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Las balas de un futuro desgarrado

Comenzaba la noche en una de las tantas favelas de Río de Janeiro. La luna iluminaba la risa de Natán, mientras conversaba y jugaba con sus amigos en la puerta de una panadería. Al lado del grupo de niños, Kaká, un joven de 17 años, hacía rodar ostensivamente una pistola entre sus dedos. Natán, inquieto, le preguntó: “¿es de verdad?”. Kaká, sin dudar un instante, respondió: “¿quieres ver?”. Y le disparó un tiro en el rostro, destrozándole la vida. Tenía 12 años y quería ser fotógrafo.

Algunos días atrás, en otra favela, la policía mató a William, un estudiante de 16 años que volvía a su casa después de un baile. William se asustó porque, en la oscuridad de la noche, vio armas y no supo qué estaba pasando. Según algunos vecinos, la policía lo baleó en las piernas y, ya herido, lo remató con una bala en el pecho. Entró a la morgue identificado como traficante de drogas. Su padre lo llora desconsoladamente y pide, al menos, que no digan que su hijo ha sido un bandido, que su William, su querido y amado William era un chico bueno y estudioso.

Natán y William tenían en común que eran pobres, jóvenes y negros. Tuvieron en común, que perdieron la vida absurdamente, como otros miles iguales a ellos, que habitan los barrios populares o las periferias de las grandes ciudades brasileñas, víctimas de una violencia sin otro sentido que desgarrar sueños, que aniquilar el futuro. Los dos fueron enterrados el 21 de marzo, día que la ONU ha dedicado a celebrar la lucha contra la discriminación racial.

Kaká...

Brasil ha vivido una década de profundas transformaciones democráticas que permitieron mejorar las condiciones de vida de los más pobres, aumentando sus oportunidades de ingresos, condiciones de trabajo, educación, vivienda y consumo. La pobreza ha disminuido y, aunque aún persiste una gran desigualdad, han sido notables los avances en la reducción de la exclusión de grandes sectores de la población. El balance de los gobiernos de Lula da Silva y Dilma Rousseff es, en este sentido, muy positivo y referenciado en todo el mundo.

Entre tanto, un problema endémico parece no tener solución: la violencia que cobra miles de vidas en la población más pobre, especialmente, la población negra. En los últimos años, la tasa de homicidios en la población blanca (la cual suele concentrar los mayores ingresos), ha disminuido tendencialmente y de forma sostenida. Por el contrario, entre los pobres, particularmente entre los pobres negros de sexo masculino, ha crecido de forma exponencial. Durante los años 2008 y 2010, los homicidios en la población blanca disminuyeron 25,5%. En la población negra, aumentaron casi 30%, constituyendo el 65% del total de homicidios cometidos en el país. En una década en que Brasil experimentó una verdadera e intensa revolución democrática, murieron asesinadas 272.422 personas negras, todas ellas de sectores populares.

No deja de ser notable que, a pesar del éxito de las políticas de inclusión y promoción de la ciudadanía, la violencia se ha ido agravando entre los jóvenes más pobres y mejorando entre los jóvenes de clases media o los de los sectores con mayores ingresos. En efecto, en 2002, la tasa de homicidios entre los jóvenes blancos era de 40,6. En 2010, había disminuido a 28,3. Por el contrario, la de los jóvenes negros era de 69,6, en 2002, aumentado a 72, en 2010.

Los estudios realizados por el investigador de FLACSO Brasil, Julio Jacobo Waiselfisz, coordinador de los Mapas de la Violencia, ponen de relevancia la enorme gravedad política, social y humanitaria derivada del aumento sistemático de homicidios entre los jóvenes negros en Brasil. Como en el caso de Natán y de William, sus verdugos suelen ser jóvenes de los propios sectores populares y de las comunidades donde viven; bandas de traficantes y pandillas delictivas; o la acción criminal e irresponsable de quienes deberían protegerlos, la policía y las fuerzas de seguridad públicas.

El Prof. Waiselfisz, que recientemente ha sido galardonado con el Premio Nacional de Derechos Humanos de la Presidencia de la República, da una magnitud de la tragedia: “por cada joven que muere asesinado en Alemania, Francia, Inglaterra o Japón, mueren asesinados 140 jóvenes blancos en Brasil, 359 jóvenes negros, 700 jóvenes negros en el Estado de Espírito Santo, 865 jóvenes negros en el Estado de Alagoas, o 912 jóvenes negros en la ciudad de Simões Filho, en Bahia, una de las más violentas del país”. La tasa de homicidios de jóvenes negros en Alagoas es de 173; en Espírito Santo, 140; en Paraiba, 125; en Pernambuco, 111; en el Distrito Federal, sede de la capital, 103. La tasa general de homicidios en Brasil es de 27,4 y constituye la séptima del mundo. La tasa de homicidios de jóvenes (blancos y negros) en el país es de 54,7. Esto es, cada 100 mil jóvenes, más de 50 mueren asesinados cada año. El gráfico presentado a continuación muestra la tasa de homicidios en el país, por edad y raza.

Fuente: Mapa da Violência: Homicídios e juventude no Brasil, Julio Jacobo Waiselfisz, FLACSO Brasil / CEBELA, 2013

Más de 52 mil personas son asesinadas cada año en Brasil, la mitad de ellas jóvenes, en su gran mayoría, negros. Son más de 140 personas por día... Cada 25 minutos, un joven negro es asesinado en Brasil.

Por su parte, América Latina y el Caribe constituyen las regiones del planeta con mayor número de homicidios entre los jóvenes. Los 17 países con las más altas tasas de homicidio juveniles en el mundo son: Honduras, El Salvador, Islas Vírgenes, Trinidad y Tobago, Venezuela, Guatemala, Colombia, Brasil, Panamá, Puerto Rico, Bahamas, Belize, México, Ecuador, Barbados y Guyana. En el otro extremo, Cuba es el país latinoamericano con menor tasa de homicidios en todos los niveles de edad.

La dimensión del grado de violencia que sufren los jóvenes negros en Brasil puede observarse cuando se proyecta en comparación a las tasas de homicidios del conjunto de la población, dentro del país, o fuera de él. Hay cuatro veces más probabilidades que un joven negro sea asesinado antes que lo sea un joven blanco. Por otro lado, los dos países que poseen las más altas tasas de homicidios juveniles en el mundo, Honduras y El Salvador, si fueran estados brasileños, ocuparían el cuarto y quinto lugar en la lista de asesinatos de jóvenes negros, por detrás de Alagoas, Espírito Santo y Paraiba.

En Brasil, 72 es la tasa de homicidios entre los jóvenes negros. La tasa general de homicidios en Costa de Marfil, uno de los países más violentos del mundo, es de 56; en Zambia, 38; en Uganda y Malawi, 36; en Burundi, 21,7. Naturalmente, en términos analíticos, la tasa de homicidios de un sector de la sociedad o de un estado o provincia, no puede compararse, vis a vis, con las tasas de homicidios generales de otra nación. Entre tanto, la información sirve para dimensionar el nivel de violencia que viven los jóvenes negros en Brasil, cuyos asesinatos, proporcionalmente, duplican las tasas de homicidios de los países más violentos de África.

Comúnmente, se atribuye la violencia a la pobreza. Sin lugar a dudas, las pésimas condiciones de vida de los más pobres constituyen una de las causas que promueven y estimulan relaciones violentas y la expansión de redes de criminalidad. Sin embargo, parece no sólo prejuicioso sino también sociológicamente desacertado, reducir las causas de la violencia a los pobres. En Brasil, las condiciones de vida de los más pobres mejoraron, al mismo tiempo en que empeoraron todos los indicadores de violencia entre y contra ellos. Hoy existen muchas más oportunidades para que un joven negro estudie en la universidad. También, más chances de que muera asesinado por un traficante, por un vecino o por la propia policía. Los jóvenes pobres viven hoy mejor que una década atrás, pero corren el riesgo de morir más rápido.

No debemos, por lo tanto, depositar en las necesarias políticas de combate a la pobreza la única expectativa en la reducción de las altas tasas de violencia que cobran la vida de miles de jóvenes en Brasil y en cualquier país de América Latina. Las causas más profundas deben buscarse en la impunidad, especialmente, en la impunidad delictiva de las fuerzas de seguridad públicas; en la frágil institucionalidad democrática; en el racismo estructural, imbricado capilarmente en todas las esferas de la vida social; en la tolerancia cómplice o en la ineficiencia pasmosa de las estructuras judiciales y políticas; en la indiferencia de los más ricos, preocupados en amurallarse, en protegerse a sí mismos, atrincherados en sus condominios, siendo espectadores indolentes de una sociedad donde el derecho humano a la vida le sigue siendo negado, cotidianamente, a miles de niños, niñas y jóvenes.

La inseguridad pública divide y fragmenta a las sociedades latinoamericanas. La derecha se apodera del tema, lo secuestra, le brinda aparentes soluciones que sólo agudizan las causas productoras y reproductoras de la violencia. La izquierda y los gobiernos populares están desconcertados. Sus políticas públicas, cuando fueron implementadas, han democratizado nuestras sociedades y han permitido avanzar en la promoción de derechos fundamentales, históricamente negados a las grandes mayorías. Sin embargo, en materia de seguridad, las alternativas progresistas parecen desmoronarse bajo la modorra, la falta de imaginación o de audacia, apabulladas por las demandas de aumento de la represión policial, la disminución de la edad de imputabilidad penal y la culpabilización del sistema escolar.

Hay gente que cree que el futuro de Brasil depende de la soja. Otros que creen que depende del petróleo o de los vaivenes de la economía mundial. Yo creo que el futuro de Brasil depende exclusivamente de la posibilidad de garantizar una vida digna a los millones de niños, niñas y jóvenes que, como Natán y William, sólo sueñan con ser felices, iluminando el cielo con su risa.

Desde Río de Janeiro

Para seguir leyendo...

Mapas de la Violencia en Brasil, coordinados por Julio Jacobo Waiselfisz, FLACSO Brasil.

Entrevista a Julio Jacobo Waiselfisz, por Martín Granovsky, CLACSO TV, 2014.

Estudio Mundial sobre Homicidios 2011, Oficina de las Naciones Unidas contra la Driga y el Delito, ONU, 2011.

Violencia política y movimientos sociales en América Latina. César Barreira, Roberto Gonzáez Arana y Luis Fernando Trejo Reseros (compiladores). CLACSO, 2013.

Nuevo pensamiento sobre seguridad en América Latina. Hacia la seguridad como un valor democrático. Alexandra Abello Colak y Pablo Emilio Angarita Cañas (compiladores). CLACSO, 2013.

Conflictos sociales, luchas sociales y políticas de seguridad ciudadana. César Barreira, Jose Vicente Tavares dos Santos, Jaime Zuluaga Nieto, Roberto González Arana y Felipe González Ortiz (compiladores). CLACSO, 2013.

Jóvenes, políticas y culturas: experiencias, acercamientos y diversidades. Sara Victoria Alvarado y Pablo Vommaro (compiladores). CLACSO, 2012.

La inseguridad y la seguridad ciudadana en América Latina. José Alfredo Zavaleta Betancourt (compilador). CLACSO, 2012.

El prisma de las seguridades en América Latina. Escenarios regionales y locales. Alejo Vargas Velásquez (compilador). CLACSO, 2012.

Comentarios

Sin lugar a dudas el futuro de Brasil y de toda la humanidad está en garantizar la vida digna de nuestros niños y jóvenes. Muy interesante el articulo, nos hace reflexionar sobre la realidad de nuestra querida latinoamérica..Gracias.
Un artículo impactante. Un reflexión que deberíamos hacer los motivos de la violencia. La violencia qu ese nos cuela cada día en el salón de casa, y que es producto de otra violencia socioeconómica y cultural más sofísticada. Estos chicos son el eslabón más débil de la cadena.
En Panamá la población de origen afro tiene las misms características que se puede observar en Brasil y probablemente en otros países con un fuerte contingente de descendientes afro. No existe un programa que monitoree la violencia basada en factores raciales, pero es observable que la violencia se concentra en áreas donde los afrodescendientes son mayoría. Las tasas de asesinatos son altas y su numero crece. Por razones ideológicas del sistema, los datos no reflejan la relación racial de estos casos. De hecho quedan ocultas estas relaciones y no es fácil su distinción. Democráticamente son subsumidos en una masa de actores y victimas que esconde su historia de marginalidad.
Yo voy a dar mi opinion con el mayor de los respetos ya que el tema vilolencia es un tema complejo pero no in reparable todas las personas qe utilizan la cordura la logica y el buen razonamiento sabemos que la violencia enjendra violencia y la amabilidad conjuntamente con lo antes nombrado desde la cordura da buenos resultados pero con un amplia consientisacion de los derechos y garantias sumado a la obligacion moral de cada uno de los seres humanos hacia los demas plasmando una amplia campaña de consientisacion de que el derecho de uno termina donde comienza el del otro y el del otro donde comienza el de uno,la mayoria de los seres humanos que utilizan la violencia como medio de poder es porque permitio que alguien lograse corromper su mente y estoy seguro que ba transitando por un camino sinuoso o resbaladizo que no es el correcto ni para el ni para la sociedad por eso hay qe inbertir en politicas educatibas desde la moral la lojica la cordura y las buenas costumbres para trascurir con pasos firmes hacia un futuro que nos enorgullesca ya que es el futuro que les dejaremos a nuestros chicos en general y mundialmente ,de alma mente y corazon !

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