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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Grave imprudencia

Disparar hacia inmigrantes que están en el mar interpela severamente al Gobierno

Lanzar pelotas de goma y cartuchos de fogueo cerca de personas que intentan nadar hacia una playa es un comportamiento muy imprudente. La tragedia sobrevenida (al menos 14 ahogados) interpela severamente al Ejecutivo, responsable de las órdenes que cumplen las fuerzas de seguridad. Hay que aclarar si los disparos hechos el día 6 desde la playa ceutí del Tarajal alcanzaron a los nadadores, como aseguran compañeros de las víctimas y niega el ministro del Interior. Y aunque fuera cierto que se tuvo sumo cuidado en no tirar a dar, necesitaban ayuda, no disparos; por no hablar del pánico que debieron desatar entre personas lanzadas al agua con “signos de agotamiento físico” y salvavidas hechos “con sacos de arpillera con botellas de plástico vacías”, según información del Gobierno.

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El ministro del Interior ha defendido en el Congreso la “proporcionalidad” de los medios empleados, pero no basta con afirmarlo tras haber asistido a un baile de versiones oficiales sobre lo sucedido. La Comisión Europea pide explicaciones. Pero el Ejecutivo no solo tiene que responder a los requerimientos de Bruselas, sino aclarar a sus compatriotas quién dió las órdenes a la Guardia Civil para disparar en la frontera acuática. Y una vez constatado que la versión dada a los diputados difiere de las facilitadas en días precedentes por el delegado del Gobierno en Ceuta y por el director general de la Guardia Civil, ¿qué se propone hacer el ministro respecto a sus subordinados?

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Jorge Fernández Díaz acierta al subrayar la “especialísima situación” de Ceuta y Melilla, por tratarse de las únicas fronteras terrestres de Europa occidental con África, así como la escasa defensa que ofrece el espigón del Tarajal, que antes se adentraba muchos metros en el mar, pero que ha sido alterado por las mareas. Son miles los que intentan llegar cada año a esas ciudades en barquichuelas, nadando o tratando de superar las verjas reforzadas con cuchillas. Hay evidencias del auxilio que se presta a muchos, pero también de las presuntas ilegalidades que se cometen con otros, devolviéndoles a Marruecos por procedimientos expeditivos.

La dureza no frenará la presión migratoria ni tampoco a los contrabandistas de personas, porque el escalón económico entre África y Europa sigue siendo enorme y el continente más pobre se encuentra desgarrado de conflictos. La parte más joven de las poblaciones amenazadas (los de “complexión atlética”, en palabras de Fernández Díaz) siempre intentará jugarse la vida para buscar la oportunidad de huir de guerras y miserias. A ello se suma la inestabilidad de Oriente Próximo para asegurar años de problemas.

La cuestión es insoluble para un solo país y se echa cruelmente en falta una política migratoria a escala europea, porque la UE se limita a emocionarse con la tragedia de Ceuta como antes con la de Lampedusa. Pero nunca se puede tratar a los inmigrantes sin documentos como si fueran delincuentes.

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