Dilemas monárquicos
La infanta Cristina se enfrenta a un dilema curioso: durante muchos años nos ofreció una imagen de mujer actual, casi progresista, casi “normal” dentro de su clase social, con un puesto de trabajo en la Fundación La Caixa en unas condiciones casi normales. En definitiva, de la familia real, doña Cristina parecía la más próxima a los ciudadanos. Ahora, esa imagen es incompatible con las declaraciones de sus abogados, en el sentido de que “por amor” a su marido firmaba todo lo que él le ponía por delante sin leerlo o sin comprenderlo. Una actitud sumisa o dependiente que no corresponde con su imagen de mujer formada, informada y competente del siglo XXI. Si esa era su relación y así lo declara hoy, paradójicamente ese mismo “amor” cargaría aún más las tintas sobre su estimado marido. No viene aquí al caso valorar el coste personal de seguir queriendo mucho a alguien que te ha metido en semejante lío. En el caso contrario, si se trataba de una pareja moderna como aparentaban, que compartían francamente el uno con el otro todos los aspectos de sus vidas, si Cristina sabía lo que estaba haciendo, también por amor participará de la misma suerte que su marido, unidos en la salud, en la enfermedad y en el juzgado.
El problema de la declaración de la infanta no es el paseíllo. El caso Nóos es lo suficientemente relevante como para perder tanto tiempo en una cuestión menor. Dejemos trabajar a los jueces. Sería también un error valorar la futura declaración de Cristina exclusivamente a partir del morbo. Tengo miedo ya de mañana día 9 de febrero. Siendo prácticos, racionales y sobre todo viviendo en una sociedad que se define igualitaria, centrémonos en nuestro verdadero problema: ¿Qué hacemos con los Reyes? En algún momento habrá que abordarlo.— Elena Anadón Santafé.
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