El mejor parque es el que no se acaba
FOTO: Jesús Granada
El machadiano hacer camino al andar lo representa como pocas vías el proyecto El Valle Trenzado que el grupo Aranea levantó en un barranco de Elche. La idea era recuperar las huellas de los caminantes que circularon por allí antes de que, en los años 70, las obras de encauzamiento interrumpieran esos paseos. Los ciudadanos llevaban décadas ignorando o cruzando ese despeñadero en lugar de recorrerlo. Y los arquitectos quisieron recuperar el paseo durante el desplazamiento.
No fue fácil. La quebrada alcanza 40 metros de profundidad, pero ese precipicio fue interpretado por los arquitectos como un corte con la trama urbana y, como tal, como la posibilidad de dejar atrás el ruido de la ciudad para adentrarse en un jardín. Así, hoy un sistema de rampas y puentes trenza el valle y sus laderas escarpadas se han convertido en planteles. Más allá de la imaginación de los arquitectos, detrás de esta transformación está la opinión, la voluntad y la implicación de los vecinos dispuestos a ver un parque donde otros verían solo un precipicio.
Los arquitectos cuentan que fueron los recorridos más solicitados los que empezaron a definir el trenzado. Y ahora esa trenza de hormigón desvela la complejidad del diálogo entre interlocutores tan dispares como la Confederación Hidrográfica del Júcar, la Comunidad de Regantes de la Acequia de Marchena, el departamento de medio ambiente, ciudadanos o el propio ayuntamiento de la ciudad. Al final, fue el río Vinalopó el que impuso su forma sinuosa sobre la retícula urbana de la ciudad. Pasear por las márgenes de ese río o cruzarlo forma parte del mismo paseo. Los proyectistas describen esos caminos flotantes sobre el cauce intocable de hormigón como “héroes de esta reconquista”.
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