A buenas horas, Cristina
El gesto de la infanta Cristina de no presentar recurso contra la decisión del juez Castro de imputarla en el caso Nóos, y acudir a declarar aduciendo que no tiene nada que ocultar ni ante el juez ni ante la sociedad, carece de credibilidad porque podía haber hecho eso mismo en la primera ocasión en la que fue imputada por el juez. De haberlo hecho así, y si de verdad no tenía nada que ocultar, a estas alturas ya estaría la familia real española libre de toda sombra de sospecha de presunta corrupción, y nos habría ahorrado a todos el tener que prestarle mucha atención durante meses a la instrucción del juez Castro en el mencionado caso Nóos.
La infanta Cristina cometió el error de dejar solo a su marido a los pies de los caballos judiciales y no prestarse a defender la honorabilidad de la pareja desde el principio. Ahora ya es un poco tarde para que se defienda jurídicamente aduciendo que la confianza que tenía en su marido era ciega, sorda y muda y, por ello, no sabía nada de sus andanzas presuntamente delictivas.— Antonio López Lacasta.
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