Tres años después de Duékoué (y 2)
Duékoué se encuentra al noroeste de Abiyán, una vez rebasados Divo, Lakota, Gagnoa e Issia si nos dirigimos hacia Liberia. Si se baja desde el norte, hay que pasar por Duékoué para llegar al puerto de San Pedro, de donde parte por mar el cacao marfileño. San Pedro es el segundo puerto más importante del país después del de la propia Abiyán y Costa de Marfil, el primer productor mundial de cacao.
Duékoué es también un territorio fronterizo y fértil, al que han llegado legiones de extranjeros durante las últimas décadas para trabajar en la agricultura. Malienses y burkineses son los más numerosos, con hijos y nietos que optan a la nacionalidad marfileña y que compiten directamente con los locales por los recursos y las tierras. Las tensiones inter-comunitarias son habituales: en lugares como Duékoué es donde cobró sentido la ivoirité, término acuñado por el ex presidente Henri Konan Bedié a fin de excluir a Alassane Ouattara del reparto de poder una vez muerto el padre fundador del país, Félix Houphouet-Boigny. Ivoirité se identifica con nacionalismo y xenofobia.
A partir de Duékoué, hacia el norte y el oeste, se volatilizaba el estado propiamente dicho. El país ocupado se dividió en diez regiones a explotar por las tropas rebeldes, cada una con un comandante de zona o comzon al frente. En el caso de Man, se trataba de Losseni Fofana, que sigue controlando oficialmente la zona oeste del país desde su nueva responsabilidad en el ejército marfileño. Fofana ha sido denunciado repetidamente por violaciones de los derechos humanos y crímenes de guerra que arrancan en el año 2002 y entre los que se incluye la masacre de Duékoué. De momento, no hay orden de arresto contra ningún comzon. Ouattara recompensó su lealtad con ascensos tras la guerra y actualmente dirigen cuerpos como la guardia presidencial y tienen puestos clave en el ejército marfileño.
Los comzon organizaron una economía de guerra, que todavía sigue vigente, en la parte del país que dominaban. También el exterminio de la oposición política, encarnada en el Frente Popular Marfileño (FPI), el partido de Laurent Gbagbo y por extensión, el acoso a las poblaciones a las que se consideraba próximas a él, como los wê que habitan la zona oeste del país. Los autóctonos, por su parte, pusieron en marcha movimientos de autodefensa y ejercieron la violencia contra extranjeros y malinkés.
La masacre de Duékoué se produjo en este contexto y en mitad de una guerra post-electoral corta pero tremendamente violenta, que se saldó con 3.000 muertos según la ONU. Las fuerzas militares marfileñas se replegaron hacia Abiyán para proteger la capital frente al ataque de las tropas de Ouattara, las mismas que se alzaron contra Laurent Gbagbo en 2002 y que ya se habían incautado de la mitad del país. Las tropas rebeldes descendieron sin obstáculos y velozmente sobre la ciudad de Duékoué, ahora indefensa.
La ONU fue testigo de la masacre, que sucedió prácticamente ante sus ojos. La sangre de Duékoué también salpicó al gobierno de Nicolas Sarkozy, aliado del momento del actual presidente marfileño.
Tanto Martine Vao como David Mauger señalan, implacables, la responsabilidad de la ONU. Martine, porque por su cercanía al lugar de la masacre tuvieron, por fuerza, que saber lo que pasaba y no intervinieron. David Mauger se retrotrae al prólogo de la crisis post-electoral, cuando unos expertos de la ONU redactaron un informe en el que se explicaba que tanto el gobierno como los rebeldes y especialmente estos últimos se estaban armando de cara a las elecciones de 2010. El informe recomendaba que se actuara contra paramilitares como Losseni Fofana y Ouattara Issiaka "Watao", ambos jefes de guerra de Ouattara. "La ONU sabía lo que se preparaba -puntualiza Mauger- A pesar de todas las palabras bonitas sobre elecciones y paz. Ese informe se publicó seis meses después de que Ouattara llegara al poder".
Hoy en día, el silencio sobre la masacre de Duékoué es la norma, además de la inacción judicial y la impunidad de quienes la perpetraron. La colonización de las tierras del oeste marfileño por extranjeros sigue su curso y continúa la violencia contra las poblaciones autóctonas. Michel Galy habla de una suerte de “genocidio por sustitución” en el caso del oeste de Costa de Marfil, “donde los bosques y las tierras de los que partieron al exilio fueron y son ocupados por inmigrantes burkineses”.
Paz y reconciliación
La especialista en África de Amnistía Internacional España, Itziar Ruiz-Giménez, reconoce algunos avances positivos contra la impunidad en Costa de Marfil. Sin embargo, también apunta a una gran preocupación en Amnistía por la inexistencia de pasos decididos para juzgar a los responsables de crímenes contra la Humanidad en los dos bandos que se enfrentaron en Costa de Marfil en 2010 y 2011.
“Las fuerzas leales a Ouattara también cometieron ejecuciones extrajudiciales y desapariciones motivadas por razones étnicas y políticas desde 2011 y hasta ahora –afirma por teléfono- Todavía hay represalias políticas contra simpatizantes del ex presidente Laurent Gbagbo, torturas y malos tratos en centros de detención ilegales que llegan incluso a muertes bajo custodia. Detenciones sin cargos y en condiciones terribles durante meses, que finalizan cuando la familia del detenido paga un rescate. Existe una impunidad total en el ejército y la policía, algo que puede desembocar en más violencia. La situación de los desplazados internos y los refugiados sigue siendo muy dura y preocupante. Encaran enormes dificultades para volver a casa por la violencia que se continúa ejerciendo contra ellos al regresar, ya que se les percibe como partidarios del antiguo presidente, y porque sus casas están ocupadas. Hablamos de más de 250.000 personas que tienen miedo a regresar a sus hogares”.
“La situación del país es bastante complicada –coincide Jean-Arsène Yao, también en Madrid y por teléfono- Hay muchas cosas pendientes. Sólo los pro-Gbagbo están en las cárceles del país y el propio Laurent Gbagbo y su ex ministro Charles Blé Goudé son los únicos juzgados en La Haya. Junto a ellos debería haber gente del bando de Ouattara con responsabilidad equiparable a la de Gbagbo y Blé Goudé. Así no se puede hablar de un Tribunal Penal Internacional imparcial ni de una justicia para todos”.
Por si la situación no fuera lo suficientemente compleja, las nuevas elecciones presidenciales están previstas para el año que viene y muchos dudan de que el país esté preparado para otro proceso electoral.
“No se pueden organizar en un año –apunta Yao- Ahora, además, acaba de comenzar una campaña de censo y el ministro responsable de ella ya ha dicho que no se puede suspender por el simple hecho de que 70.000 u 80.000 marfileños estén refugiados fuera del país. No se les puede pedir que regresen y hablar de reconciliación para después despreciarlos así. El FPI ya ha decidido el boicot a la campaña, porque considera que es el paso previo a un fraude. Para ser sinceros, la gente está deseosa de paz, de volver a la normalidad total. Pero también es consciente de que el gobierno no puede o no quiere hacer todo lo que debe para conseguir la paz definitiva. Creo que muchos pensábamos que iban a intentar solucionar el tema de Gbagbo, a liberarlo, porque también es necesario para la reconciliación. Pero han enviado a Blé Goudé con él. El gobierno de Costa de Marfil está llevando a cabo acciones que reabren heridas”.
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