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Elecciones Europeas
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Golpe al bipartidismo

La victoria mínima del PP, oscurecida por la fuerte erosión de votos de los dos partidos mayoritarios

Los resultados españoles de las elecciones europeas suponen un cierto descalabro de los dos partidos hegemónicos, de mayor envergadura para el Partido Socialista. En la última cita electoral europea, la de 2009, el 80,9% de los votantes optaron por una de las dos grandes formaciones españolas. Ayer solo lograron conjuntamente el 50% de los votos. Es una sangría que han capitalizado, fundamentalmente, las formaciones de izquierda y centro como IU y UPyD y, sobre todo, Podemos, el partido de Pablo Iglesias, la gran novedad de la noche, que irrumpe triunfalmente en la Eurocámara con cinco diputados. El resultado augura un panorama más abierto que quizá sea el preludio de la próxima cita electoral nacional y supone un serio castigo a los partidos de gobierno, a los que un creciente número de ciudadanos ven como parte del problema de la desafección política y de una crisis para la cual se aplican recetas —no muy exitosas hasta el momento— demasiado similares, a pesar de los eslóganes.

La victoria del Partido Popular, aun con una pérdida de votos y escaños considerable, es un motivo de aliento para la formación de Mariano Rajoy, que encara la última parte de una amarga legislatura marcada por la adversa coyuntura económica. Sobre todo, porque la hemorragia de votos no ha sido capitalizada por la principal fuerza opositora —el PSOE—. Haría mal el PP en hacer una lectura parcial de su éxito. La mayor atomización política indica que solo las políticas inclusivas serán capaces de mantener mayorías de gobierno en el próximo futuro.

El PSOE es el gran perdedor. Su discurso —apuesta social, cambio de rumbo económico— no ha calado suficientemente en el electorado de centroizquierda, que ha optado por formaciones más radicales y menos dañadas por el poder. Los resultados son decepcionantes y suponen una mayor presión para adelantar la renovación que prepara el partido.

La mayor participación en Cataluña, inmersa en el proceso soberanista, merece un análisis particular. El sustancial aumento de votantes responde al llamamiento movilizador de los partidos nacionalistas, que podrían interpretar este voto como la expresión ciudadana de su deseo de decidir su futuro a través de las urnas. Pero el sentido mayoritario del voto indica también que Artur Mas está entregando la hegemonía a ERC, que ha resultado la fuerza más votada. CiU, como se ha visto por segunda vez en unas elecciones, lleva la misma dirección que la del socialismo catalán, en este caso de forma más intensa y acelerada, hacia la pérdida de la centralidad política.

El porcentaje de participación a nivel nacional ha sido bajo, pero superior en casi un punto al de hace cinco años. Es un mal dato, aunque esté incluso por encima de la media europea. Los políticos están obligados a emplearse mucho más en atraer a los ciudadanos hacia unas políticas que son cada día más determinantes para el devenir de las sociedades europeas.

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