Lugares para huir si odias la Semana Santa
Sí, te entiendo. A mí me pasa lo mismo. Las procesiones te aburren soberanamente. Ver pasar mil capirotes uno detrás de otro duerme hasta a las ovejas. Las multitudes te agobian y lo que te pide el cuerpo es desaparecer esos días. En resumen, odias la Semana Santa.
Pues aquí van unas cuantas ideas para desaparecer de la ciudad y perderte en mundos rurales donde seguro que no va a aparecer ningún trono con sus cirios, sus capillitas y sus bandas de música.
Marruecos
Todo un clásicosemanasantil. Estas fechas son ideales para recorrer las ciudades imperiales (Fez, Meknes, Marrakech) del país vecino o los desiertos del sur del Atlas. Marruecos es un destino barato, cercano y el clima en estas fechas es agradable, sin los rigores del invierno ni los calores que abrasan en verano. El problema es que vas a encontrar a tantos españoles en las dunas de Merzouga o en la medina de Fez que va a parecer… ¡una procesión de Semana Santa!
Caños de Meca (Cádiz)
Uno de los rincones más trasnochados, románticos, atípicos y naturales de la costa gaditana. Un cul de sac donde muere la carretera y empieza el gran acantilado de La Breña, perfecto para desconectar de todo abandonándose a los vientos de Levante. Aún pervive cierto ambiente hippie -o al menos, bohemio- y suficientes calas recónditas como para despelotarse sin ser visto.
Liébana (Cantabria)
Una comarca singular, un remanso de paz aislado por altas cumbres de los Picos de Europa y la Cordillera Cantábrica, cuyo único acceso natural fue siempre el desfiladero de La Hermida, otra garganta oscura y húmeda, taladrada por el río Deva. La forman cuatro valles, —Espinama, Cabezón de Liébana, Vega de Liébana y el propio desfiladero de la Hermida— perfectos para huir de las procesiones practicando el turismo rural o el senderismo.
¿Por qué no aprovechar estos días para ir a la costa asturiana, que nunca defrauda? Y como bañarse en estas fechas en aguas del Cantábrico es cosa de valientes, una alternativa es seguir la Ruta del Cine de Llanes, en busca de localizaciones de películas famosas. En este concejo del oriente astur se han rodado Remando al viento y El Detective y la muerte, de Gonzalo Suarez; Estirpe de Tritones, de Julio Suárez; El Abuelo y You are the one, de José Luis Garci; o Marianela, con Rocío Durcal, entre otras. En la oficina de Turismo dan un folleto para seguir todas las localizaciones.
Portugal
Tan cerca y tan desconocido por muchos. Semana Santa es una fecha perfecta para hacer una escapada al país vecino. Lisboa u Oporto son dos clásicos que no fallan. O El Algarve, para los que busquen sur, playas y buen tiempo. Y luego están ciudades monumentales como Sintra, Coimbra o Évora. Patrimonio, buena gastronomía, buena gente. Excusas para visitar Portugal nunca faltan.
Formentera (Baleares)
Un paraíso en estas fechas, aún no invadido por las hordas habituales de italianos de cada agosto. Hay muchos rincones en la isla, pero puestos a elegir uno: la playa de Ses Illetes, una flecha de arena que subyuga por sus colores y su grado de conservación. Una pasarela de madera evita tener que pisar las dunas. La vista se pierde en la luminosidad del Mediterráneo. Y la imaginación, en la película Lucía y el sexo, que Julio Médem rodó aquí.
Serranía de Cuenca
Nada tienen que ver los parajes verdes y húmedos de la serranía de Cuenca con los tópicos de la llanura manchega, imaginada siempre como eterna planicie de secano. La serranía de Cuenca es un vasto conjunto de montañas y densos pinares que cubre el tercio noreste de la provincia. Un territorio con rigurosas condiciones climáticas que siempre frenaron la penetración del hombre. En su interior hay varios pueblos interesantes, como Priego de Cuenca, majestuosa sobre un cantil de roca; Beteta, a la que se accede por una de las hoces más altivas y cerradas de la sierra, o Tragacete.
Selva de Oza (Huesca)
Una gran masa forestal de hayas y coníferas se extiende entre los macizos de Peñaforca y Bisaurín, en el Pirineo aragonés. Es la selva de Oza, una verdadera joya de bosque autóctono pirenaico. El clima atlántico montañoso permite la existencia de este bosque mixto entre el haya, la especie dominante, y el abeto blanco, que aguanta estoico las temperaturas. Se accede desde Hecho por la pista que va hacia la Boca del Infierno. A la salida del desfiladero se puede ver el complejo monacal de San Pedro de Siresa, una fundación carolingia fechada en el año 830.
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