Didier Kassaï dibuja la guerra en Bangui
La Revue Dessinée acaba de subir a la Red, de manera gratuita, los primeros capítulos de la última obra del dibujante Didier Kassaï (Sibut, República Centroafricana, 1974).
Si es la primera vez que lee la historia de Didier Kassaï, sepa que es un ilustrador de 39 años, vecino de Bangui, cristiano en un hogar mixto, ya que está casado con una musulmana. La obra de la que hablamos está dibujada con trazos veloces y teñida con tonos rojo y arena. Su cómic nos explica el impacto en su vida de las sucesivas oleadas de violencia, ora Séléka ora anti-Balaka, que arrasaron la capital centroafricana y cómo la vida cotidiana de la ciudad se convirtió en un infierno.
La difusión del cómic de Kassaï, un testimonio en vivo y en directo de la caída libre de su país en la útima guerra que vive, coincide con desplazamientos masivos de población que huye de la violencia, apoyados por algunas agencias humanitarias, y con un recrudecimiento de las venganzas, los pillajes y la locura fratricida en el país africano, amenazado además por el hambre. Kassaï continúa en Bangui, con su familia, haciendo un trabajo prácticamente de guerrilla, a pie de calle, dibujando y escaneando ferozmente en un cibercafé. Perdió su casa y todas sus posesiones: sólo le quedan la voluntad y los cuadernos en los que toma notas para no olvidar todo aquello de lo que es testigo.
"Desde el desencadenamiento de la reciente crisis, tuve el pensamiento de no dejar pasar un sólo instante -escribe por correo electrónico, rompiendo un silencio de algunos días tras nuestro primer contacto por facebook- Anotaba todo lo que pasaba en un cuaderno que cargaba conmigo en mis escapadas. Puse por escrito todos los días y los instantes memorables para no olvidar los detalles. Y cada vez que me sentía al abrigo de los disparos, me ponía a escribir. El crepitar de las armas se convirtió en una fuente de inspiración, después de que fuera la causa de nuestro miedo.Y cuando cesaban de disparar, salía para informarme y tomar fotos con mi móvil. Al principio, no necesitaba mucho para trabajar. Un bolígrafo, un lápiz y mi cuaderno eran suficientes para tomar notas y hacer apuntes rápidos. Después, hizo falta rehacerlo todo para las planchas. Utilicé papel normal, un lápiz y mi único rotulador para dibujar. A continuación recurrí a los servicios de un cibercafé para escanear y enviar las planchas a Francia. Revue Dessinée las coloreó, después de estar en contacto con ellos por facebook durante meses, puesto que no dispongo de mis herramientas tras la pérdida de mi material durante los combates".
Los colores en las viñetas de Kassaï subrayan los sentimientos expresados en la narración, la gravedad de los hechos, las emociones. "Es un estilo semirrealista con rasgos que recuerdan a la caricatura -señala- Hay que entender que soy también caricaturista y que publiqué, en los años 96 y 97 y en el diario Le perroquet, muchas viñetas sobre los motines de las fuerzas armadas centroafricanas que sacudieron al régimen de Ange-Félix Patasse. Hoy sigo con un testimonio de guerra, de violencia, del desastre en cómic. Creo que el mejor estilo para contar ese tipo de historias es el que adopto, para no herir sensibilidades. Los dibujos son sencillos y expresivos. Lo más importante es pasar el mensaje".
Las viñetas en las que Didier Kassaï trabaja ahora, desde la precariedad de un cibercafé de Bangui, van a integrarse en un álbum de un centenar de páginas que publicará La Boite à Bulles en Francia. Será el objeto del segundo tomo de la serie Tempête sur Bangui. El primer álbum verá la luz en verano de este año y se demorará en explicar el golpe de estado de la séléka y la ola de pillajes y violencia que siguieron (y que llevó al país a la crisis que vive actualmente).
"Recopilé toda la información en un mes, pero el trabajo concreto tomó de una a dos semanas -prosigue- Las condiciones en las que trabajé son difíciles, pero quedarse sin hacer nada en este caos es también muy estresante. Al contar mi calvario, me libero un poco del peso que me oprime. Mientras me sumerjo en mi historia, tengo la impresión de olvidar toda la violencia a mi alrededor y el sufrimiento que me rodea. Trabajo durante toda la jornada y cuando las armas gritan, me detengo y me refugio. Cuando paran, retomo el dibujo. La noche es más complicada, porque estamos obligados a apagar las luces para no atraer agresores", precisa.
Didier Kassaï es un ilustrador, caricaturista y acuarelista autodidacta. Desde el año 1998, se forma y participa en varios festivales, residencias y exposiciones en África, Europa, Japón y Estados Unidos. Es coautor (con Olivier Bombasaro) de Gipépé le pygmée y Aventures en Centrafrique, editados por Les Classiques Ivoiriens en 2005 y 2006. También toma parte en álbumes colectivos como À l’ombre du Baobab (2001), Une journée dans la vie d’un Africain d'Afrique (2007) y Vies Volées (2007). Ha recibido el Premio África e Mediterráneo en 2006 en Bolonia con Azinda et le mariage forcé y el Vues d’Afrique con Bangui la coquette en el festival de Angoulême. En 2009, obtiene el premio al mejor proyecto de cómic en proceso de realización con Pousse-pousse en el Festival de Argelia. Su primer cómic en solitario es l’Odyssée de Mongou (adaptación de una novela de P. Sammy Mackfoy) y apareció en 2008 en Bangui, con la editorial Les Rapides. Sacará dos nuevos cómics este año: los ya mencionados Tempête sur Bangui y Pousse-pousse. También es conocido por sus acuarelas humorísticas de escenas de la vida cotidiana de su país.
Didier Kassaï en Japón
Algunos apuntes de la última crisis centroafricana, según Didier Kassaï
"Durante la rebelión de la séléka y la toma de poder en marzo del año pasado, asistimos a una gran campaña de pillaje y violencia contra la población cristiana, las iglesias y los miembros de las fuerzas regulares del ejército (todos los teóricos apoyos del presidente en el poder en aquel momento, François Bozizé). Hay que reseñar que esta rebelión está dirigida esencialmente por musulmanes y constituida en parte por mercenarios llegados de Sudán y Chad.
El país resultó invadido por hombres armados particularmente violentos, que hablaban sólo árabe y no dudaban en disparar a la población y quemar los pueblos, en la mayor impunidad. El presidente surgido del golpe de estado, Michel Djotodia, no manifiesta ningún deseo de detener la violencia, no tiene ninguna autoridad sobre sus hombres o incluso mantiene un doble lenguaje: espolea a sus hombres a cometer exacciones y dice a la gente que está contra la violencia.
Esa situación se ha prolongado durante ocho meses y ha provocado que una parte de la población se rebelara. De ahí la creación de la milicia de autodefensa Anti-balaka (Anti balle AK 47), que no es tampoco una milia cristiana, hay que decirlo, si no constituida por campesinos no musulmanes oprimidos y antiguos militares condenados al exilio tras el golpe de estado contra Bozizé. Los miembros de estas milicias portan numerosos amuletos protectores que les convierten, digamos, en invulnerables a las balas de un AK 47. Un cristiano no tendrá necesidad de amuletos para protegerle, ya que Dios es su única protección.
Chad, que formaba parte de la misión de interposición de la Fuerza Multinacional de la República Centroafricana, fue acusado de dejar pasar a los rebledes en sus ofensivas sobre Bangui en marzo de 2013 y de apoyar las operaciones para echar del poder a François Bozize, bestia negra de sus homólogos de África central tras su tentativa de eternizarse en el poder.
En República Centroafricana hay una enorme comunidad chadiana. Muchos viven en el país, sin problemas, junto con los nacionales centroafricanos. Se sospecha que otros han contribuido a la financiación de la rebelión y otros tomaron parte en actos de desestabilización y han participado en las violencias y los pillajes que ha conocido el país. Es el caso de pequeños comerciantes conocidos en Bangui y otras ciudades de provincia que se convirtieron de la noche a la mañana en oficiales de la séléka".
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