_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El diván

Los ladridos de los perros se hacen más persistentes hasta apoderarse por completo del sonido de las campanas

Manuel Vicent

El escenario está a oscuras. Se oyen campanas y furiosos ladridos de perros. A medida que la escena se ilumina, aparece una sala con un decorado ambiguo. Media sala es un despacho austero, casi desnudo. La otra media, de estilo barroco, podría ser una sacristía llena de cornucopias de oro. Por todo el escenario se pasea a sus anchas un gato negro. Un ventanal al fondo deja ver la silueta de la cúpula de san Pedro de Roma. En la parte austera de la escena hay un diván donde el papa Francisco vestido de blanco está tumbado con el solideo, su anillo de latón, el crucifijo de madera sobre el pecho y unos zapatos con suelas de goma. Detrás del diván, sentado en un cómodo sillón, un psicoanalista con la mano en la mandíbula se dispone a atenderle aunque simula estar dormitando. Los ladridos de los perros se hacen más persistentes hasta apoderarse por completo del sonido de las campanas. Envuelto en una luz cenital, el papa Francisco exclama: “No más perros, no más campanas, que suene Mozart”. El psicoanalista pone los conciertos de clarinete de Mozart e insta al sumo pontífice a que deje fluir su pensamiento. El papa Francisco cierra los ojos y comienza a hablar para sí mismo en su oscuridad: beso el ponzoñoso calcañar de los mendigos, le lavo los pies a una reclusa musulmana, abrazo a un enfermo desfigurado, me hago bendecir por los niños, me entrego a la multitud sin chaleco antibalas, celebro una misa en Lampedusa rodeado de cientos de ahogados, he sustituido los mocasines rojos de Prada por unos zapatones de rebajas, y aunque soy jesuita y argentino me esfuerzo en ser humilde; me avergüenzan los escándalos de pederastia de la Iglesia, no condeno la homosexualidad, siento que los mármoles, retablos y cúpulas me impiden ver a Dios y temo que un día me aplasten, sueño con irme a vivir a un piso, segundo izquierda, del Trastévere, amar la pobreza en medio de esta opulencia es una tortura. ¿Cómo podré superar esta insoportable neurosis? Y encima esa jauría de mastines que me ladra desde las cavas del Vaticano ni siquiera me deja oír a Mozart. El psicoanalista sin levantar los ojos del cuaderno de notas, dice: “No tema, Santidad. Yo también soy argentino, me llamo Maquiavelo y le voy a ayudar”. El gato negro da un salto y sube al diván.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_