El conflicto perpetuo de Sudán del Sur

Esta entrada ha sido escrita desde Juba (Sudán del Sur) por Jose García Barahona, director nacional de Oxfam.

Un refugiado nuer lava ropa en el campo de Naciones Unidas que les ha acogido en Sudán del Sur. ©UNHCR/K.McKinsey

Más que una guerra olvidada, yo diría que Sudán del Sur sufre una guerra perpetua. Tras haber superado la guerra más larga de África -35 años-, en 2005 se firmaron unos frágiles acuerdos que trajeron al país 8 años de paz y su independencia de Sudán. 2014 iba a ser el año de Sudán del Sur: su PIB iba a crecer el 35%, el crecimiento mas alto del mundo; el dinero del petróleo por fin iba a llegar a las arcas del Estado, solo el presupuesto de Educación iba a subir un 30% en marzo. Los países donantes iban a contribuir también a cubrir los presupuestos de ministerios clave como el de Salud, Educación y Agricultura. Incluso el sector privado estaba por fin poniendo esta parte del mundo en su punto de mira: en la conferencia de inversores que se celebró en Juba a principios de diciembre del año pasado aparecieron 500 empresas de 55 países, todo un éxito.

Sin embargo, todo se ha ido al garete en un abrir y cerrar de ojos.

La noche del 15 al 16 de Diciembre hubo un incidente en la guardia presidencial entre soldados nuers y dinkas (las dos etnias mayoritarias del ejército); en dos días Juba se convirtió en un campo de batalla y de la noche a la mañana la población nuer fue perseguida. La guerra se extendió rápidamente por gran parte del país, y en otras ciudades eran los nuer quienes perseguían a los dinka. Lo que empezó como un incidente en un cuartel, solo seis semanas después había provocado que 800.000 personas hayan dejado sus casas, que otras 130.000 se hayan ido refugiadas a otros países (incluyendo, triste paradoja, al antiguo enemigo, Sudán) y que, por supuesto, esos 500 inversores que vinieron en Diciembre estén ya buscando otros países más estables donde arriesgar su dinero.

Es un desastre. Ver como el sueño de mucha gente, las posibilidades de un país de empezar a salir adelante, se esfuman delante de mis narices en cuatro semanas. Muchos de los que leáis estas líneas pensaréis: “ya están los africanos matándose entre etnias otra vez”. Es más complicado que eso, de verdad. Sudán del Sur había estado 35 años en guerra, era uno de los países más pobres del mundo, con millones de personas todavía armadas, extremadamente pobres y con nulos niveles de educación. En ocho años de paz sus vidas habían mejorado muy poco o nada. Si ponemos todo eso junto, es un cóctel explosivo que, efectivamente, ha explotado.

España comenzó su proceso democrático en 1812 con la constitución de la Pepa; la primera vez que hubo un período de paz estable y de alternancia de poder en democracia ha sido a partir de 1978. Más de 160 años en los que ha habido innumerables golpes de estado, revueltas, contra revueltas, una guerra civil que dejo un millón de muertos y dos dictaduras fascistas. Algunos ingenuos como yo pensábamos que Sudán del Sur iba a conseguirlo en ocho años. No digo que le vayan a hacer falta 166 como a nosotros, pero puede que necesite algo más que una década escasa y que la guerra de ahora sea parte del proceso de aprendizaje de lo que no hay que hacer. Espero de verdad que sea así, y así se lo explico a mis compañeros sursudaneses para intentar levantarles el animo y la autoestima colectiva. Ambas cosas están por los suelos.