Quiebro estratégico
Quedará matizado el nuevo pivote del mundo, que iba a desplazarse hacia Asia, con el regreso del viejo pivote europeo
Del golpe de mano de Putin va a salir un mundo nuevo. Probablemente más peligroso y en todo caso peor que el anterior. La fulgurante crisis ucrania no ha sido una acumulación de desgracias y despropósitos fruto de la casualidad, sino la erupción de un volcán que yacía dormido esperando el momento propicio para abrirse camino por las grietas de la tierra.
Pronto nos daremos cuenta de que ya no sirven las viejas ideas. La multipolaridad, el G-2 formado por Estados Unidos y China, el mundo de nadie, están caducando a toda prisa mientras emergen dos grandes bloques, más permeables que los de la guerra fría, menos polarizados, pero dispuestos a pelearse a cara de perro por la hegemonía, es decir, por el dominio y la influencia territorial, la capacidad de disuasión militar y el control de recursos naturales, materias primas y fuentes de energía.
Quedará matizado el nuevo pivote del mundo, que iba a desplazarse hacia Asia, con el regreso del viejo pivote europeo, al que dábamos por enterrado, y la revalorización como primera cancha del pivote medio oriental. Oriente Próximo será el patio de las inmediatas disputas, con tres mesas para medir la capacidad de acuerdo, sobre Siria, el desarme nuclear de Irán y la disputa entre israelíes y palestinos. La relación transatlántica, en su aspecto militar, la OTAN, y todavía más en sus aspectos comerciales, tendrá poderosos estímulos para reforzarse.
Los 28 enanos europeos se verán empujados a dotarse de una política energética común para evitar que se los coma en dos inviernos el gigante gasístico vecino
También convendrá anudar bien los lazos transpacíficos de la alianza comercial entre Estados Unidos, Canadá, México, Perú y Chile con Australia, Japón, Malasia, Nueva Zelanda, Brunéi y Singapur. La primera tendrá a Rusia enfrente y la segunda a China, sometidas ambas al nuevo magnetismo de atracción mutua que provoca la erupción crimea.
Los 28 enanos europeos se verán empujados a dotarse de una política energética común para evitar que se los coma en dos inviernos el gigante gasístico vecino: veremos qué queda de los buenos propósitos medioambientales sobre prohibición del gas de esquisto, cierre de centrales nucleares o reducciones de emisiones de CO2, y del veto estadounidense a toda exportación energética. Lo mismo sucederá con las inexistentes políticas de defensa y exterior europeas, azuzadas ahora por la exhibición del vecino bravucón y por la autoridad de la única voz que sale del Kremlin.
Frente a una alianza transoceánica global, aparece el dibujo de puntos de una gran alianza terrestre promovida por Moscú sobre la mayor parte del continente euroasiático. El capitalismo regirá en ambos segmentos del nuevo planeta dividido, pero las reglas, sistemas políticos y valores diferirán radicalmente. Y nos sorprenderemos al ver cómo funcionan bajo este nuevo régimen aquellos viejos términos aparentemente liquidados que dividían sociedades y países entre derechas e izquierdas.
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