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Columna
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Alaya

La juez andaluza ha decidido que se pone la ley y los reglamentos por montera. Alguien debería regañarla

Jorge M. Reverte

Hay una juez en Andalucía llamada Mercedes Alaya que, al parecer, ha decidido ponerse la ley y los reglamentos por montera para llevar adelante sus propósitos de limpieza de la corrupción en el país.

La juez ha tenido la ocurrencia de enviar dos guardias civiles al Congreso y al Senado para entregar un auto. Al menos, los enviados iban de paisano, lo que da menos miedo. El contenido del escrito no se conoce porque los responsables de las dos cámaras lo devolvieron sin abrir.

Eso da bastante tranquilidad. Tanto Jesús Posada como Pío García Escudero actuaron como se espera de ellos y honraron a las instituciones. Porque para esas cosas hay procedimientos. Ese tipo de comunicaciones deben producirse a través del Tribunal Supremo. Jamás mediante una relación directa y, con guardias mediante, menos.

La verdad es que esta señora está comenzando a asomar como una mujer extravagante. Un día pide toda la documentación de la acción del Parlamento Andaluz, y otro les da a los invitados a su reboda un plantón de hora y pico. Carne para la prensa escandalizable. Pero lo del Congreso y el Senado desborda lo admisible. Alguien la tiene que regañar mucho. Porque los dos sitios a los que envió el auto de marras son las sedes de la soberanía nacional, los lugares donde se encarna la representación política de todos los españoles.

¿No sabe esas cosas la juez? Pues que le den un repasito.

Todos los años celebramos el día 23 de febrero con unas imágenes que nos cubren de vergüenza en parte y de orgullo en la otra. Las del guardia Tejero entrando en el Parlamento para humillar a los representantes del pueblo.

Es cierto que a Tejero le enviaba un grupo de salvajes. Y que pretendía cosas de más calado.

Pero señoría, por favor, ahórrese los guardias. No hacen falta.

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