Frenética ansiedad en Sochi
Putin ha empeñado su prestigio en unas instalaciones donde se trabaja contra reloj

Dos palabras se abren paso a la hora de definir el clima que respiran los que están en la ciudad balneario de Sochi, a orillas del mar Negro: ansiedad frenética. Cuando faltan apenas dos días para la inauguración de los Juegos Olímpicos de Invierno, un agitado ir y venir de operarios revela que, pese a los esfuerzos, hay pánico a que no todo esté listo para el comienzo.
Y eso puede tener sus consecuencias, pues Vladímir Putin no solo ha empeñado su prestigio personal en la empresa, sino el de toda Rusia. “Con la organización de estos Juegos devolveremos al pueblo ruso la confianza en sí mismo”, ha dicho el presidente en televisión.
Los Juegos de Sochi pretenden ser un escaparate en el que mostrar al mundo capacidad y poderío, y conjurar de paso, según admitió el propio Putin, el pesimismo que se apoderó del país tras la desintegración de la URSS. Demostrar que, en la economía globalizada, puede volver a ser una verdadera potencia, y además, moderna y avanzada.
Para ello no ha escatimado esfuerzos: los de Sochi serán los Juegos Olímpicos —contando invierno y verano— más caros de la historia. El presupuesto finalmente gastado rondará los 51.000 millones de dólares, cinco veces más de lo presupuestado en un proyecto que nació con altas pretensiones.
Pero el potencial económico no siempre garantiza la capacidad tecnológica y organizativa necesaria para un reto así. Ya en febrero pasado, Putin destituyó al responsable del Comité Olímpico ruso por el retraso que llevaban las obras. Pese a que en los últimos meses se ha trabajado contra reloj, es evidente que algunos edificios y servicios no estarán listos cuando empiecen los Juegos, aunque los responsables han querido asegurarse de que las instalaciones deportivas estén a punto.
Cuando la antorcha se encuentra ya muy cerca de Sochi, lo que los primeros visitantes encuentran son hoteles sin terminar, puertas por colocar, ascensores que no suben y bajan y mucha pintura fresca. Millones de metros cuadrados de superficie construida, largos túneles, modernos sistemas de transporte, instalaciones deportivas de alta capacidad: cuando todo esté acabado, quizá sea una demostración de poderío. Mientras tanto, es una exhibición de nerviosismo.
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