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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La azotea de los líos

Un lujoso convite en el Vaticano mientras otros, a la imtemperie, seguían la canonización de Juan XXIII solivianta al Papa Francisco

MARCOS BALFAGÓN

El Papa no ha quedado muy contento, por usar un eufemismo”. Así ha relatado el cardenal Giuseppe Versaldi, presidente de la prefectura vaticana de Asuntos Económicos, la reacción del papa Bergoglio cuando se ha enterado de que el 27 de abril mientras 800.000 personas —muchas pasando la noche a la intemperie— atestaban las calles de Roma para asistir a la canonización de Juan Pablo II y Juan XXIII, 150 elegidos celebraban un lujoso convite a poca distancia de donde el pontífice argentino oficiaba misa. El lugar era la azotea de la prefectura que preside Versaldi, el del eufemismo, junto a la plaza de San Pedro donde importantes empresarios, influyentes periodistas y religiosos que no deben haber captado el mensaje de austeridad de Francisco, departieron animadamente y degustaron un catering cuya factura ascendió a 18.000 euros. Versaldi puede esgrimir a su favor que, al menos, el dinero no salió de las arcas vaticanas, sino de dos empresas privadas, una aseguradora y una petrolera. Aunque, tal vez, la primera opción hubiera sido más conveniente ante los interrogantes que plantea la segunda. El cardenal ha responsabilizado a una subalterna, quien, para más inri, forma parte de la comisión encargada de reformar las finanzas de la Santa Sede.

La mujer ha tirado balones fuera: “Aquel día solo recé, me tomé una copa y me fui”. Además, circulan unas fotos del evento en las que se ve a un sacerdote español repartiendo la comunión con las formas en un vaso del catering.

No puede extrañar que haya quienes quieran ocultar la reacción del Papa al conocer los detalles, aunque lo mejor sería conocer las palabras exactas de Bergoglio, quien no destaca precisamente por su ambigüedad a la hora de condenar el lujo y el derroche del propio clero.

Ya ha destituido al obispo alemán de Limburgo por gastarse 30 millones de euros en la reforma de su residencia. Y no oculta su descontento con el cardenal Tarcisio Bertone, quien pretende retirarse en un ático de 350 metros en el mismo Vaticano. El Papa, que ha renunciado a un palacio, almuerza en un comedor comunitario y se pasea entre la multitud por la misma plaza que los del convite miraban desde arriba, ha pedido a los católicos que “hagan lío”. Pero no precisamente como el de la azotea.

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