‘Frías’ estadísticas

Por Raquel Fernández (@raquelunicef), Directora de Comunicación, UNICEF Comité Español, desde Burundi

© UNICEF/ Christine Nesbitt:Una niña carga con un bidón de agua delante de un grupo de personas que espera en un puesto móvil de inmunización delante del mercado Nkoyoyo Colline en la provincia Muyinga, en el noreste, durante una campaña de vacunación apoyada por UNICEF.

Bujumbura, 18 de marzo de 2014 - En Burundi solo viven 8,5 millones de personas. Más de la mitad son menores de 18 años. No lo tienen fácil el país que ostenta el número 1 en el índice del hambre en el mundo y que ocupa el puesto 178 de un total de 186 en el ranking del índice de desarrollo humano. Cifras y estadísticas que recorren nuestras pantallas a velocidad supersónica. Sería a dolorosa cámara lenta si ocurriera en nuestro barrio o nuestro continente, sería una tragedia. Pero suele ocurrir en barrios lejanos. ¿Cuántas muertes más vamos a permitir solo por nacer en la pobreza metastatizada? ¿Cuántos millones de personas han crecido sin una sola oportunidad de desarrollar siquiera la mitad de sus capacidades y su potencial? ¿Cuántos países van perdiendo una generación tras otra que, de haber crecido con una salud y una educación básicas de calidad, habrían empujado el desarrollo de sus comunidades y países?

Este país viene perdiendo generaciones y vidas recogidas en estadísticas que no solo hablan de derechos humanos, sino también de un coste económico que, de apostar por una inversión suficiente y sostenida para aplicar soluciones de raíz y provocar cambios sostenibles y permanentes, se convertiría en rentabilidad. De momento, seguimos soportando las ‘frías’ estadísticas. ¿Decir que un 58% de los niños menores de 5 años en Burundi tiene desnutrición crónica es una ‘fría’ estadística? ¿Decir que el país no tiene presupuesto propio para abordar esta problemática por sí mismo no es suficiente para desatar el compromiso de países que sí tienen ese dinero? Crecer en estado de desnutrición significa que no tendrás la estatura y el peso convenientes para tu edad, con las consecuencias físicas que esta condición tiene, pero es que además, no estarás desarrollando capacidades intelectuales y cognitivas. Y esto tiene repetidas y graves consecuencias a largo plazo para ti, para tu comunidad y para tu país.

104 niños de cada mil nacidos vivos en Burundi no sobrevivirán a su quinto cumpleaños. Por ‘razones’ como no tener una nutrición adecuada, asistencia sanitaria, tratamientos médicos, vacunas, agua potable… o simplemente por desconocimiento de hábitos de salud e higiene que evitan enfermedades mortales. Ejemplo: puede que una comunidad tenga fuentes naturales de agua limpia, apta para su uso, pero puede que los miembros de esa comunidad no sepan que para evitar graves infecciones que pueden llevar a la muerte, hay que lavarse las manos con agua y jabón después de ir al baño. Y puede que, aun sabiéndolo, no tengan jabón. Necesitan dos cosas: que alguien les informe bien de que lavarse las manos evitará muertes, y jabón. Si estas dos cosas no se generalizan, la diarrea podrá seguir matando niños.

El hambre sorprende cuando ves un país verde, montañoso y con agua. Hoy he sabido que muchos no comen la carne de sus vacas, por costumbre, porque es así por los siglos de los siglos. Venden su vaca y compran arroz y verduras, entienden que llenar el estómago con más cantidad de comidaserá lo mejor, y con sus ingresos pueden comprar más verduras quecarne. Los hombres no comen fruta porque “eso es para los niños”. Cambiar estos hábitos es una labor callada y eterna, un puerta a puerta para millones de personas, pero es una siembra imprescindible para producir cambios a largo plazo y sostenibles.

El trabajo es enorme: llegar a millones de personas con la información que necesitan y asegurar que también llegan los recursos que el país no tiene para ellos. Y así en un país y en otro, en cada territorio que aplasta a su población solo porque la pobreza es una tragedia enquistada y permitida por esa parte del planeta que tiene recursosy conocimientospara acabar con esto. No es cosa de dos días, es cosa de que el ser humano –en general, el de todas partes, cada uno de los que estamos detrás de cualquier estadística- se convierta en el eje fundamental de políticas mundiales hasta que se alcancen unas cotas de desarrollo humano que merezcan el término ‘humano’ y un estado de bienestar global basado en derechos y dignidad. Parece que la especie avanza en este camino, pero al mismo tiempo no deja de perpetuarse en el laberinto de caminos contrarios.