El embrujo de Belgrado
Los futbolistas atribuyen superpoderes curativos a Marijana Kovacevic, la Doctora Milagro
Conocíamos la relación entre fútbol y paranoia, pero la cita de dos equipos madrileños, Atlético de Madrid y Real Madrid, en la final de la Champions nos ha descubierto otra relación fatal, la del fútbol con el curanderismo. Diego Costa, delantero del Atlético, sufre molestias que probablemente le impedirán jugar la final; decidió recurrir a Marijana Kovacevic, farmacóloga residente en Belgrado, amante esposa del propietario de una casa de apuestas y conocida como la Doctora Milagro. Los futbolistas le atribuyen dotes curativas que rozan la brujería. Dicen (a media voz, mientras se iluminan la cara con una linterna) que trabaja sólo de noche y que aplica placenta de yegua sobre el daño muscular (uno de los jugadores, Dimitrov, declaró que eran células humanas); juran que no usa teléfono móvil para no dañar sus superpoderes curativos, aunque los más escépticos atribuyen esta decisión al coste del servicio telefónico en Serbia. Hay quien dice que dispone de una tecnología casi extraterrestre, que inyecta aminoácidos y otras pócimas y que así consigue acortar las curaciones de los futbolistas. A lo mejor la convoca el BCE, a ver si abrevia la fase de estancamiento europeo.
La realidad, siempre frustrante, es un poco más sórdida. La sanidad serbia intentó cerrar su clínica en 2009. El tratamiento con placenta de yegua deja rastros en los controles antidoping, y por eso la Doctora Milagro tiene una relación tensa con la autoridad sanitaria. También se la investiga por evasión de impuestos. En fin, que es una farmacóloga semiclandestina. Hasta la UEFA debería estar interesada en sus artes misteriosas, porque su marido dispone de información confidencial sobre futbolistas muy útil para su casa de apuestas.
Pero al fin y al cabo, Marijana Kovacevic forma parte del espectáculo futbolístico, como el propio Diego Costa o Cristiano Ronaldo. Es el mismo espectáculo que atrae a los 60.000 seguidores de ambos clubes que invaden hoy Lisboa. Muchos de ellos tendrán que dormir en la calle, entre cartones, o en los cajeros. La final de la Champions ha causado un auténtico shock hostelero. Casi todas las camas están ocupadas y las que quedan se cotizan entre 100 y 225 euros. Medio sueldo de un trabajo precario.
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