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Columna
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Aburrimiento

En un país con seis millones de parados y un 25 por ciento de personas en la pobreza o en riesgo de alcanzarla, decir que se aburre de ganar dinero es un insulto a la ciudadanía

Jorge M. Reverte

Felipe González ha dicho que se aburre en el Consejo de Administración de Gas Natural, una de las mayores empresas de este país. Yo hasta ahí le comprendo. Debe de ser un peñazo asistir una vez al mes a una reunión como las de ese sitio. Lo que pasa es que Felipe González no es un cualquiera. Sea o no a su pesar, representa todavía bastante en el imaginario de los ciudadanos. Fue el hombre que encarnó en 1982 el cambio político, que era también ético.

González se expresó así para mostrar su desdén por el dinero que recibía de la empresa, unos 125.000 euros anuales por asistir a una docena de aburridas sesiones. En un país con seis millones de parados y un 25% de personas en la pobreza o en riesgo de alcanzarla, decir que se aburre de ganar dinero es un insulto a la ciudadanía. Una exhibición de poderío más propia de un banquero de los que van de cuando en cuando al talego que de un expresidente de Gobierno. Porque, además, sabemos que González ha estado acudiendo a reuniones que no deben estar mal remuneradas. Como las del grupo de Carlos Slim.

Todo eso afecta a la estética. Pero hay otro aspecto que puede hacernos ver el asunto como una muestra de una dudosa actitud ética.

Porque González ha estado aconsejando a empresas particulares en terrenos que afectan al país. Defendiendo sus intereses en sectores estratégicos, como las telecomunicaciones o la energía.

Gerhard Schröder, ahora alto ejecutivo de la poderosa Gazprom de Vladímir Putin; José María Aznar, que casi no tiene tiempo para asistir a consejos de administración; Pedro Solbes, que cobra de Barclays Bank o la energética Enel. Otros.

Hombres que han tomado decisiones que afectaron a empresas millonarias.

¿No sería mejor que se aburrieran en lugares que nos provocaran menos inquietud?

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