El activismo como pantomima
FOTO: Samuel Sánchez
24 horas de banco ¿y cuántas horas de pantomima? En la madrileña Puerta del Sol, el Colegio de Arquitectos de Madrid instaló hace un par de días un hermoso banco y ofreció 24 horas de asiento ¿Para qué? Supuestamente, la intención era comprobar –grabándolo en cámaras discretamente ubicadas- el uso que la gente hacía del banco (en general se sentaban), pero se trataba, en última instancia, de coronar un sinsentido.
El resultado de la consulta que dicho Colegio de Arquitectos llevó a cabo entre los ciudadanos sobre una próxima reforma de la plaza (Piensa Sol) dio como resultado que la mayoría de los usuarios deseaban más sombra y lugares donde sentarse. Es importante anotar que, en dicha consulta, no hubo espacio para las voces discrepantes (muchas) que, simplemente, consideraban un error volver a levantar una plaza que culminó su última remodelación hace apenas cuatro años. Así las cosas, con el resultado de la consulta pidiendo bancos, ¿para qué se instala un banco con el que se espera que los ciudadanos “interactúen”? ¿Acaso no respondieron ya que lo que querían era eso: bancos? ¿Se trata de analizar el comportamiento de los peatones como si de cobayas de laboratorio se tratara? ¿Se trata de observarlos como niños que no saben en realidad lo que quieren y comprobar si es cierto que necesitan lo que piden? ¿O se trata de anunciar el concurso y de representar la pantomima del activismo?
Más allá de la incomprensión anotada, lo segundo que revela el banco temporalmente instalado en la plaza es una contradicción. ¿Para qué pusieron rejas (hierros, pinchos: no existe una palabra para nombrar al amasijo de hierros ideado para evitar que alguien se siente en un sitio) en el pedestal que rodea la fuente en el centro de la plaza? No parece que fuera para que la gente se sentara cómodamente… Con todo, ese centro neurálgico de la plaza es el más visitado. Con o sin derecho a sentarse, allí, en los peldaños que trepan hacia la fuente, no hay día que no se sienten los turistas que –con una espalda que les permita luego levantarse- no quieren abonar el importe de una consumición en las terrazas cercanas. Por eso, con la mayoría de los alféizares de escaparates sembrados de hierros disuasorios para que nadie se siente y con la gente (turistas y ciudadanos) tirándose por el suelo para descansar, ¿qué pretende demostrar el experimento del Colegio de Arquitectos? La primera norma básica del activismo –según la arquitecta Itziar González Virós- es no iniciar una consulta que los usuarios no consideran necesaria. La segunda podría ser evitar obviedades, como la instalación del banco, que hagan pensar más en un reclamo-anuncio –de la iniciativa- que en un proceso participativo real.
Finalmente, suponiendo que en el Colegio de Arquitectos den por buena la respuesta ciudadana y consideren que sí, que efectivamente, es agradable toparse con un banco en una plaza dura, la siguiente pregunta será: ¿qué tipo de bancos van a instalar en la plaza? ¿Bancos partidos en dos para que a los sin techo no se les ocurra utilizarlos para dormir? ¿Bancos de pago? ¿Bancos fabricados por algún familiar de los responsables del rediseño? ¿Bancos en chiringuitos para que la gente, además de sentarse, pueda tomarse unas copas, o un relajante café con leche, y disfrutar de la vida? ¿O bancos que entorpezcan -o desactiven- manifestaciones cívicas, como el 15 M, que tanta gente, de tantos lugares del mundo, relaciona con la Puerta del Sol?
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