_
_
_
_
_

África en red, el nuevo viejo sueño

La utopía de un continente con una sola voz y caminando en una misma dirección movió ya tradicionalmente a líderes e intelectuales Ahora son los jóvenes ciberactivistas africanos los que se suman a la lista La plataforma Africtivistes, que pretende aglutinar a blogueros de diversos países, es la expresión más clara de este anhelo.

Carlos Bajo Erro
Sonia Mackay

Los padres de las independencias, como Nkrumah, soñaron con un África unida. Los iconos de la emancipación, como Sankara, reprodujeron el sueño de un continente con una sola voz fuerte. Músicos de proyección internacional, como Tiken Jah Fakoly, han cantado a la quimera. Escritores, como Abdourahman A.Waberi, han construido la arcadia en sus obras. Y el sueño ha llegado hasta las pantallas de cine, por ejemplo en Africa Paradis. La utopía de un continente caminando en una misma dirección ha conquistado ahora a los ciberactivistas, los últimos en sumarse a esta larga lista. La plataforma Africtivistes, que pretende aglutinar a blogueros africanos, es la expresión más clara de este anhelo.

La actividad en las redes se está desarrollando en los últimos años como una cadena de acciones y reacciones, de exploraciones de nuevas vías, de respuestas y propuestas. A medida que los ciberciudadanos se han ido reforzando y se han ido configurando iniciativas colectivas, los gobiernos han empezado también a fijarse en la red. Los usuarios se han mostrado, en general, mucho más flexibles frente a las rígidas estructuras administrativas. Los ciberactivistas se han movido como lagartijas, mientras que los gobiernos se comportan como grandes y pesados cocodrilos; más inmóviles, pero también más poderosos. Blogueros y tuiteros se han convertido en un objetivo de las maniobras institucionales de control de la información y de la sociedad.

Las diferentes iniciativas han ido creando nodos de ciberactivismo locales en diferentes países africanos que se han ido vinculando poco a poco. Los lazos entre ellos se han ido construyendo con la actividad y la confianza en el poder de las redes sociales para construir una sociedad más justa y democrática, pero se han reforzado con las amenazas.

¿Oportunidad o amenaza?

Entre oportunidad y amenaza, el uso de Internet y de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) en África abre un debate de difícil solución. ¿Abrirá aún más la brecha entre el continente y los países del Norte o brindará la oportunidad para que África consiga reducir las diferencias forjadas por siglos de desigualdades? Ni siquiera las cifras ayudan a deshacer el entuerto. Por un lado, la penetración de Internet en la región es la más baja del mundo, con un 15,6% en junio de 2012, según el Internet World Stats, frente a un 34,3% del conjunto del planeta. Pero al mismo tiempo en poco más de una década, desde el año 2000, el número de internautas africanos se ha incrementado un 3.606,7%, un aumento difícil de imaginar. Y un reciente informe del Mckinsey Global Institute señala que en las ciudades africanas el 50% de la población está conectada.

Actualmente, África subsahariana es la región del mundo en la que más crece el uso del teléfono móvil y prácticamente siete de cada diez africanos tiene uno de estos aparatos. En estos últimos años de explosión del uso, muy vinculado a Internet, los usuarios africanos han demostrado un dinamismo que se expresa en la creatividad para dar a estas tecnologías usos similares a los que se presentan en cualquier otra parte del mundo, e incluso, más imaginativos. Sin entrar en dimensiones como la del comercio, la economía, las finanzas, la educación o la sanidad, en el ámbito social, los usuarios de la red de redes exprimen todas sus posibilidades e imaginan otras nuevas, desde el control de la transparencia democrática, hasta el fomento de la participación política, pasando por la contestación, la crítica o la disidencia. El emergente colectivo de líderes surgidos del entorno digital se van convirtiendo en referentes e interlocutores para la clase política, pero también para la sociedad. Los políticos saben que son vigilados y la sociedad que tiene nuevas herramientas para controlar sus destinos.

La despedida de 2012 fue dramática en Abidjan. Una avalancha en un estadio de fútbol en el que se estaba celebrando el fin de año provocó alrededor de sesenta muertos. Las redes de ciberciudadanos que se habían activado durante la crisis electoral de 2010 se movilizaron, como canal de duelo, como medio de asistencia a los afectados y como altavoz de las críticas a las autoridades a las que se pedía respuestas y una investigación rigurosa de lo ocurrido, a través del hashtag #DramePlateau. Diaby Mohamed y Cyriac Gbogou, dos de los blogueros más influyentes del país, fueron retenidos por la policía, acusados de “interferir el funcionamiento de la administración”. La reacción fue inmediata e internacional. Otras comunidades de ciberactivistas próximas, como la senegalesa, y otras más alejadas, como la de la diáspora, hicieron correr la noticia como la pólvora a través de las redes sociales. Mohamed y Gbogou fueron puestos en libertad rápidamente por las autoridades después de un interrogatorio rutinario.

El propio Gbogou está seguro de que la difusión de su detención fue fundamental en su puesta en libertad. “La fuerza de esta comunidad nacional (marfileña), panafricana e internacional ha jugado un papel determinante en nuestra liberación”, afirma Gbogou desde Abidjan.

En mayo del año siguiente, el Gobierno senegalés expulsaba al bloguero chadiano Makaila Nguebla. Este ciberactivista estaba exiliado en el país de África occidental desde 2005 debido a las críticas hacia el Gobierno de Idriss Déby. Precisamente, la expulsión sin previo aviso rumbo a Guinea Conakry (donde el bloguero no tenía ningún contacto) se produjo en medio de negociaciones entre políticos senegaleses y chadianos para propiciar un acercamiento entre los ejecutivos. La controvertida deportación activó inmediatamente una campaña iniciada por la comunidad de ciberactivistas senegaleses, en la que Nguebla estaba muy integrado, para presionar a su Gobierno. A través del hashtag #FreeMakaila, la actuación de las autoridades senegalesas se expuso en la picota de las redes sociales. Poco más de un mes después de su aterrizaje en Conakry, el Ministerio de Asuntos Exteriores francés le tramitaba un visado de larga duración, gestionaba su traslado a París y le allanaba el camino para acceder al estatus de asilado político.

Ciberactivistas africanos: la comunidad 'glocal'

C.B.E.

Las comunidades africanas de usuarios de las redes sociales se encuentran en un periodo de auténtica expansión, donde se está produciendo una curiosa paradoja, mientras se refuerzan las comunidades locales tratan de establecer vínculos fuertes entre ellas. Quizá el ejemplo se encuentra en Twitter, con las etiquetas (hashtags) nacionales que en los últimos años se han ido estableciendo con fuerza. Los grupos de tuiteros más relacionados entre sí, con un contacto más habitual, han ido poniendo en marcha iniciativas con las que pretenden que los usuarios identifiquen el lugar desde el que tuitean. Las fórmulas más populares son dos. En una de ellas se compone la etiqueta con la almohadilla la palabra team y el código telefónico del país, como #team221 para Senegal o #team225 para Costa de Marfil. La segunda opción es el uso de palabras en lenguas locales que hacen referencia al piar de los pájaros o a la comunicación (habitualmente informal) como el #kebetu (piar, en wolof) senegalés o el #kpakpatoya (divulgar, en nouchi).

Mientras estos grupos animan el sentido de pertenencia y el espíritu de comunidad con estas herramientas, tratan de buscar lazos de unión con otras comunidades vecinas. Estas dos dinámicas, la local y la global (o al menos transnacional) se desarrollan en paralelo, se complementan y no parecen entrar en ninguna contradicción. Ni las etiquetas son banderas, ni las comunidades rivales. De hecho, los usuarios senegaleses utilizan el #kpakpatoya cuando el mensaje se refiere a sus “vecinos” marfileños y estos emplean #kebetu para intervenir en las conversaciones de sus compañeros senegaleses en un mundo virtual sin fronteras nacionales.

Nguebla recuerda desde la capital francesa que la cibercampaña de solidaridad se expresó en “una movilización en diferentes lugares del mundo” y señala con satisfacción que esta iniciativa generó “pasión y admiración en la juventud africana”. Cyriac Gbogou tiene muy presente que recibió el apoyo de los ciberactivistas panafricanos durante su retención en Costa de Marfil, por eso en el caso de #FreeMakaila afirma: “Fue por ese motivo por lo que no dude en ayudar, en la medida de lo posible, a Makaila”.

Los ciberactivistas han ido tomando conciencia, en paralelo, de su vulnerabilidad, pero también de su poder y a fuerza de amenazas han ido reforzando esas alianzas panafricanas. La plataforma Africtivistes es la materialización de esta corriente cibermilitante, de momento impulsada desde los países del África francófona, pero con potencial de aglutinar a ciberciudadanos de procedencias distintas. “El objetivo es federar a todos los blogueros, activistas y periodistas para hacer frente a los desafíos relacionados con la libertad de expresión, el buen gobierno o el déficit democrático al que se enfrentan muchos países africanos”, señala Makaila Nguebla. Desde su propia experiencia el bloguero chadiano no olvida que esta unión es el resultado “de la toma de conciencia colectiva, de unos y otros, ante las detenciones arbitrarias o las expulsiones injustas de blogueros activistas y periodistas que se han producido en los últimos años”.

Se presenta como “la liga de ciberactivistas africanos para la democracia” y su divisa es “¡El África de mañana para nosotros y por nosotros! Nosotros vigilaremos, nosotros velaremos, nosotros garantizamos. Ya no tenemos que esperar a que los demás decidan por nosotros”. Después de un largo proceso de maduración, la web que acompaña este proyecto, todavía en un estado muy embrionario, se activó el pasado 7 de febrero.

Detrás de esta plataforma está la mano de un grupo de blogueros y tuiteros entre los que se encuentran algunos de los más activos y más influyentes de África occidental, como el marfileño Cyriac Gbogou o el senegalés Cheikh Fall, y de la diáspora como la Anna Gueye. Desde Dakar, Fall plantea como objetivo de esta plataforma la generación de lo que llama “ciudadanía aumentada”, que implica que los ciberactivistas “se posicionen como vigías” y creen “una buena masa de opinión crítica para interpelar a los políticos sobre el respeto a las misiones que se les han confiado”. Gbogou, por su parte, pone el acento en la dimensión panafricana cuando señala: “Puede servir (la plataforma) para compartir experiencias pero también para formar una comunidad fuerte cuyo objetivo será participar en las decisiones de nuestros estados y, sobre todo, de África”.

El ciberactivista marfileño introduce así la conciencia o, al menos, la voluntad de formar una comunidad cohesionada: “Las fronteras son un freno al desarrollo. Por eso, nuestra generación intenta dejar su huella mostrando que a pesar de las fronteras somos uno. Los problemas de mi vecino se convierten en los míos ya que todos vivimos las mismas realidades”. Y esa unión se plantea como una evidencia que se ha presentado ante las actividades de las comunidades locales. Para Cheikh Fall “las redes se han ido interconectado con el tiempo y la dinámica africana se ha impuesto progresivamente”. Estas visiones demuestran que en sus primeros pasos los ciberactivistas de África occidental no pensaban en trascender sus territorios nacionales, pero se ha impuesto la realidad de un entorno virtual sin fronteras. “Las diferentes luchas desarrolladas en los diferentes países tienen similitudes y esto ha facilitado una puesta en red que hoy se puede considerar como el resultado de diversas acciones comunes”, señala Fall.

En este mismo sentido, el bloguero chadiano Makaila Nguebla, también vinculado a esta plataforma, señala que pretenden “actuar a escala continental a favor de las poblaciones africanas para liberar al continente de las situaciones trágicas y dramáticas a las que han conducido algunos actores políticos o las intervenciones extranjeras”.

Los protagonistas de los diferentes países africanos coinciden. Nguebla habla de “globalizaciones de las ideas” y de “intentar provocar cambios sociales profundos gracias a una militancia ciudadana con ambiciones continentales. Gbogou se confiesa “feliz de ver una juventud africana que sueña con la democracia y la libertad de expresión en sus países” y “con una verdadera unidad africana”. Mientras que Cheikh Fall advierte de la emergencia de una “revolución” de la “democracia participativa a través del entorno digital”.

Poco a poco los proyectos se van poniendo en común y se van uniendo a esta plataforma los ciberactivistas. Ya hay miembros de Senegal, Costa de Marfil, Djibuti, Benin, Chad o Guinea Conakry. Y la telaraña de cibermilitantes africanos se va reforzando.

Carlos Bajo Erro (Pamplona, 1978) es licenciado en Periodismo y se dedica a la comunicación on-line. Especialista en comunicación en África. Miembro del Centre d’Estudis Africans i Interculturals (CEA) de Barcelona y del Grup d’Estudis de les Societats Africanes (GESA). Es coautor de 'Redes sociales para el cambio en África' junto a Antoni Castel (Los libros de la catarata, Madrid, 2013, 104 páginas). En él hace una radiografía sobre el uso de las TIC en África y estudia más profundamente casos paradigmáticos de uso de las redes sociales en procesos políticos, como las elecciones presidenciales en Senegal y en Ghana en 2012 o la contestación política en Angola, a partir de marzo de 2011.

Sobre la firma

Carlos Bajo Erro
Licenciado en Periodismo (UN), máster en Culturas y Desarrollo en África (URV) y realizando un doctorando en Comunicación y Relaciones Internacionales (URLl). Se dedica al periodismo, a la investigación social, a la docencia y a la consultoría en comunicación para organizaciones sociales.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_