muñoz han provocado en su madre. Ella puede además movilizar el voto de los nuevos españoles porque es uno de ellos a pesar de que su origen ha sido afeado repetidas veces por los periodistas. Chabelita reacciono citándolos a todos a ese encuentro donde no solo se los metió en el bolsillo, les convenció de que tiene programa y, sobre todo, sabe cómo llevarlo a cabo. Ha entendido que uno de los grandes logros de su madre ha sido alimentar a la prensa rosa con jugosos contenidos desde hace décadas, creando ese aparato de emociones y titulares llamado Cantora. Chabelita no le tiene miedo a ese liderazgo, quiere salir en todas las escenas, marcando terreno, con tantos argumentos como un político en campaña. Si yo fuera Susana Díaz, organizo un pícnic con Chabelita, le encasqueto una medalla de Andalucía y le sonsaco estrategias y looks (Chabelita tiene muy claras las ideas en ese aspecto: lo de ella es mezclar melena de miss con cositas tomadas aquí y allá tanto a Victoria Beckham como a Kim Kardashian, bien licuadas en la Thermomix de lo latino). Cocinando así un proyecto ilusionante. ¡Ah!, y, por supuesto, las posturas, que es otro de los sellos made in Chabelita: ¡qué bien sabe posar! El día que Carme Chacón entienda todo lo que hay que aprender de Chabelita, ese día el PSOE será un partido grande, unido y, por supuesto, renovado.

Todos los aparatos, políticos, sociales o religiosos, parecen pedir a gritos renovaciones. El papa Francisco anda tonteando con abrir la mano, un poquito, al fin, del celibato obligatorio. Lo dejó claro esta semana sentenciando: no es un dogma, es una regla. Ojalá los curas católicos puedan casarse en breve, incluso antes de que Rubalcaba deje de insistir en mover los hilos en su partido. Cuando los curas puedan casarse, entonces las mujeres podrán ejercer mayor poder dentro del aparato de la fe. Pero ya hay gente que anda un poco asustadiza y va propagando eso de “Me preocupa el papa Francisco, ojalá no vaya a sucederle nada”. Porque, en el fondo, tanto en Cantora, el PSOE o en el Vaticano asumen esas esperanzadas ideas de renovación, pero hasta un cierto punto: cuando ven que la renovación adquiere visos de nuevo poder, siempre encuentran a mano una tisana bien cargada, una res asalvajada que embiste o un viejo líder que de pronto brama y frena el proceso hasta el siguiente batacazo electoral.

En todas las debacles, como en todas las cosas revueltas, siempre hay alguien que sale vencedor. Esta semana le ha tocado a Raquel Mosquera, la más célebre peluquera televisiva, renovando la portada de la revista Interviú encorsetada y entaconada, pero ofreciendo sus portentosos senos al aire de los quioscos. La foto nos devuelve esa ingenuidad pícara de la Transición, donde el erotismo y el descontrol estético iban felizmente de la mano. Enternece que detrás de Mosquera desnuda coloquen un secador de pelo del siglo pasado, como homenaje a su profesión, pero también como recuerdo de ese país bien peinado, simpático y creyente que fuimos antes de querer ser eurodiputados. El consuelo que tenemos es que la triunfadora señora Le Pen visite España estos días y que esa portada de la Mosquera orgullosa de sus tetas y curvas españolísimas fuera lo primero que viera de nosotros. Y quizás así entendiera que en Europa cada uno es como le da la gana de ser. No somos de dogmas, somos de reglas. Y las reglas, divinamente, se pueden cambiar.

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