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Columna
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Muertos

Muchos empresarios han tomado conciencia de la importancia de los riesgos laborales, y los sindicatos han vigilado y denunciado cuando procedía

Jorge M. Reverte

Cada vez es menos frecuente, por fortuna, la imagen del cuerpo de un obrero de la construcción tirado en el suelo y con los sesos desparramados por la calzada. No solo porque la actividad en el sector ha bajado, sino porque han funcionado las políticas de prevención. Se ha legislado con eficacia, muchos empresarios han tomado conciencia de la importancia de los riesgos laborales, y los sindicatos (¡hay que reconocerles cosas, hombre!) han vigilado y denunciado cuando procedía. Además, para quienes no han actuado como deberían en las empresas, las fiscalías han actuado con mayor contundencia.

Desde hace unos años baja el número de muertos en la industria y en la construcción. Aunque los datos que se manejan indican que la tendencia a la baja se ha parado y que ha habido un leve repunte en 2013.

Ahora tenemos una nueva imagen que se corresponde mejor con la situación del mundo laboral español: los muertos y los heridos graves son del sector servicios. En Madrid, por tomar un dato significativo, los muertos, que fueron 34 en 2012, han subido hasta 45 en 2013. Más de un 25% en un año. Es más fácil ya ver a un conductor de entregas domiciliarias despanzurrado en una acera, o a un camarero caído en el suelo por un infarto o un derrame cerebral, que al clásico operario colgando abrasado de un cable de alta tensión.

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No es tan difícil encontrar las causas. La precariedad laboral es la fundamental. Los que trabajan en este sector tienen menos protección sindical desde siempre. Se firman, cuando se firman, contratos abusivos. Los horarios se prolongan. La ansiedad y la angustia forman parte del paisaje psicológico diario de quienes trabajan en este sector.

Dice el Gobierno que estamos creando empleo.

Con angustia y ansiedad incluidas.

Hay que acabar con los sindicatos. ¿O no tiene nada que ver?

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